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Palabras sobre “Bohemian Rhapsody” y "El silencio es un cuerpo que cae"

En cartel en Cines del Paseo y en el C.C. Leonardo Favio.

El handicap de las biopics

Algo sobre el suceso de taquilla de “Bohemian Rhapsody” que continúa exhibiéndose en el circuito cinematográfico comercial.

Desde luego, las dificultades económicas que, como a la gran mayoría, pega fuerte también a los grupos consumidores de hecho cinematográfico, son parte de la explicación de este estado de cosas.

También lo es, que 2018 no fue prolífico en lo que el mundo de la exhibición llama “tanques”, esos film monolíticos en cuento a su perfil marketinero, que aseguran una media de recaudación sustanciosa que engorda los números cada vez que llega época de balances.

Mientras aguardan un 2019 mucho más generoso en ese sentido (“va a ser el más importante de los últimos años”, anticipan algunos programadores) la biopic de “Queen” a través del desarrollo de la historia personal de Freddy Mercuri, fue verdaderamente un bálsamo para ellos.

Eso y a pesar de que, aunque conducida por un narrador de peso específico como Brian Singer, el film no se corta a la hora de presentar casi todos los lugares gastados del género biográfico. O acaso por eso mismo, porque está adecuada al gusto masivo.

Afirmar esto no supone desconocer otros valores de la pieza, que es sabia a la hora de jugar con la apoteosis, ese ánimo éxtasis que se expresa totalmente en la escena inicial con la entrada del cantor, aparentemente solo, al escenario del Estadio de Wembley para el concierto de Live Aid en 1985.

El arco que se tiende entre ese inicio y el extasiado final cuando toda la banda sube y hace su actuación hasta la palabra fin, se llena, con altibajos, girando en torno a la figura de ese cantor inmenso y a esa personalidad rara y desafiante.

Que lo que queda de un film como éste es más que nada, y acaso exclusivamente, una memoria musical, explica porque inmediatamente después de su éxito, se esté a punto de estrenar otro en torno a la vida de Elton John: tan bella música paga.

Seguramente, ya se que cuente o no con la calidad narrativa de Singer o no, “Rocketman”, que así se llama la biopic sobre el magistral baladista inglés, también se contentará con pincelar su vida para conseguir el favor del público y crecer en taquilla gracias a la música.

En todo caso habrá que esperar que en ella también se consiga crear esa tensión entre la pequeñez del guion y la grandeza del personaje, una especie de discontinuidad que sin embargo resulta envolvente en “Bohemian...”.

Se trata de aprovehar una especie de dispensa con la que cuenta el género, que hace uso de las facultades del documental, en el sentido de que reproducir una historia conocida, pero sin preocuparse por la obligación de evitar las manipulaciones.

En la aceptación de este género parece haber una decisión de los espectadores abocados a creer que como ocurre en “Bohemian Rhapsody”, Rami Malek es Freddie Mercury y no una interpretación del gran cantor.

Hay una especie de transferencia según la cual esa identificación lleva a otra más profunda, consistente en que el espectador se hace eco, siente lo que siente el protagonista, una figura a la que admira.

Especialmente se experimenta esa sensación cuando se trata de sentimientos que no suelen atribuirse a la figura admirada: compartir su resentimiento, por ejemplo. Total, después viene la música, en especial de la canta Freddy, y todo lo limpia.

R.S.



“El silencio es un cuerpo que cae” 

Huellas del pasado 


Estremecedora, de una sensibilidad en éxtasis, “El silencio es un cuerpo que cae”, la primera película de la joven directora cordobesa Agustina Comedi, supera largamente la condición de rareza y alcanza niveles de expresividad cinematográficamente pura que resulta muy poco habitual.

Comedi realiza una especie de diario íntimo que en lugar de hojas manuscritas se asienta sobre un material fílmico que ha sido registrado en saga familiar, películas caseras en distinto formato, desde 8 mm a VHS, en las que descansa la constancia de la fragilidad de la vida.

Dado ese sagaz, y audaz, primer paso, hundirse en más de 160 horas de imágenes aparentemente destinadas a dormir en sueño de los justos, la director profundiza su gesto, decidida a limpiar su relato de la hojarasca nostálgica que suene anidar en esa revisión del tiempo perdido.

Están registrados, y aparecen fragmentariamente, las imágenes tópicas: viajes, cumpleaños familiares, fiestas infantiles, actos de colegios, museos, espectáculos, dentro de un archivo que se detiene justo antes de la muerte de Jaime, su padre, cuya figura se transforma en el acicate y el centro de la mirada.

El hecho de que Jaime haya muerte al caerse de un caballo, con cámara en mano, durante un asado familiar, genera la primera intranquilidad ya que esa pasión por el registro puede ser leída como la intencionada apertura de un intersticio, como el pedido de alguien para que desde allí revisen su vida.

Es lo que hace su hija en el “El silencio es un cuerpo que cae”, un título tan magnífico como expresivo de la sensación que, frente a aquel hecho traumático, se abre en canal dentro de esa niña que, ahora mujer, se decide a poner en descubierto, entre temblores, la repercusión que tuvo en ella esa vida segada.

Más allá de la enumeración

Pero lo más impactante es que Comedi no hace el film para regodearse en su circunstancia sino que, a partir de ese hecho traumático, explora a su padre más allá de la enumeración de los hechos familiares, asumiendo a esa figura como un elemento vivo para dentro del retrato político y social de una época.

Como azuzada por lo que se calla, o se habla en voz baja, acerca de la historia sexual de ese padre, su mirada asocia una condición de intimidad con la preeminencia social de un poder punitivo, rígido, impiadoso, y condenatorio desde el atalaya de la hetero-normatividad.

Militante (?) de la Vanguardia Comunista, amigo de Manuel Mújica Laínez, homosexual, perfilado en la noche cordobesa en las décadas del 70 y 80, amigo de transformistas, gays, lesbianas, viajero impenitente, Jaime se casó inesperadamente con la madre de Agustina.

Y ésta siente ahora que su nacimiento, que enterró ese pasado bajo siete llaves, la puso en este mundo con una de ellas bajo el brazo: su condición de mujer de cine, facultada para auscultar entre archivos familiares, testimonios de amigos, parientes e incluso ex-amantes, lo que fue ese padre, y lo que fue su mundo.

Y lo hace con una sutileza, una sagacidad poco comunes. Estructurando ese material sin referencias clásicas, pegando fragmentos con una potencia tal que mete al espectador en una vagarosa reflexión acerca los modos en lo que lo público se frota con lo privado, interrelación que se abisma en el marco de la época en la que sucedió la vida de su padre.

Acusación y homenaje

De modo tal que coexisten en el interior del relato muchos elementos (por caso la irreductibilidad de los movimientos de izquierda contra toda “desviación” de la norma heterosexual) cuya confluencia viene a expresar las jaulas en las que suelen encerrarse nuestros pensamientos y nuestras conductas.

El film comienza, sugiriendo cierta forma de clasicismo, con un fragmento de la filmación que Comedi padre le dedicó al imponente ‘David’ de Miguel Ángel durante unas vacaciones familiares en Florencia, desbordantes ellas de detalles que exponen ese homoerotismo acallado.

Y a partir de allí, como acuciada por esa evidencia, la directora empieza un ejercicio tembloroso, abundante en encuadres esquinados, y voces off, en una elección formal que resultan magníficamente adecuados a la expresión del estremecimiento que la recorre.

Y que le crece a medida que conoce detalles de la lucha del movimiento LGBTI cordobés, al que le da voz sin cliches ni subrayados: situando la historia de ese padre reencontrado dentro de un contexto histórico, social y político que no puede menos que poner los pelos de punta, y que no se ha disuelto del todo, todavía.

“El silencio es un cuerpo que cae” es contundente y riguroso, pero también finamente emotivo y sensible, homenaje y queja de una artista que se expone, que pone el cuerpo para trazar un puente entre pasado y presente, con poco frecuente sutileza y hondura.

Ricardo Sánchez.

Ficha técnica

Título: “El silencio es un cuerpo de cae”. Argetina-2018. 72 minutos

Dirección, guión: Agustina Comedi.

Fotografía: Agustina Comedi, Ezequiel Salinas, Benjamin Ellenberger.

Música: “Virus”

Edición: Valeria Racioppi.

Sonido: Guido Deniro.