Opinión | jorge-f_-legarda |

Candidatos que se muestran tal cual son

Por Jorge F. Legarda.

Por fin, después de tanto juego previo, de tanta escaramuza preliminar, arrancó la campaña en serio: sí, señor, ya están los spots televisivos. Aquellos ciudadanos que no tienen decidido su voto, algo natural entre tanta oferta irresistible, tanto desinterés explícito por ponerse a nuestro servicio demostrado por los comedidos dispuestos a sacrificarse por nuestro bienestar, podrán ahora despejar todas las dudas grandes y pequeñas en torno de lo que les espera según quién sea el depositario de su confianza. Porque por muy vistos que los tengamos a algunos de ellos, por más que las bendiciones de las consecuencias de sus actos, o de los actos de algunos como ellos, se hayan derramado sobre nosotros sobradamente a lo largo de nuestro devenir ciudadano, para saber realmente cómo son y qué piensan, nada mejor que estas presentaciones de quince segundos en las que derraman franqueza, empatía y convicción. El mensaje de cada uno llega de manera nítida y contundente, el material habla por sí mismo sin necesidad de mayores explicaciones. Pero ya saben, uno no puede con su genio y se tiene que poner a explicar lo mismo. Estas son algunas las piezas excelsas del arte de comunicar que tanto nos impresionan por estos días:



El spot oficialista se basa, como es natural, en las grandes realizaciones del último cuatrienio, ensalzadas por ciudadanos corrientes pero especialmente perspicaces que, al contrario de los ciudadanos corrientes comunes un tanto abombados que están del otro lado de las pantallas, advierten las extraordinarias transformaciones en infraestructura, energía, transporte, que no se habían hecho en años, años, años… Y ahí aparece Mauricio para interpelarnos: “Imagínense lo que vamos a lograr en los próximos años”. Claro, el problemita es que alguno, basándose en otras grandes realizaciones que a los publicistas por ahí se les escaparon, podría malinterpretar intencionadamente la exhortación: “Imagínense adónde vamos a llevar el dólar y el riesgo país”, o “Imagínense adónde se va a elevar la factura del gas después de las elecciones”, o “Imagínense adónde vamos a llevar la edad jubilatoria para que cierren las cuentas previsionales”, o “Imagínense el espectáculo de danza que les voy a ofrecer desde el balcón de la Casa Rosada si llegan a votarme de nuevo”… Esta última sería demasiado cruel, ya sé, pero no va a faltar quien no se tome al pie de la letra el compromiso de hacer una campaña limpia.



El spot de los Fernández se basa, en cambio, en la presentación del Fernández del que, como arranca reconociendo el tipo, quizá no se acuerde nadie. Y nos pide que hagamos memoria: nos sacó de la crisis con Néstor. Después es como si nos dijera: “Eso, ya está, mejor no nos acordemos de nada más y hablemos del presente y del futuro”, no vaya a ser cosa que lo hagan enojar preguntándole por lo que pensaba hasta hace unas semanas nomás de su compañera de fórmula. “Soy un tipo común”, nos dice, un tipo como nosotros que por eso mismo comprende nuestros problemas. En este caso, el riesgo es que acaso la apuesta a la identificación con el elector no sea tan efectiva si se la toma literalmente. Sin ir más lejos, pensemos en otro tipo común, un argentino del montón, uno que, ponele, escribe pavadas en un diario para esquivarle al trabajo duro y productivo, por dar un ejemplo cualquiera. Y le preguntamos: “¿Vos querés que sea presidente alguien como vos?”. Es una conjetura, ¿no?, pero creemos que respondería: “¡Nooooo! ¡Quiero alguien que entienda cómo son las cosas, que tenga idea de qué hacer y que tenga más ganas de laburar! ¡Quiero alguien que sea todo lo contrario de un tipo como yo! Para entender lo que me pasa ya me tengo a mí mismo, gracias, al Presidente lo quiero para que gobierne”. Pero bueno, por ahí en un votante con una autoestima más elevada, de esos que dicen “A mí dejame manejar este país un ratito y te lo arreglo en dos patadas”, el mensaje resulta más efectivo.



El spot de los azotes de la grieta y del odio también nos interpela: “¿Los vas a dejar seguir?”, “¿Los vas a dejar volver?”, cosa de abrir una grieta entre los dos extremos de la grieta y los enemigos de la grieta, que vendríamos a ser todos nosotros si les hacemos caso a ellos. Son “experiencia y futuro”, y se nota. La experiencia le ha sugerido a Lavagna que mejor no salir a recordarle al votante que él también nos sacó de la crisis con Néstor, que enojarse con los periodistas si le preguntan por esa época le va a salir peor que a Alberto; y, si vamos a apostar por el futuro, mejor que Urtubey prescinda de referirse a los tiempos en que acompañaba a Cristina o los más recientes en que mandaba a sus diputados a aprobarle las leyes a Macri. Ya lo dijo Martín Fierro, “sepan que olvidar lo malo también es tener memoria”, y la definición de “malo” en el diccionario de un político es: “Dícese de todo aquello que no me conviene”.



El spot del que corre a Mauricio por derecha nos ha decepcionado un poco: ¿por qué será que cuando dice que va a echar sin que le tiemble la mano al millón de empleados públicos que sobran José Luis Espert nos resulta tan creíble y ahora que trata de ser afable y simpático da la impresión de haber perdido su toque, aquello que lo hacía diferente del resto? Nosotros porque los conocemos, pero el votante no familiarizado con sus incursiones televisivas pensará, al escucharlo hablar en el spot: “Naaaa… Mirá si este peladito con cara de ferretero va a hacer el ajuste que la sensibilidad social excesiva les impidió hacer a Menem, Cavallo y María Julia…”. Más le valdría salir a criticar a los que les dan de comer a los sin techo, que el Estado no está para subsidiar ineficiencias a costa del bolsillo de los contribuyentes, a ver si sus seguidores que no sintonicen con la nueva imagen lo empiezan a ver como otro kirchnerista con buenos modales.



El spot de los que corren a los Fernández por izquierda es movilizante, con sus manos estrechadas, brazos entrelazados, todes mirando hacia adelante en defensa de “los trabajadores, las mujeres y la juventud”. Los ancianos y los niños te los debo para el próximo aviso, lo importante es que “la izquierda marcha unida”, salvo por Manuela, la “única candidata mujer”, que marcha separada en otro spot, y por el anciano Altamira, que parece que no es suficientemente de izquierda, o es demasiado de izquierda, o desentona por un tema generacional.



Pero el mejor spot de campaña es, lejos, el que muestra a Axel Kicillof comprando naranjas y mandarinas. No vamos a comentarlo porque solamente viéndolo puede el espectador asimilar aunque más no sea parcialmente su agudeza y profundidad. Apenas diremos que la particular operación comercial registrada por la inquieta cámara no se inscribe en la onda “hombre común” como la del spot de Alberto, porque el hombre común, el más perspicaz y el más abombado, conoce la diferencia entre las naranjas y las mandarinas y no le hace falta preguntarle cuál es cuál al verdulero que se las vende, como hace Axel con el típico desborde de simpatía y afabilidad que es su marca de fábrica. Es el único video que, realmente, te deja sin palabras: en serio, hay que verlo. Nada mejor para instalar un candidato que dejar al ciudadano-televidente devanándose los sesos devorado por la intriga, preguntándose cuál será la profunda simbología representada por las frutas de estación, qué admirable rebeldía lleva a un exministro de Economía a efectuar una compra sin exigir factura a la vista de todo el mundo y, sobre todo y en primer plano, qué carajo estarán queriendo decirle con este revolucionario lenguaje proselitista.