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El plan sigue siendo el mismo

Por Gonzalo Dal Bianco

Hace una semana, el ministro de Hacienda y Finanzas, Nicolás Dujovne, aseguró que el Gobierno había logrado evitar una crisis y que existía “un plan muy consistente”. Fue después de anunciar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el cual ingresarían al país 50 mil millones de dólares provenientes de ese organismo, más otros 5.650 de otras instituciones financieras internacionales. En ese momento se transmitió que volvería la tranquilidad al mercado de cambio, aunque había advertencias por el costo que iba a exigir el entendimiento con la entidad que preside Christine Lagarde, especialmente por el ajuste que iba a implicar.

Pero la calma duró poco. Enseguida el dólar retomó su paso alcista y eso generó una mayor preocupación porque el trato con el FMI se suponía que iba a blindar de alguna manera al Gobierno frente a las presiones del mercado. No ocurrió. El mercado desoyó  las implicancias del acuerdo y siguió presionando fuertemente. La demanda no encontró respuestas en la oferta y las pizarras continuaron hacia arriba.

Mientras tanto, el Banco Central había definido que a partir del entendimiento con el FMI iba a dejar de intervenir. Eso quería decir que iba a dejar que el libre juego de la oferta y la demanda hiciera su trabajo y le pusiera un valor al dólar. En medio de una turbulencia, esa resolución suele tener resultados catastróficos en Argentina. Al menos las probabilidades, según la historia, son demasiado elevadas. El lunes el dólar pisó los 26 pesos y avanzó. El martes, continuó con la tendencia. Después el Central tuvo que revisar su posición y salió a vender para ampliar la oferta y buscar contener la demanda, pero no pudo doblegar el alza. Fue tibio, y eso se paga en la administración del mercado cambiario. Fue y vino, anunció una cosa y terminó haciendo otra, y la conclusión fue más turbulencia y más incremento de la cotización. Otro rebrote de la crisis cambiaria que el optimista ministro Dujovne había declarado superada una semana atrás. La decisión, que tenía formato de rumor desde hacía algunos días, fue correr al presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, quien en una carta de despedida y agradecimiento al presidente Mauricio Macri, dijo que su figura ya no generaba confianza. Un defecto demasiado notorio para un presidente de un Banco Central. Casualmente esa debería ser la primera virtud: un presidente de la entidad monetaria debería destilar confianza, respeto y pericia en la materia. En su lugar asumió Luis Caputo, el hasta entonces ministro de Finanzas. Dujovne completó el panorama anunciando ayer que el plan seguirá igual.

Sin embargo, habría que plantearse si el cambio de nombres alcanza para recuperar la confianza y la sensación de timón bajo mando. El tipo de cambio y la inflación aparecen hoy como fuera de control. Ayer hubo una muestra de que si las acciones y las señales no empiezan a ser diferentes, la sustitución del piloto no mejora las cosas. En la rueda de ayer la cotización llegó casi a 29 pesos. Eso implica que en lo que va del año tuvo un alza del 54,6%, desde los 18,65 pesos con que arrancó el 1° de enero. La fuerte devaluación empuja los precios, que siguen hacia arriba y prometen continuar en ese terreno. Pero además, jaquea los recursos de aquellos actores con ingresos fijos. Por ejemplo, un salario de 15 mil pesos mensuales a comienzos de año implicaban 804 dólares, mientras que ayer representaban apenas 520.

El Indec reconoció esta semana que la inflación está fija por encima del 2% mensual. Es el promedio de los últimos años, desde el segundo gobierno de Cristina hasta aquí. Pero durante mayo, el organismo de estadística informó un alza promedio del 2,1%, sin embargo a su interior hay algunos detalles que no deberían pasar por alto. Por ejemplo, que impactó favorablemente la quita impositiva que se hizo sobre las boletas de luz y gas. Y que como contrapunto, la inflación núcleo trepó 2,7% y que los alimentos aumentaron por encima del 3%. Este último rubro es el que golpea a los sectores más desprotegidos. Eso presiona hacia abajo de la línea de la pobreza a cada vez más familias. La suba de precios es más veloz que el ascenso de ingresos de esos sectores.

Pero además se conoció que la inflación mayorista cerró en el 7,5%. Es el anticipo de lo que será la minorista en los próximos meses. Esto implica que junio será un mes caliente porque eso se irá volcando a las góndolas. Y sobre eso se monta la nueva escalada del dólar. Un combo determinante.

Como se sabe, la cotización de las pizarras termina alcanzando innumerables rubros porque entre otras cuestiones aquí empuja a los combustibles, que son un insumo básico del transporte de mercaderías. Los camiones son el medio de transporte más utilizado como flete en el país, con una predominancia mayúscula. Habrá que esperar que las petroleras vuelvan a la carga a solicitar ajustes de precios después de la fuerte devaluación.

Por las implicancias sociales de estos desajustes económicos, el Municipio y las instituciones que conforman el Consejo Económico y Social comenzaron a dialogar para intentar construir un entramado de contención. La demanda social hace meses que comenzó a incrementarse y eso lo advierte la Iglesia, que en los barrios percibe mayor presencia en merenderos y comedores, con un dato clave: volvieron a aparecer adultos mayores en esos lugares. El pastor Jorge Aluen también describió una situación similar cuando esta semana analizó la problemática en televisión.

La necesidad de accionar preventivamente tiene que ver con un solo razonamiento: los próximos meses no serán mejores. El escenario que se espera es el de un fuerte ajuste en los gastos del Gobierno con freno de obra pública y recorte en salarios (en términos reales) de estatales. Pero además, el nivel de actividad irá a la baja y hoy hay pocas probabilidades de que el año termine con crecimiento del PBI. Será un segundo semestre que, lejos de aquellos que se preveían repletos de dicha, será cuesta arriba.