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“El objetivo de este año fue consolidar lazos con las escuelas rurales y familias”

Anabella Gill, directora de la institución, hizo un balance de los proyectos llevados a cabo en 2018. Comentó, además: “No estamos recibiendo subsidios de Conabip pero nos sostenemos gracias al Municipio”

El año que acaba de pasar fue crítico para las bibliotecas populares de todo el país: se cayeron los subsidios a casi todas y se suspendieron las partidas de libros de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). ¿Cómo repercutieron esas políticas en la biblioteca popular más grande de la ciudad? ¿Qué se priorizó en 2018 y qué se viene para el 2019? De todas esas preguntas se hizo eco la directora (o bibliotecaria mayor) de la Mariano Moreno, Anabella Gill.

“Fue un año raro, un año de muchas resistencias culturales, como veníamos charlando con Gabriela”, comenzó señalando. 

-¿Por qué lo decís?

-Porque hubo que poner toda la energía a pesar de la falta de apoyo de la Conabip y las nuevas políticas nacionales.

-¿Y cómo se arreglaron?

-En materia de libros, nos pudimos mantener; aunque sólo pudimos comprar lo que se necesitaba de manera puntual para cada época del año. Trabajamos, por ejemplo, reforzando los sectores de acuerdo a la demanda. Lo último que compramos fue material de literatura recreativa, sobre todo de ficción, pensando en las vacaciones.

-¿Por ejemplo?

-Tratamos de tener las novedades más importantes. Pero nunca podemos cumplir con la cantidad de ejemplares. Este año, los libros se fueron por las nubes. Asi que priorizamos tener uno o dos títulos de los más pedidos pero ganar en variedad, y no tener cinco o seis volúmenes de pocos títulos. 

-¿Cuáles son esos títulos tan pedidos?

-Sobre todo la novela histórica escrita por mujeres: Viviana Rivero, Florencia Bonelli y Gloria Casañas. Algunos de esos libros, ya están reservados hasta agosto de 2019. Sufrimos mucho la falta de subsidios de la Conabip durante el año. Sobre todo cuando en abril fuimos a la feria del libro. Si bien no es una gran  suma, esos 21 mil pesos ayudaban un montón. Y como te dije, tampoco nos mandaron la dotación de 300 libros anuales. 

-¿Y de dónde sacaron el dinero?

-El Municipio nos dio cien mil pesos para ir a la feria, y también se activó Provincia a través de la Agencia Córdoba y el subsidio a las bibliotecas populares. Pero no nos quejamos. 

-¿Están contentos?

-Sí, porque nosotros tenemos la suerte de poder destinar todo el dinero de las subvenciones a la compra de libros o a las actividades culturales. Otras bibliotecas, en cambio, no tienen la misma suerte y tienen que usar ese dinero para pagar sueldos. Somos privilegiados dentro de la red de bibliotecas argentinas, ya que tenemos garantizados sueldos, mantención de edificio y compra mensual de material bibliográfico de parte del Municipio. Y no todos tienen esta posibilidad.

-¿Y el recurso humano?

-Fue un año difícil también, ya que mucha gente del personal se jubiló o dejó de trabajar aquí. Hubo una reestructuración y se empezaron a ver caras nuevas. Costó un poco que arrancaran pero ya estamos bien, cumpliendo con el servicio.

Muñecos y niños lectores 

-¿Cuáles fueron los hitos del año? 


-Potenciamos mucho los “Muñecos lectores”, que el año pasado fue un proyecto piloto con la escuela José Ingenieros. Pero este año se trabajó con tres escuelas, la Nicolás Avellaneda y Las Rosarinas. Y se sumó la Inmaculada Concepción. Es la primera vez  que realizamos un trabajo sostenido con una escuela de Villa Nueva, y ese no es un dato menor. Participaron alrededor de 200 niños de sala de cuatro, de cinco y primer grado. Queremos continuar el año que viene.

-¿Cómo definirías al proyecto?

-Tiene tres ejes fundamentales: la biblioteca, la familia y la escuela. Y consiste en acercar a los chicos a la biblioteca con la excusa de que se lleven un muñeco tejido al crochet. Cada muñeco es un personaje de libro, tiene un nombre y un carnet de socio. Y se alimenta con lecturas. 

-¿O sea que los chicos le tienen que dar de comer cuentos? 

-Claro. Lo llevan a su casa, lo cuidan y le leen. Para eso le sacan libros y tras una pasantía en esa familia lo devuelven para que se lo lleve otro. Son muchos personajes.  La Oveja Carlota, la Lechuza Miranda, la Jirafa Cerafa, el Toro Ferdinando, la Gallina Noemí. Cuando devuelven el muñeco, el niño y su familia cuentan su experiencia en la casa y la asentamos en un cuadernillo. Mirá.

Y Anabella me muestra el cuadernillo con los personajes que están fotografiados con niños, mamis y papis; casi una postal familiar de aquella breve estadía por la casa. 

-¿La idea es generar nuevos lectores?

-Sí. Queremos que los chicos vayan asimilando la mecánica de la biblioteca, los horarios, los títulos y que saquen su carnet. Pero queremos, además, trabajar con el afecto. Porque siempre se van a acordar que la primera vez que vinieron a una biblioteca fue aquí, trayendo el muñeco. 

-¿Esa entrada los marca?

-Totalmente. Porque cuando vos entrás acá, después ya no te vas más. Pueden pasar años sin que vengas, pero en un momento volvés. Y ese es el espíritu de toda biblioteca pública; formar lectores y prestarte un servicio desde que sos bebé hasta tu muerte. La biblioteca es una de las pocas instituciones que te acompaña toda la vida.

Escuelas rurales y libros para personas con disminución visual

-También hicieron un trabajo sostenido con las escuelas rurales, ¿no?


-Sí. Este año se trabajó de manera piloto con la Escuela Fray Chanea y la de las Mojarras desde agosto a diciembre. Ellos completaban su jornada escolar cuando venían a la pileta a las Rosarinas con talleres de ajedrez y lectura infantil. También trabajamos con la escuela Juana Manso en el taller de oralidad y creación y fue espectacular la respuesta. Este año el eje central fue consolidar lazos con las escuelas rurales, los chicos y las familias. Y lo hicimos con el taller de escritura creativa de Julieta Aiello, el de narración oral de Mauro Guzmán y el de juegos de Martín Odino. Se hicieron cosas muy silenciosas pero sostenidas en el tiempo. 

-También continuaron con la manufactura de libros para personas con disminución visual.

-La tecnología inclusiva es algo que nos distingue. Armamos libros en braile y también adaptados para chicos disminuidos visuales con el profesorado del Rivadavia. Este año, además, se sumaron cinco máquinas de lectura Prócer. Nos sorprendió que recién ahora la Universidad de Córdoba quiera generar libros inclusivos cuando acá lo empezamos hace 24 años, desde “Bambina” Zabala a Luis Cecchini y David González. 

-¿Una conclusión?

-Fue un año de presupuesto escaso pero redoblamos la apuesta humana. Cada año queremos llegar al mayor número de lectores posibles; sean de la ciudad o la zona, con o sin discapacidad. Absolutamente a todos.



Iván Wielikosielek.  Redacción Puntal Villa María

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