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“Haber tocado con Rolando y Bacci fue como volver en el tiempo para aprender”

Dirigida por el pianista Lucas Leguizamón y el bandoneonista Ezequiel Infante, la Orquesta-Escuela de Tango de la UNVM intenta formar músicos desde la actuación en vivo, participando en distintas milongas ciudadanas

Los fueyes se abren sobre las rodillas como guirnaldas de cuero de algún carnaval suburbano. O mejor todavía, como el cuello flexible de un monstruo que saca desde su pecho una melancólica respiración asmática, prima hermana de los órganos de Bach y de las gaitas de Escocia. Pero sin embargo no son Glasgow ni Brandemburgo. Es la inconfundible respiración de Buenos Aires y la niebla de su Riachuelo, sus noches de hastío y de frío y la tinta roja de sus veredas en el gris del ayer. Pero Ezequiel y Valentín recién están probando sonido. Y los monstruos que ponen su hondo suspiro a la tarde, ahora están siendo digitados por dedos santiagueños. Mientras que en el piano, Lucas Leguizamón arranca arpegios de metal o de cristal; un sonido que podría ser clásico o romántico pero que al ensamblarse con los bandoneones  surge absolutamente “arrabalero”. Y quizás esta sea la mejor definición de las orillas musicales porteñas; el pedazo de mundo en donde las grandes flores sonoras de Chopin y Mozart se han vuelto simples madreselvas en muros suburbanos; allí donde una fuga mutó a responso y los alegros se volvieron queja; la tos de un bandoneón que pide y a la vez regala, en una transfusión mágica, un nuevo aire para existir.

Piano y bandoneón

Un buen ejemplo de los iniciados que han empezado a respirar ese nuevo aire en la ciudad, es el de la muchachada de la Escuela-Orquesta, esa que surgió desde la Licenciatura en Composición Musical de la UNVM en 2016, cuando un grupo de alumnos decidió constituir un espacio de formación permanente. 

Dos de esos propulsores están aquí, probando sonidos en el club de abuelos Estrada. Y son, precisamente, Lucas Leguizamón y Ezequiel Infante.

“La orquesta se formó por la inquietud de un pequeño grupo de músicos –comenta Lucas- Éramos alumnos y egresados que nos interesaba mucho la parte de tango pero no teníamos un espacio específico en donde formarnos. Asì fue que, con Ezequiel y Joaquín Aguilar, que también es santiagueño y bandoneonista, y con Cecilia Castelli que es violinista, gestamos esta Escuela-Orquesta”.

-¿Esos músicos se habían capacitado ya en otro lado y con otros maestros?

 Lucas: -Muchos habíamos hecho alguna experiencia. En mi caso, participé de la Orquesta de Música Ciudadana de la Municipalidad, la que dirige el maestro Bacci. Él me enseñó los primeros rudimentos del piano tanguero y me cautivó para siempre. 

-¿Cómo es que llegaron a reunir a tantos instrumentistas para una formación mayor? 

Lucas: -Al comienzo costó. No fue fácil encontrar a músicos que se interesaran en el tango tanto como nosotros. Además, cuando los conseguías, no todos se quedaban. A veces probaban, estaban un tiempo y se iban. Por suerte al institucionalizarse el proyecto en 2016, la orquesta tuvo más visibilidad y fueron los propios músicos los que empezaron a acercarse. Y como te digo, no todos son estudiantes. También hay egresados.

Del folclore al tango sin escalas

-Ninguno de ustedes proviene del mundo tanguero. ¿Cómo es que se interesaron tanto por el género?

Ezequiel: -Yo vengo de Santiago del Estero y mi fuerte es el folclore. De hecho, aún integro “Guadal”, que es el grupo estable de la Universidad. Pero acá se me abrió la cabeza a otros géneros y la universidad me dio la posibilidad de estar tocando en espacios como este, que es una instancia de aprendizaje. Yo arranqué con el bandoneón en 2015 y ahora tomo clases con Pablo Jaurena, un grandísimo bandoneonista cordobés.

Lucas: -Yo soy corrrentino y antes toqué otros géneros. Pero lo que me cautivó del tango fue la manera de ejecución y el rol fundamental que juega el piano. Algunos son más hinchas de la vieja guardia, pero a mí, en cambio, el tango me gusta desde Piazzolla en adelante. Y creo que muchos de nuestra generación, a partir de Piazzolla, empezamos a escucharlo de otra manera. 

El tercer músico en cuestión es Valentín Gómez, joven bandoneonista santiagueño también. Y este es su testimonio. “Ya vez, somos una plaga los santiagueños... Al punto que ya hemos tomado los tres bandoneones de la orquesta (risas) ¿Que cómo empecé con el tango? Mi abuelo escuchaba D´Arienzo pero a mí no me gustaba. Lo que me acercó fue “Afiches”, una canción de Atlio Stampone y Homero Expósito. Me sorprendió lo que decía la letra y comencé a escuchar el género con otra seriedad. Hasta el día de hoy escucho Atilio Stampone y me encanta. Un día, estando en La Banda y por referencia de algunos amigos, entre ellos Ezequiel, decidí venirme a estudiar música a Villa María. Al poco tiempo me enamoré del bandoneón y me regalaron uno. El año pasado tomé clases con Alejandro Colombatti, que es profe de acá y que integra la Orquesta Provincial de Tango. Pero la instancia en donde más estoy aprendiendo es esta, tocar en la milonga con los chicos. Este “en vivo” no tiene precio...”

 Milonga “made in” Villa María como en los viejos tiempos

-¿Cómo definirían el alma de lal orquesta-escuela?

- El objetivo primordial es la formación. Y este espacio es ideal porque te permite un fabuloso feed-back entre el público y los músicos. No hay mejor instancia que la milonga para aprender a tocar tangos. Este es un espacio que durante mucho tiempo estuvo perdido en Villa María. Casi que te diría desde los tiempos de la vieja guardia. Recrear esa época dorada que se perdió entre músicos y bailarines es algo hermoso. Pero por suerte se está volviendo a restablecer. No sólo gracias a la universidad sino al de toda la comunidad milonguera de Villa María. 

-¿El tango sigue siendo underground?

Ezequiel: - Totalmente. Eso de que el tango ha perdido escena es verdad. Y es el producto de una clara decisión política de los últimos tiempos. Porque cuando cae el gobierno peronista en 1976, había leyes proteccionistas de la música nacional. Pero eso cayó también y empezaron a entrar músicas extranjeras, lo que fue una cuestión de las multinacionales también. A esa decisión política y cultural todavía no la hemos podido torcer. Por eso es que valoramos tanto haber conseguido este espacio de formación, que es, además, abierto a los demás músicos de la ciudad.

-¿Hay poca gente en las milongas de la ciudad?

Lucas: -Sí, hay una lamentable baja de público con respecto a otros años y tiene que ver con lo económico. Además, cuesta mucho la organización. Nosotros tenemos el gran apoyo de la universidad desde el Instituto de Extensión y sin ellos no podríamos hacer esto. Pero cuando la querés organizar solo, cuesta muchísimo.

De Troilo a D´Arienzo y mucho más allá

-Desde la orquesta tocan distintos estilos por selección, ¿no es así?

Ezequiel: -Sí, hoy estamos trabajando cuatro escuelas del tango clásico; el estilo de D´Arienzo, el de Troilo, de Di Sarli y de Stampone. Son algunos de los grandes maestros que han dejado un sello inconfundible en la orquestación y en el rimo, en el modo de concebir el tango en vivo. Estamos haciendo una selección de media hora por estilos.

-¿Cómo es la actual formación?

Lucas: -Somos 14 músicos en escena; tres bandoneones, dos violas, tres violines, dos contrabajos que van rotando, un violoncelo, un piano y dos cantantes fijos que son María Eugenia Lauría y Germán Grossi. Pero el staff se va modificando con los meses.

-La última, ¿cuál fue la importancia, para ustedes, de haber pasado por una orquesta tanguera antes de armar este proyecto?

Ezequiel: Haber tocado con Rolando, Bacci y Castillo, que tenían toda esa información tanguera previa, fue como volver sonoramente en el tiempo para aprender. Y entonces nos dimos cuenta que el tango es nuestra música también, que está contando todo el tiempo historias que hemos vivido y que de algún modo seguimos viviendo. El tango, además, es una mezcla milagrosa de muchas culturas. Y en algún lugar estamos nosotro. Me refiero a los santiagueños, pero también a los correntinos y a los cordobeses. En resumen, estamos los argentinos. El tango es un género  maravilloso que, de una forma u otra, siempre te llama y siempre te incluye.



Iván Wielikosielek. Redacción Puntal Villa María

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