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"La escuela ya estaba desactualizada antes de la llegada de la pandemia"

Marcos Santillán, director de la Fundación Universitaria para la Educación, acaba de presentar un libro referido a la enseñanza durante el coronavirus y considera que debe hacerse un sistema más inclusivo y que respete la realidad de cada alumno. Afirma que la vuelta a las clases en este contexto de "miedo" no es algo positivo

Marcos Santillán es presidente de la Fundación Universitaria para la Educación y ha publicado el libro “Escuela y Pandemia: Instituciones enloquecidas, pedagogías a la deriva”, un análisis del impacto que tuvo en la educación el Covid-19. En diálogo con Puntal, comenta lo que fue la experiencia del libro y analiza el proceso que debe desarrollarse para el cambio del sistema. Del mismo modo, cuestiona el regreso a las aulas con un contexto peligroso y en malas condiciones de las instituciones.

“Desde la fundación en el inicio de la pandemia decidimos poner un freno a la organización del congreso internacional y luego definimos hacerlo de manera digital e invertimos en una plataforma que nos permitió hacer un encuentro muy grande, con más de 600 exposiciones”, indicó el presidente de la organización y agregó: “Planteamos una serie de estrategias y acciones que tenían que ver con abordar las problemáticas vinculadas a la pandemia porque, si bien la fundación se dedica desde hace años a temas transversales como la diversidad educativa, la igualdad, la tecnología, el bullying, los entornos de aprendizaje, nos vimos en la necesidad de generar acciones que tuvieran que ver con el Covid-19 y cómo iba a repercutir en el sistema educativo”.

En este sentido, explicó que una de las estrategias fue el desarrollo del congreso y otra, la implementación del Obep (Observatorio de Educación y Pandemia), desde el que se desprenden dos acciones: la salida de este libro pensado junto con Joaquín Pichón Rivière y una encuesta nacional sobre la lectura que tienen los actores directos e indirectos del sistema educativo acerca de lo que ha ocurrido. “Hay gente que no conoce el protocolo; vemos que hay mucho miedo con lo que se viene, que viene desde la ignorancia porque no tenemos los recursos para enfrentarlo”, precisó el educador.

- ¿Cómo surge la idea del libro “Escuela y Pandemia”?

- En diálogos con Pichón Rivière, analizamos el libro de Susan Sontag, “La enfermedad y sus metáforas”, en el que ella toma enfermedades con una carga simbólica muy fuerte como lo era la tuberculosis o el sida en un primer momento, o como lo es el cáncer, y esas cargas simbólicas fueron las que nos llevaron a pensar la idea del libro sobre la pandemia, pero no sobre los recursos o las herramientas de tecnología, sino que filosofara sobre esta estructura creada a fines del siglo XIX que es la escuela y que ha pasado tanto tiempo sin modificaciones estructurales. Los alumnos siguen formando fila, por un lado los varones y por otro las mujeres, totalmente en contra de lo que son los paradigmas de la diversidad, la inclusión, la alteridad y este nuevo cambio de los géneros. Se sigue formando desde el más chico al más alto para izar la bandera, en una situación totalmente militarizada que ya debería haberse cambiado hace tiempo.

Santillán explicó que estos son algunos de los temas que se abordan en el libro, cuyo primer capítulo se llama “Pedagogía del Virus”, en el que analiza cómo el virus genera la necesidad de cambiar muchas cosas que desde antes de la pandemia mostraban un déficit, “porque la escuela fue un invento dentro de cierto momento histórico, donde todo circulaba de manera tal que servía”, dijo y agregó: “Estoy convencido de que la escuela como estaba antes de la pandemia, desde hacía mucho tiempo, no servía y ahora se puso en evidencia la necesidad de actualización de todo”.

- Se plantea la necesidad de un cambio, una actualización del sistema sin caer en la desafortunada frase del ministro de Educación de la Nación, Nicolás Trotta, que propone un “proceso de reorganización”.

- Una de las primeras cuestiones tiene que ver con las políticas educativas, porque uno no se puede permitir pensarse filosóficamente la educación si no lo hace políticamente, van de la mano. Creo que un rol principal lo tiene el Estado y la falta de sensibilidad de un ministro de Educación para usar términos que tienen que ver con lo que se intentó deconstruir simbólica y semánticamente en la carga del lenguaje desde el proceso nacional y popular. Tiene que ver con lo que dijo Cristina Fernández de “los funcionarios que no funcionan”, con Nicolás Trotta a la cabeza, pues la gestión educativa ha sido decadente, porque fue sumamente elitista al pensar que todo el mundo tiene acceso a la tecnología y a internet, cuando en realidad hay familias en las que cuatro o cinco pibes se conectan con el celular del padre sin datos o con la pantalla rota. Mientras, ellos hablaban desde la estratósfera sobre una continuidad pedagógica que no hubo. Sí se tomaron medidas contracíclicas que tenían que ver con la copia de ideas de otros países, pero no se adaptó el sistema educativo en pandemia. Eso no existió, fue un fracaso.

- Sin necesidad de caer de lleno en el uso de las tecnologías, ¿piensa que este nuevo modelo debe combinar lo virtual con lo presencial, incorporar lo que se aprendió el año pasado?

- Eso es urgente porque, en un sistema educativo que sigue siendo tan antiguo, seguimos teniendo cosas como la evaluación cuantitativa, que no tiene en cuenta los procesos de aprendizaje de cada una de las individualidades, que son diferentes. Si entendiéramos esto, no existirían siglas como las del déficit atencional, el de la oposición desafiante. En qué cabeza entra poner una sigla que tiene que ver con el psicoanálisis para un chico que contesta a un docente porque no está de acuerdo con algo. Creo que hay poca tolerancia y una comodidad en lo conocido, con mecanismos de evaluación estandarizados, cuantitativos. En este camino hay que subjetivar la tecnología y entender que cada niño que transita por el sistema educativo tiene distintos tiempos y formas de asimilación del contenido, mientras que tienen diferentes maneras de construir el conocimiento. Si logramos reducir la brecha tecnológica, estará la posibilidad de que cada uno pueda construir su trayectoria escolar de acuerdo con sus afinidades, sus incentivos, que pueden ser culturales, artísticos, tecnológicos, de ciencias duras o blandas, y eso representa más a una escuela que entiende a la diversidad.

Santillán analizó la situación de los diferentes alumnos que se han expuesto durante la pandemia, en tanto a numerosas desigualdades también en los procesos de aprendizaje. “El filósofo Espinoza decía que pensar es una violencia externa que nos interpela, en este sentido, hay cuestiones que estaban dadas por sentadas que funcionaban, como el rol de las instituciones de la educación, o que todos tenían impresora, o internet, tanto se dio por sentado que vino una violencia tan fuerte como una pandemia que nos obligó a pensar que no estaba todo muy seguro”, remarcó y agregó: “Estamos buscando respuestas para preguntas que ni siquiera nos habíamos formulado, es decir, hay que pensar si la escuela aún sirve, si queremos reconstruirla como la conocíamos; tampoco se puede desarrollar al 100% desde la virtualidad, porque la presencialidad es necesaria por lo humano”.

Por otra parte, manifestó que se deberá tener en cuenta la narrativa que quedará de la pandemia en niñas, niños y adolescentes: “Un paréntesis de la vida, en más de un año en el que dejaron de ir a ese lugar único de paso obligatorio del ser humano, al menos en Occidente, que sigue siendo la escuela” y completó: “¿Cuánto estamos perdiendo por no permitirnos repensar la educación?”.

- Hacemos referencia a la situación por la que pasaron los alumnos, pero no se debe descuidar lo que fue el trabajo de los docentes, trabajando con muy pocos recursos, todos aportados por ellos mismos, con sueldos muy malos y con más exigencias que nunca.

- Se han puesto en evidencia muchas cosas, como la cantidad de instituciones privadas que tienen a docentes con monotributo, por ejemplo. Me parece que, como se aplaudió a los médicos desde los balcones, no se hizo lo mismo con los docentes, que han sostenido la tarea educativa, que dieron continente a muchas necesidades que tienen los chicos, sin pensar en lo mal pago. Esas son las cosas que ponen a la desesperación en primera fila. En este marco, creo que desde el Ministerio de Educación de la Nación deben hacer una autocrítica de por qué no han llamado a las universidades, cómo no van a llamar a una reunión cumbre de los decanos, a una convención pedagógica para definir estas cosas.

- ¿Qué opinión le merece la vuelta a las clases de manera presencial en este momento de la pandemia?

- Han tomado la decisión por una estricta cuestión política. Largarse a abrir las escuelas, cuando en realidad no había ninguna necesidad imperiosa de hacerlo, y realizarlo de un modo precario e improvisado. Lo digo como presidente de la Fundación Universitaria, como director del Comercio Internacional de Educación y como una persona que habla todo el tiempo con docentes, directores y funcionarios y desde lo que estamos viendo en la encuesta que ya este fin de semana lanzamos a todo el país sobre la apreciación de la vuelta a las clases. La palabra que la gente elige para describirla es “miedo”, algo muy fuerte porque, si la población dice esto, cualquier estrategia que operes que no vaya en consonancia con lo que siente la gente es el poder mal utilizado. Pero ellos no se enteran de estas cosas porque no han convocado a los rectores, decanos o pensadores, no se pueden tomar decisiones desde un escritorio. Hay que dar herramientas y un marco de tranquilidad.