Opinión | jorge-f_-legarda |

Ahora la única operación es la Operación Unidad

Por Jorge F. Legarda

Sabíamos que iba a ser una jornada plena de emociones, de risas, aplausos, abrazos sentidos, caras que sugieren que una mano tendida como para saludar es casi casi un acto de violencia de género, voces que se quiebran y lágrimas contenidas y/o desaforadas: no era para menos. No sé para ustedes, pero para mí el momento liminar fue escuchar la voz de la locutora militante, se ve que el temita de los siete palos que le habían quedado debiendo de cuando presentaba con la solemnidad y el énfasis que la presentada merecía a la Presidenta de los Cuarenta Millones de Argentinos quedó arreglado por las buenas y podemos empezar de cero, ahora con el Presidente de la Unidad de los Argentinos. Presidente de la Unidad: primera señal para que tuviéramos en claro, desde antes de que asumiera, de qué va la gestión de Alberto. Aquí se acabó la grieta y los argentinos ya somos uno solo, por algo este Gobierno es el del Frente de Todos y no el del Frente de Algunos, aunque, como en algún momento no nos hemos privado de señalar, debió haber sido el Frente de Todes, o en todo caso el Frente de Todos, de Todas y de las identidades de género no binarias o binaries, y por qué no de las Personas no Humanas, a las que ha llegado la hora de reconocer, con Dylan y Prócer, como protagonistas de la maravillosa diversidad que existe en cada aspecto de la vida menos uno. Porque, como quedó demostrado con el primer acto de gobierno de Alberto inmediatamente después de la jura, el de entonar la marchita junto a los entusiasmados muchachos, algunos de ellos tan caracterizados defensores del pluralismo, como para reafirmar lo de Presidente de la Unidad, los argentinos seremos muy diversos pero en el fondo todos somos peronistas.



En rigor, el que ya había comprometido como objetivo de su gobierno lograr la unidad de todos los argentinos, en su propio mensaje inaugural del remotísimo 2015, era Mauricio, si mal no recordamos. Pero bueno, parece que con lo concentrado que estuvo en garantizar el clamoroso éxito en sus otros objetivos, dejar al país sin pobres y limpiar las calles de drogas y de narcotraficantes, lo de la unidad se le traspapeló un poco. El primer discurso de Alberto nos sugiere que tiene en claro cómo hacer para que a él le vaya mejor. Por ejemplo, en eso de que los que más tienen van a tener que poner para atender a los que menos tienen, ¿qué se puede esperar de los que más tienen sino una respuesta generosa y desprendida como la que siempre los ha caracterizado? Es gente gaucha y solidaria, a la que se le habla con el corazón y ahí nomás te responden con el bolsillo, es decir, vacían sus bolsillos para que al otro no le falte nada. En cualquier caso, el éxito está asegurado también para terminar con el hambre y la pobreza: basta con que le pregunte a la señora vicepresidenta, con quien se lleva tan bien, cómo hizo para bajarla al cuatro por ciento, tal como le informó al asombrado auditorio de un foro de la ONU celebrado en 2014 en Roma, y hacer un esfuercito más.



Lo mismo corre para esa otra promesa del discurso, de sacar a la política de los tribunales: volver a los dorados tiempos en que los presidentes y las presidentas y los ministros y las ministras se ocupaban de sus cosas y no tenían operadores que les sacaran adelante en tribunales los expedientes que les interesaba sacar y les cerraran los que les interesaba cerrar. Esa época en que si a una familia la sobreseían de una acusación por enriquecimiento ilícito, por dar un ejemplo aleatorio, vos podías estar seguro de que era porque todo su patrimonio estaba debidamente justificado y no porque alguien hubiera ido a agarrar del cogote a un juez irreprochable. El mismo juez irreprochable al que, si de golpe le caían por sorteo todas las causas que involucraban a funcionarios, podías estar seguro de que era por pura casualidad y no porque fuera el juez que más rápido se daba cuenta de que los funcionarios eran inocentes.



Eso sí, para que la política se mantenga lejos de los tribunales, el primer paso debe ser mantener a los políticos fuera de las cárceles, porque, como bien dice la principal consejera y favorecedora de nuestro Presidente de la Unidad, todo tiene que ver con todo. Ni falta que hizo que se conociera el proyecto de ley con que Alberto va a armar una Justicia justa como la que todos queremos para sacar a Julio De Vido y Roberto Baratta de las mazmorras del macrismo y enviarlos a pasar las Fiestas con sus respectivas familias. Bah, de hecho a otros magistrados más diligentes ni siquiera les había hecho falta escuchar el discurso de Alberto para que Cristóbal López y Fabián De Souza inauguraran ese mismo camino, y el primero hasta fue uno de los invitados de lujo a la jura, seguro que fue para ponerse a las órdenes de Alberto y ofrecerle generosamente, para repartir entre los pobres que tanto lo sensibilizan los ocho mil palos en impuesto a los combustibles que se había olvidado de pagar en tiempos en que no había operadores en los tribunales, esos tiempos dorados que ya están volviendo. Vamos che, un esfuercito más, faltan Lázaro, Amado, Milagro, en un gobierno nacional y popular no podemos pasar una Navidad con presos políticos.



Mientras leía por sobre el hombro del empeñoso orador el discurso que pronunciaba el presidente que nos supo legar, toda una declaración de principios en cuanto al rol que desea ocupar en esta etapa, Cristina habrá también seguramente estado pensando cómo ayudarlo en eso de terminar con las malas prácticas de los servicios de inteligencia. Teniendo en cuenta que Alberto ya le avisó a Beliz que no quiere ni acordarse de cómo se fue del gobierno de Néstor rumbo a un exilio de quince años, después de un inoportuno malentendido con Jaime Stiuso resuelto por el entonces presidente con su habitual sentido de la ética y el extraordinario don de gentes con que trataba a las personas de cuyos servicios se veía obligado a prescindir, seguro que valorará el consejo de su vice. Ella en su momento había probado poniendo al frente a uno de sus hombres de mayor confianza en cuanto a inteligencia se refiere, como Oscar Parrilli, pero el proceso iniciado con la incorporación como agentes de algunas decenas de militantes de La Cámpora deseosos de espiar a los enemigos de la Patria quedó trunco, y parece que lo de Alberto es más audaz: ¡eliminar los fondos reservados! Por si algún espíritu sensible piensa en qué van a hacer ahora los miles de agentes inorgánicos que cobran de esos fondos reservados, que no se preocupe por esta nueva clase de desocupados: seguro que gente tan formada y talentosa encontrará la manera de emprender alguna actividad honesta y productiva para hacer su contribución a la Argentina que se viene.



Y ahora que los operadores judiciales ya fueron, los operadores de los servicios también, nos quedan los más peligrosos de todos, los operadores mediáticos, que van a dejar de operar para pasar a desempeñarse en “medios vibrantes, comprometidos con la realidad”. ¿Y cómo los vamos a convencer de ponerse en línea? Ah, en esto a Alberto se le ocurrió una idea de lo más novedosa, que jamás se le había pasado por la cabeza a ningún predecesor: ¡con cambios en la estrategia para distribuir los fondos de publicidad oficial! Es que notó que durante el gobierno de Macri se habían gastado “un despropósito de propaganda estatal, en un país con hambre de pan y hambre de conocimientos", sin mencionar que en el segundo gobierno de Cristina se había gastado el doble en dólares, suponemos que porque entonces el que tenía hambre era porque estaba a dieta y por lo tanto poner esa módica fortuna no constituía ningún despropósito sino una inversión perfectamente razonable. En cualquier caso, se acabó: “No queremos avisos pagos con dinero de todos para que elogien las bondades del gobierno de turno”, no señor, la lectora de ojito abría los ídem como platos, seguro que en señal de aprobación porque, como en su época, los avisos oficiales van a “servir al mejoramiento de la calidad educativa”.



Y para que los medios elogien las bondades del gobierno de turno ya veremos la manera, algo se nos va a ocurrir. ¿Qué? ¿Gobernar bien? Y… La audacia de la propuesta nos resulta atractiva, pero no sé, por las dudas habría que ir pensando en un plan B. Por ahora que nos sancionen las leyes de emergencia y nos dejen las manos libres, que como ya sabemos son las condiciones que necesitan los gobernantes para que se les ocurran las ideas más creativas.