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Cierre de año sin expectativas: nada por acá, nada por allá

El empresariado ya no cree que la actual gestión tenga capacidad de respuestas para afrontar la crisis que se extiende, con algunos paréntesis, desde abril del año pasado. Al próximo gobierno le espera una ardua negociación para conseguir aportes sectoriales.  Por Gonzalo Dal Bianco

El nivel de inflación de agosto fue valorado por algunos economistas como algo más moderado de lo esperado. Incluso admiten que posiblemente las medidas del Gobierno, de eliminar el IVA a la canasta básica, congelar el precio de los combustibles y las tarifas de luz y gas, hayan tenido algún impacto importante para recortar el alza de precios que se desató luego de las primarias del domingo 11 del mes pasado.

Sin embargo, el índice es elevadísimo para cualquier economía que quisiera ubicarse dentro de una calificación “normal”. Por caso, algunos vecinos de Argentina acumularon entre 2015 y 2019 cifras de 9,7% en Chile, 8,5% en Perú y 11% en Paraguay. En el país, el acumulado de los primeros 8 meses del año llegó al 30% con un fuerte empuje de alimentos y bebidas, el rubro más sensible de los que releva todos los meses el Instituto de Estadísticas.

La devaluación de agosto quebró la tendencia de desaceleración de los meses previos, con un julio que reflejó un 2,2% de alza en los precios. Agosto casi lo duplicó. Pero además, le deja a septiembre un piso alto. Algunas consultoras adelantaron que este mes se ubicaría en torno al 6%, dejando en claro que ya nadie discute que las devaluaciones se pagan con inflación y pérdida de poder adquisitivo en los bolsillos de los asalariados. En realidad, se profundizará la pérdida que se viene registrando desde abril del año pasado, cuando se produjo la primera corrida cambiaria en medio de la fuerte sequía que le quitó una importante inyección de dólares a la economía nacional, que cíclicamente padece la escasez de billetes norteamericanos. Es lo que se recorta hacia adelante porque los compromisos de deuda que tiene el país para el año próximo escapan por lejos a las posibilidades que tiene Argentina de pagar. Eso implica que será necesaria una renegociación, que tendrá que llevar adelante el gobierno que asuma el 10 de diciembre.

No tendrá una tarea simple el próximo presidente, sea quien sea. Y necesitará de un respaldo y un diálogo aceitado de los más variados sectores. No será un período que comenzará prometiendo distribuir recursos. En realidad, se deberá sentar con todos a ver qué están dispuestos a recortar cada uno de ellos a favor del conjunto.

Alberto Fernández, que es el que claramente tiene más posibilidades de presidir el país los próximos cuatro años, ya empezó a tejer esas relaciones. La foto de Tucumán con Héctor Daer, uno de los integrantes del triunvirato de la CGT, y Miguel Acevedo, presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), debería leerse en ese sentido. También ratifica que amplios sectores de poder empezaron a reposicionarse, dado el resultado del 11 de agosto y que reconocen en otro, que ya no es Mauricio Macri, a quien ejercerá el mando de aquí en adelante. Justamente Macri fue el que a comienzos de su gestión, y cuando aún resonaba el eco de sus promesas de origen como pobreza cero y unión de los argentinos, había sugerido la posibilidad de una mesa de diálogo multisectorial. Algo se cruzó en el camino que prefirió tomar en otra dirección y abandonar aquella idea. Sí hay un reconocimiento de muchos actores de la actividad privada que le reconocen un diálogo a la actual gestión. Empresarios en general admiten que hay en eso un contraste importante con la gestión que encabezó Cristina Fernández de Kirchner, cuando hablar con autoridades solía ser demasiado dificultoso.

Sin embargo, también hay una definición que esta semana retumbó fuerte y cuya voz nació de los industriales. Los directivos de las organizaciones nacionales y provinciales consideran que “el Gobierno abandonó al sector y que no lo tuvo entre sus prioridades”. Lo expresó Acevedo y luego lo ratificó José Urtubey, el hermano del gobernador salteño que ocupa una silla como vocal del Consejo Directivo de la UIA.

Hay en ese sector productivo una certeza: las políticas del Gobierno perjudicaron a las fábricas que tuvieron, en los últimos cuatro años, más tiempo en caída de sus empresas que en crecimiento. Eso se reflejó incluso en la pérdida de puestos de trabajo que oficialmente se reconocen. Si bien es un sector que evita desprenderse rápidamente de mano de obra por las dificultades y los costos que después requiere reponerla, la sangría inevitablemente comenzó tras el extenso período recesivo.

En la última encuesta de la Unión Industrial de Córdoba (UIC), que se publica hoy, hay un dato que se recorta como central: la pérdida de expectativas que a esta altura ya tiene el empresariado. Traducido, ya no creen posible que este año exista algún rebote. Eso implica que no ven viable que este Gobierno les traiga respuestas positivas a las severas dificultades que tienen. La mira está puesta mucho más lejos y prenden velas para que la gestión que viene corra el eje y ponga el foco en la producción. Hay allí un pase de factura importante al Gobierno, al que respaldaron durante buena parte de la gestión, cuando se lo acusa de priorizar al sector financiero y la especulación, antes que a la economía real. Eso terminó impactando en el potencial electoral de Macri, a quien ya ven cada vez más como el presidente de un único mandato.