Opinión | gonzalo-dal-bianco |

Default selectivo, default virtual, default

El Gobierno debe conducir la crisis en el tramo final de su gestión y después de haber perdido por amplio margen las Paso. Las últimas medidas que tomó intentan una mayor disponibilidad de dólares para el control del tipo de cambio, que sigue caliente.

La Argentina camina otra vez por un estrecho desfiladero que se va haciendo cada vez más angosto. El sol está a punto de caer y no hay certezas de que la brújula funcione correctamente. La crisis fue tomando dimensiones insospechadas apenas 20 días atrás. Exactamente 20 días.

Claro que las tempestades no nacieron en aquel mojón del 11 de agosto por generación espontánea. Hubo en el largo camino un cúmulo de errores, de decisiones mal tomadas, de subestimación de problemáticas y de sobreestimación de capacidades. También falta de acuerdos y escaso margen para el diálogo. A esta altura habrá que sospechar fuertemente si los actores de la política tienen real interés de sentarse a debatir, más allá de las diferencias, para encontrar al menos un puñado de ejes sobre los cuales comenzar a reconstruir todo lo que se dañó, que es mucho. El gobierno de Mauricio Macri llegó proponiendo un consenso, la unión de los argentinos, y después explotó la grieta por réditos políticos para levantar el fantasma del pasado ante cada tormenta que se desplegaba. Fue una utilidad efímera. Apenas alcanzó para sostener su imagen y cierta intención de votos cuando la economía dio algún respiro, especialmente en aquel lejano 2017, el único de su gestión que cerró con crecimiento de PBI. Fueron tres años de caída y aquella excepción. El país siguió acumulando así fracasos económicos. Desde 2011, cuando comenzó el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, que la economía no crece. Eso implica que en los últimos 8 años cada argentino se volvió más pobre y que en términos del concierto internacional el país perdió casilleros de forma permanente. Hoy es el punto en el planisferio en el que se posan todas las miradas, estimando ya los contagios posibles. Muchos quisieran poner a la Argentina en aislamiento a esta altura.

Lo cierto es que esta semana hubo una profundización de la crisis que incluso fue mayor a la que se vivió luego de las Paso. Y aun teniendo en cuenta que el tipo de cambio de aquel martes 13 fue igual al del cierre de ayer.

Siguió bajando escalones la economía. Y esta semana el flamante ministro Hernán Lacunza, que limó su crédito a una velocidad inusitada después de asumir el temerario escenario que le dejó Nicolás Dujovne, anunció una serie de medidas adicionales que se sumaron a las lanzadas en el arranque de su gestión. Se complementaron ayer con lo dispuesto por el Banco Central. Todo apunta a un solo objetivo: evitar la salida de dólares y guardar poder de fuego porque la batalla contra el tipo de cambio parece recién comenzar. En ese proceso el Gobierno debió pasar por alto algunos de sus principios rectores. Pocos imaginaron que la gestión de Macri iba a tomar estas decisiones. Pero la realidad no le dejó opciones. Las opciones estuvieron antes.

Y la disposición respecto de la reprogramación de los pagos de Letes, Lecaps, Lelink y Lecer generó todo tipo de interpretación sobre si constituyó o no un default. En los economistas no hay muchas dudas sobre eso. Y lo explican de manera sencilla. Ayer Iván Carrino lo dijo en una frase: “La Argentina debía 100 y anunció que va a pagar 15 al momento del vencimiento y el resto en seis meses. Es decir que hubo un incumplimiento de su obligación, eso es un default”. En el mismo sentido se expresó el presidente del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, José Simonella: “Técnicamente es un default”.

En el medio hubo mucho esfuerzo por suavizar esa definición. Y así surgió “default selectivo” y “default virtual”. Fueron los mismos intentos que se escucharon horas antes al acuñar un nuevo concepto económico para los manuales del mundo que intentan entender el funcionamiento argentino: reperfilar.

El escenario económico se volvió caótico en los últimos días, dominado por un fuerte proceso de incertidumbre que aporta otro golpe letal a la actividad real. Por supuesto que el nuevo salto del dólar, que cerró la semana con un alza de 4,75 pesos con respecto a 7 días atrás, tendrá efecto en precios. Pero, antes que eso, está generando otra parálisis por falta de precios. En la economía argentina se perdió la referencia y entonces nadie quiere comprar o vender por temor a tomar una mala decisión y, en el peor de los casos, descapitalizarse y poner en riesgo una pequeña y mediana empresa o comercio. Y, como la expectativa y la confianza son dos ingredientes que nutren la rueda de la economía, resulta poco probable que se la vea en movimiento en el corto plazo. Se fue frenando y finalizó en medio del barro.

A esta altura el horizonte de las empresas se posiciona en 2020. Ya no tienen ninguna expectativa en recuperar algo de terreno este año. Por el contrario, todos los esfuerzos están puestos en pasar el temporal con el menor impacto posible. Para eso hay mucho trabajo interno. Revisión de los números e intento de mantener equilibrio en las cuentas, una misión cada vez más compleja. En el medio, la sangría laboral sigue su curso. Según los últimos datos del Ministerio de Trabajo, entre marzo de 2018 y junio de este año se perdieron más de 205 mil puestos.



Gonzalo Dal Bianco.  Redacción Puntal