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Una relación tensa, una dispersión que se repite

La elección municipal será importante para Schiaretti porque quiere reafirmar su poder en un escenario nacional complejo. En Río Cuarto, la UCR repite conductas que la golpearon este año.

Desde hoy, faltan exactamente 90 días para que los riocuartenses vayan a las urnas y cierren el extenso calendario electoral, que arrancó en mayo con la elección para gobernador, continuó en agosto con las primarias y tuvo su punto culminante el 27 de octubre, en las presidenciales. El 29 de marzo, Río Cuarto elegirá a su intendente para los próximos cuatro años: será una elección trascendente no sólo para la ciudad sino que tendrá además proyección provincial y nacional.

Para Juan Schiaretti, la reelección de Juan Manuel Llamosas es un objetivo primordial en 2020. Porque debería transformarse en una reafirmación del liderazgo del gobernador y en una ratificación de su centralidad dentro del territorio cordobés. Será la primera elección con Alberto Fernández como presidente y Schiaretti pretende exorcizar cualquier riesgo de debilitamiento político en el marco de una relación no exenta de complicaciones como la que existe con la Casa Rosada.

El resultado de Río Cuarto suele generar lecturas de alcance nacional. Ocurrió en 2008, cuando Juan Jure ganó en pleno conflicto con el campo, y en 2016, cuando Llamosas apareció en los medios nacionales como el peronista que le había ganado a Cambiemos en Córdoba.

El albertismo todavía no ha dado señales con respecto a su eventual participación en Río Cuarto pero en el Municipio dicen que conversarán para tratar de incorporar a ese grupo. La amenaza de un candidato del Frente de Todos se ha disipado en las últimas semanas y la estrategia parece ser hasta ahora que el resultado no se interprete como una derrota para el gobierno que recién se inicia. 

Desde la Casa Rosada han surgido en los últimos días movimientos que no deben resultar alentadores para el schiarettismo en términos de relacionamiento. El Presidente ha convocado para ocupar puestos importantes en dos áreas clave -transporte y obras- a dirigentes que no han seguido la línea trazada por Schiaretti. Walter Saieg, alineado con Carlos Caserio, y Gabriel Bermúdez, tendrán bajo su órbita la distribución de los subsidios al transporte, fundamentales para el proceso que se viene en un servicio al borde de la quiebra.

Pero, además, Fernández convocó a Martín Gill, intendente de Villa María, y lo tentó con la Secretaría de Obras Públicas, un cargo en el que se definen los criterios del reparto de los fondos para infraestructura. A Gill, desde que se inclinó por apoyar a Fernández y desoyó la directiva de concentrarse en la lista corta, el schiarettismo lo había confinado al lote de los intendentes desenfocados. Aparecía en tercera o cuarta línea en los actos en los que se convocaba al resto de los jefes comunales del peronismo cordobés. 

Transporte y obras constituyen ejes sobre los que la gestión de Schiaretti ha pivoteado y ha construido gran parte de su perfil gubernamental. Los boletos gratuitos y los proyectos como los gasoductos o las autovías conforman el ADN del proyecto del PJ provincial. 

Ahora, en esas dos áreas, quienes deciden en el gobierno nacional son dirigentes cordobeses que no están en términos envidiables con el gobierno de Schiaretti. Parece ser una devolución de gentilezas y un indicio de que al mandatario cordobés no le será sencillo establecer un vínculo fluido con el Presidente a pesar de las señales de buena voluntad que Schiaretti ha emitido en el Congreso, donde aportó sus cuatro diputados para que la Nación consiguiera primero quórum y después adhesiones en general a la ley de emergencia y solidaridad que se aprobó en un trámite veloz.

Schiaretti se expuso a ese riesgo cuando definió ser prescindente en las elecciones nacionales y cuando exteriorizó con sus acciones que no estaba dispuesto a ceder un milímetro su posición de hegemonía dentro del peronismo cordobés. Al alambrar su territorio, se estableció como alguien ajeno al esquema nacional y ese es el tratamiento que está recibiendo. Su apoyo público e irrestricto al campo contribuyó en el mismo sentido.

Por ahora, no hay evidencias de que el albertismo persiga el fin de trasladar esa incomodidad al plano electoral riocuartense. En parte, para resguardarse.

Aquí, el schiarettismo en el que se ha embanderado Llamosas puede beneficiarse con un cuadro de situación similar al que le permitió al gobernador conseguir una ventaja histórica de casi 40 puntos en la elección del 12 de mayo.

El radicalismo, que había prometido trabajar para conformar un polo opositor amplio que produjera un escenario de dos grandes actores enfrentándose en las municipales, se reacomodó pero no se unificó. Sí se ubicaron en un mismo sector Benigno Rins y Juan Jure, que en Río Cuarto apoyan la candidatura de Gabriel Abrile pero en la Legislatura siguen perteneciendo a bloques opositores distintos, pero ese reposicionamiento se agotó ahí. Fue puntual. Dirigentes radicales como Miguel Besso y Eduardo Scoppa terminaron conformando una agrupación propia y dos de los socios históricos -lo que queda del Frente Cívico y el Pro- ya no integran la alianza.

Fue esa misma dispersión la que posibilitó una holgura nunca vista para un peronista en la elección de este año por la gobernación.

Es decir, el radicalismo repite lo que aseguró que no iba a repetir y prefirió abroquelarse en una lista antes que diseñar un frente. Hay todavía conversaciones con algunas fuerzas pero la condición es que la lista de concejales no se toca; en esos términos, la negociación es vacua.

Pero, además, mientras el oficialismo está tratando de cerrar los focos de conflicto que se iniciaron, por ejemplo, con Adriana Nazario, el principal partido opositor deja pasar una oportunidad no menor: la implosión de Respeto, una fuerza que tenía 10 puntos porcentuales de intención de voto. En los últimos días, Pablo Carrizo, imputado por lesiones leves agravadas contra su expareja, anticipó que irá a la Justicia si el partido no habilita internas y cae en una conducta que él considera proscriptiva. ¿Qué hará Respeto? Si da la interna está en problemas; si no lo hace también. ¿Quiénes quedarán detrás de una eventual candidatura de Carrizo en una agrupación que hizo de la lucha contra la violencia de género uno de sus pilares fundamentales?

Respeto está en crisis. Hacia afuera y hacia adentro. Y en el escenario deja, por ahora, un espacio vacante. Están mostrando más vocación Besso y Scoppa, que conversan con el Frente Cívico y el Pro, que el radicalismo, que prefirió encerrarse en sí mismo.



Marcos Jure.  Redacción Puntal

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