La Universidad, una escuela de adultos y la Municipalidad de Las Higueras se juntaron para transformar los residuos de la planta cloacal de esa localidad en abono ecológico.
Convertir el excremento humano en tierra fresca a través de la lombricultura es el desafío
Reciclan los barros cloacales aplicando el compostaje y la producción de humus de lombriz. La UNRC junto con el colegio de adultos y el Municipio de Las Higueras armaron un consorcio de desarrollo tecnológico, productivo y educativo
Arrancarán, a modo de prueba piloto, con dos toneladas de barro crudo de la cloaca, con el que armarán en el patio del colegio seis cunas de dos metros de largo, uno de ancho y 50 centímetros de alto, para la siembra de lombrices, que al cabo de 5 o 6 meses habrán convertido en humus la mayor parte de esos oscuros y malolientes desechos. En este mundo en el que nadie sabe bien qué hacer con los desechos, mucho menos con los lóbregos e inmundos que a diario salen desde los inodoros, la lombricultura se presenta como una alternativa para aumentar la riqueza orgánica del suelo.
En esa planta de Las Higueras, para los efluentes se utiliza un tratamiento de tipo completo y se implementa un biodigestor (digestión anaeróbica). Como subproducto de la biodigestión se obtienen barros, que presentan una elevada carga de materia orgánica, que dificultan su posterior almacenamiento y disposición final.
Ahora usarán esos barros cloacales para criar lombrices y producir humus. Por medio de estos organismos transformadores, los desechos orgánicos se convertirán en un fertilizante natural, de aplicación agropecuaria, en huertas y jardines. Es una promisoria iniciativa por su fuerte impronta educativa y de transferencia de conocimientos desde los laboratorios universitarios a la comunidad, así como también porque si se lograran volúmenes importantes, podría resultar una actividad rentable. Con estudios químicos y microbiológicos de desechos, su posterior compostaje, la incorporación de lombrices y la obtención de humus, la Universidad Nacional de Río Cuarto, desde hace 30 años viene trabajando en esta línea estratégica de producción. La Facultad de Agronomía y Veterinaria posee históricos antecedentes en el reciclaje de desechos orgánicos, pecuarios, industriales, entre otros. Y, ahora va a incursionar en los barros cloacales.
“Con este trabajo se procura concientizar a la comunidad educativa y al personal de la planta de tratamiento para disminuir los riesgos en la salud pública y animal; transferir conocimientos técnicos simples para reciclar efluentes e implementar la comercialización del producto obtenido: compost-humus”, plantea este proyecto de extensión encarado de manera conjunta por tres instituciones estatales. La comunidad de Las Higueras tiene ocho mil habitantes y para sus efluentes cloacales posee una planta de tratamiento, ubicada en el predio del Área Material Río Cuarto. Y en esta localidad funciona el Cenma Remedios Escalada de San Martín, que desarrolla desde el año pasado un proyecto institucional transversal sobre el manejo de residuos. La meta es el reciclaje. En el ámbito de la UNRC, hay experiencias con desechos provenientes de rumiantes, residuos ganaderos que provienen de animales monogástricos, como los cerdos, y la fracción orgánica del domiciliario. Pero, esta es la primera vez que incursionan en un trabajo con residuos cloacales provenientes de una planta.
Se prevé impacto en lo social y en el desarrollo institucional. También en lo ecológico y ambiental, en particular en relación con los tratamientos y la disposición de residuos urbanos. Y en lo educativo, puesto que se pone en marcha un proceso de enseñanza y aprendizaje de tecnologías de reciclado de residuos, con la incorporación de la temática en las currículas.
El Municipio de Las Higueras se favorecerá con el aprovechamiento de desechos y la producción de humus. El colegio con la capacitación sobre la temática, en la búsqueda de soluciones sociales, ecológicas y económicas a partir del desarrollo de alternativas biotecnológicas y el reconocimiento de los desechos como factores de riesgo sanitario, a la vez que potenciales recursos a ser utilizados luego de su tratamiento. Y la UNRC podrá acentuar la concientización sobre la importancia del reciclaje de los barros cloacales, aplicando la tecnología de compostaje y producción de humus de lombriz, así como también la transferencia tecnológica en los diferentes niveles involucrados, promoviendo el aumento de la calidad de vida y el desarrollo sustentable.
La magister en Ciencias Agropecuarias, docente de las cátedras de Ecología y Manejo de Residuos Ganaderos, Viviana del Rosario Reynoso, es la directora de este novedoso desarrollo y comentó: “El proyecto de extensión surge a partir de un conjunto de trabajos. Tenemos muchos años de experiencia en lombricultura. Nosotros dependemos del Departamento de Básicas y trabajamos con un docente de la cátedra de Matemática, el profesor Facundo Bonino -codirector del proyecto-. Él da clases en el secundario nocturno de Las Higueras. Y hay una docente -la ingeniera química Soledad Novara-, que trabaja en la planta de tratamiento de líquidos cloacales de la localidad. Nosotros, por la Universidad, tenemos a cargo la parte teórica y práctica sobre cómo hacer el reciclaje, en este caso, de barros cloacales, utilizando la lombriz Eisenia Foetida”.
Reynoso, que desde hace 20 años es docente en la UNRC y además es secretaria técnica de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, puntualizó: “El eje es el reciclado. Es un trabajo con residuos cloacales, algo que se tira y que es contaminante para el medio ambiente. Se recupera para ser reutilizado, en este caso el compost, el lombricompuesto, que luego se verá si el colegio lo dispondrá para su propio uso o qué destino le dará. Es un proyecto piloto, y no se prevé que por ahora haya un volumen como para comercializarlo”.
“Lo maravilloso es que, de algo desagradable, con feo olor, peligroso, que nadie quiere ver, saldrá algo productivo. Los alumnos del colegio aplicarán las técnicas y después de cinco meses se va a abrir y se va tener un producto compatible con el medio ambiente y que puede utilizarse, semejante a tierra fresca. Eso se vuelve sumamente satisfactorio. Uno ahí se da cuenta de que vale la pena el reciclaje, porque no es tan difícil y es la maravilla de la propia vida, de algo que vuelve. Lo que era descartable vuelve a ser útil”.
Por su parte, Claudia Rodríguez, doctora en Ciencias Biológicas, profesora asociada de las cátedras de Ecología y Manejo de Residuos de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y especialista en la crianza de lombrices, dijo: “Es un residuo que si bien no es tan complejo para manejar, requiere de una serie de prácticas ad-hoc en relación con el manejo higiénico sanitario, por eso deben ser instruidos quienes van a estar directamente involucrados”.
La investigadora explicó: “Se saca el barro. Se trabaja sólo con el sedimento. Y, a partir de allí, se comienza con el proceso de compostaje, que consiste en hacer pilas, también llamadas cunas, que no pueden tener una altura superior a los 50 centímetros. El proceso requiere un tiempo de preparación para dar con las condiciones aeróbicas, para lograr la temperatura y el pH óptimos que necesitan las lombrices para poder vivir y comenzar a compostar. La defecación de estos anélidos es el humus buscado con el proceso”.
Reynoso, por su parte, apuntó: “Las camas deben estar estabilizadas, el barro se mezcla con paja y heno, de manera tal que se puedan conseguir las condiciones que se necesitan. No puede haber exudados de humedad. Esas cunas se sellan con pasto o con hojarasca y se procede a la siembra de lombrices. Después se las riega una o dos veces por semana, según el caso. El riego depende de la temperatura y el momento en el que se comienza. Sembrar es llevar las lombrices en bolsas, con un estiércol apropiado”.
Rodríguez comentó: “Una vez introducidas las lombrices en la cuna, comienzan a comer. Desde ese momento viene la espera, que es de entre cinco y seis meses -depende de la época del año y de la adaptación de los individuos al medio ofrecido-. Finalizado el proceso, se capturan las lombrices con trampas de guano fresco, para ser trasladadas a otra cuna. Se saca el sellado y se hace un zarandeo, se pone a secar y se saca el humus”. Y acotó: “En medio año, se puede lograr una eficiencia de un 30 a un 40 por ciento. Un resultado de importancia”.
La docente explicó: “La calidad del lombricompuesto se mide a través de una relación entre la concentración de carbono-nitrógeno. Es de mejor o inferior calidad de acuerdo con esa relación. Para un sustrato como éste, la relación óptima es de 20 -parte de carbono- a 1 -parte de nitrógeno-. Con el humus, eso puede bajar a una proporción de entre 9 y 13 a 1”. “E. foetida también cumple una función bactericida en sus intestinos. En el compost cuando nosotros equilibramos todo el residuo cloacal, con la temperatura óptima, bajan las cargas bacterianas que podrían estar dentro del sustrato original”.
Claudia Rodríguez viene trabajando en torno de la lombricultura desde el año ’90. Con anterioridad, en el ’86, comenzó con la temática en el colegio Agrotécnico de General Cabrera. Allí hubo todo un movimiento de reciclaje de desechos, con residuos pecuarios. Fue en la época en la que llegaron por primera vez las lombrices californianas a la zona. Ahí se hicieron las primeras cunas con estiércol de cerdo.
“Hay tecnologías simples y otras muy complejas y caras. No hace falta irse a Alemania o Francia y traer herramientas costosas para poder reciclar. Hay una serie de tecnologías sencillas que se pueden aplicar, aunque obviamente necesitan un fuerte basamento técnico”, remarcó.
Deolinda Abate Daga. Prensa UNRC
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En esa planta de Las Higueras, para los efluentes se utiliza un tratamiento de tipo completo y se implementa un biodigestor (digestión anaeróbica). Como subproducto de la biodigestión se obtienen barros, que presentan una elevada carga de materia orgánica, que dificultan su posterior almacenamiento y disposición final.
Ahora usarán esos barros cloacales para criar lombrices y producir humus. Por medio de estos organismos transformadores, los desechos orgánicos se convertirán en un fertilizante natural, de aplicación agropecuaria, en huertas y jardines. Es una promisoria iniciativa por su fuerte impronta educativa y de transferencia de conocimientos desde los laboratorios universitarios a la comunidad, así como también porque si se lograran volúmenes importantes, podría resultar una actividad rentable. Con estudios químicos y microbiológicos de desechos, su posterior compostaje, la incorporación de lombrices y la obtención de humus, la Universidad Nacional de Río Cuarto, desde hace 30 años viene trabajando en esta línea estratégica de producción. La Facultad de Agronomía y Veterinaria posee históricos antecedentes en el reciclaje de desechos orgánicos, pecuarios, industriales, entre otros. Y, ahora va a incursionar en los barros cloacales.
“Con este trabajo se procura concientizar a la comunidad educativa y al personal de la planta de tratamiento para disminuir los riesgos en la salud pública y animal; transferir conocimientos técnicos simples para reciclar efluentes e implementar la comercialización del producto obtenido: compost-humus”, plantea este proyecto de extensión encarado de manera conjunta por tres instituciones estatales. La comunidad de Las Higueras tiene ocho mil habitantes y para sus efluentes cloacales posee una planta de tratamiento, ubicada en el predio del Área Material Río Cuarto. Y en esta localidad funciona el Cenma Remedios Escalada de San Martín, que desarrolla desde el año pasado un proyecto institucional transversal sobre el manejo de residuos. La meta es el reciclaje. En el ámbito de la UNRC, hay experiencias con desechos provenientes de rumiantes, residuos ganaderos que provienen de animales monogástricos, como los cerdos, y la fracción orgánica del domiciliario. Pero, esta es la primera vez que incursionan en un trabajo con residuos cloacales provenientes de una planta.
Se prevé impacto en lo social y en el desarrollo institucional. También en lo ecológico y ambiental, en particular en relación con los tratamientos y la disposición de residuos urbanos. Y en lo educativo, puesto que se pone en marcha un proceso de enseñanza y aprendizaje de tecnologías de reciclado de residuos, con la incorporación de la temática en las currículas.
El Municipio de Las Higueras se favorecerá con el aprovechamiento de desechos y la producción de humus. El colegio con la capacitación sobre la temática, en la búsqueda de soluciones sociales, ecológicas y económicas a partir del desarrollo de alternativas biotecnológicas y el reconocimiento de los desechos como factores de riesgo sanitario, a la vez que potenciales recursos a ser utilizados luego de su tratamiento. Y la UNRC podrá acentuar la concientización sobre la importancia del reciclaje de los barros cloacales, aplicando la tecnología de compostaje y producción de humus de lombriz, así como también la transferencia tecnológica en los diferentes niveles involucrados, promoviendo el aumento de la calidad de vida y el desarrollo sustentable.
La magister en Ciencias Agropecuarias, docente de las cátedras de Ecología y Manejo de Residuos Ganaderos, Viviana del Rosario Reynoso, es la directora de este novedoso desarrollo y comentó: “El proyecto de extensión surge a partir de un conjunto de trabajos. Tenemos muchos años de experiencia en lombricultura. Nosotros dependemos del Departamento de Básicas y trabajamos con un docente de la cátedra de Matemática, el profesor Facundo Bonino -codirector del proyecto-. Él da clases en el secundario nocturno de Las Higueras. Y hay una docente -la ingeniera química Soledad Novara-, que trabaja en la planta de tratamiento de líquidos cloacales de la localidad. Nosotros, por la Universidad, tenemos a cargo la parte teórica y práctica sobre cómo hacer el reciclaje, en este caso, de barros cloacales, utilizando la lombriz Eisenia Foetida”.
Reynoso, que desde hace 20 años es docente en la UNRC y además es secretaria técnica de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, puntualizó: “El eje es el reciclado. Es un trabajo con residuos cloacales, algo que se tira y que es contaminante para el medio ambiente. Se recupera para ser reutilizado, en este caso el compost, el lombricompuesto, que luego se verá si el colegio lo dispondrá para su propio uso o qué destino le dará. Es un proyecto piloto, y no se prevé que por ahora haya un volumen como para comercializarlo”.
“Lo maravilloso es que, de algo desagradable, con feo olor, peligroso, que nadie quiere ver, saldrá algo productivo. Los alumnos del colegio aplicarán las técnicas y después de cinco meses se va a abrir y se va tener un producto compatible con el medio ambiente y que puede utilizarse, semejante a tierra fresca. Eso se vuelve sumamente satisfactorio. Uno ahí se da cuenta de que vale la pena el reciclaje, porque no es tan difícil y es la maravilla de la propia vida, de algo que vuelve. Lo que era descartable vuelve a ser útil”.
Por su parte, Claudia Rodríguez, doctora en Ciencias Biológicas, profesora asociada de las cátedras de Ecología y Manejo de Residuos de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y especialista en la crianza de lombrices, dijo: “Es un residuo que si bien no es tan complejo para manejar, requiere de una serie de prácticas ad-hoc en relación con el manejo higiénico sanitario, por eso deben ser instruidos quienes van a estar directamente involucrados”.
La investigadora explicó: “Se saca el barro. Se trabaja sólo con el sedimento. Y, a partir de allí, se comienza con el proceso de compostaje, que consiste en hacer pilas, también llamadas cunas, que no pueden tener una altura superior a los 50 centímetros. El proceso requiere un tiempo de preparación para dar con las condiciones aeróbicas, para lograr la temperatura y el pH óptimos que necesitan las lombrices para poder vivir y comenzar a compostar. La defecación de estos anélidos es el humus buscado con el proceso”.
Reynoso, por su parte, apuntó: “Las camas deben estar estabilizadas, el barro se mezcla con paja y heno, de manera tal que se puedan conseguir las condiciones que se necesitan. No puede haber exudados de humedad. Esas cunas se sellan con pasto o con hojarasca y se procede a la siembra de lombrices. Después se las riega una o dos veces por semana, según el caso. El riego depende de la temperatura y el momento en el que se comienza. Sembrar es llevar las lombrices en bolsas, con un estiércol apropiado”.
Rodríguez comentó: “Una vez introducidas las lombrices en la cuna, comienzan a comer. Desde ese momento viene la espera, que es de entre cinco y seis meses -depende de la época del año y de la adaptación de los individuos al medio ofrecido-. Finalizado el proceso, se capturan las lombrices con trampas de guano fresco, para ser trasladadas a otra cuna. Se saca el sellado y se hace un zarandeo, se pone a secar y se saca el humus”. Y acotó: “En medio año, se puede lograr una eficiencia de un 30 a un 40 por ciento. Un resultado de importancia”.
La docente explicó: “La calidad del lombricompuesto se mide a través de una relación entre la concentración de carbono-nitrógeno. Es de mejor o inferior calidad de acuerdo con esa relación. Para un sustrato como éste, la relación óptima es de 20 -parte de carbono- a 1 -parte de nitrógeno-. Con el humus, eso puede bajar a una proporción de entre 9 y 13 a 1”. “E. foetida también cumple una función bactericida en sus intestinos. En el compost cuando nosotros equilibramos todo el residuo cloacal, con la temperatura óptima, bajan las cargas bacterianas que podrían estar dentro del sustrato original”.
Claudia Rodríguez viene trabajando en torno de la lombricultura desde el año ’90. Con anterioridad, en el ’86, comenzó con la temática en el colegio Agrotécnico de General Cabrera. Allí hubo todo un movimiento de reciclaje de desechos, con residuos pecuarios. Fue en la época en la que llegaron por primera vez las lombrices californianas a la zona. Ahí se hicieron las primeras cunas con estiércol de cerdo.
“Hay tecnologías simples y otras muy complejas y caras. No hace falta irse a Alemania o Francia y traer herramientas costosas para poder reciclar. Hay una serie de tecnologías sencillas que se pueden aplicar, aunque obviamente necesitan un fuerte basamento técnico”, remarcó.
Deolinda Abate Daga. Prensa UNRC