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Incertidumbre, culpa y miedo, sensaciones de fin de año en un 2020 con pandemia

El centro de investigación Nodos, desde su departamento de Adultos, realizó un informe sobre las consultas más frecuentes durante estos últimos meses y se refirieron a la tensión que se vive en las Fiestas. "Es razonable sentirse mal en este contexto", indican.

En su análisis de cierre de año, el departamento de Adultos del centro de investigación en neuropsicología cognitiva “Nodos”, el equipo de profesionales realizó una evaluación del malestar emocional en relación a la pandemia. Los psicólogos con formación cognitiva-conductual y contextual se preguntaron “¿Cómo estamos y cómo llegamos a fin de año?”, y llegaron a la conclusión de que una serie de sensaciones fueron frecuentes entre los pacientes, involucrando incertidumbre, miedo y culpa, entre otras.

El equipo del departamento, en el centro dirigido por Juan Pablo Zorza y Nicolás Fabbro, hizo un relevamiento de cómo se presentó el 2020 en las consultas de los pacientes y señalaron que sobre lo que normalmente se observa a fin de año, con todas las tensiones propias de las fiestas, este año la ciudadanía contó con un agravante en el contexto de pandemia por el Covid-19.

Franca Fabbro, Margarita Venturín, Mercedes Remondino y Macarena Furnari, junto a Nicolás Fabbro, integran este departamento dentro de Nodos, y aseguraron que “la incertidumbre estuvo presente desde el principio de todo, pero notamos que fue ‘mutando’ durante el tiempo y sobre todo, manifestándose de distintas formas en cada grupo etario”. En este sentido, el estudio da cuenta de que en el caso de los adultos mayores “estuvo la incertidumbre de hasta cuándo voy a estar encerrado, qué pasa si me contagio, estará bien si veo o no a mi familia”; en cuanto a los adultos, la inquietud estaba también en “los aspectos laborales, que al día de hoy siguen estando en muchos casos, como el cuándo volveré a la oficina, cuándo se termina el home office, cuándo mis hijos volverán a sus rutinas, tanto con hijos en jardín como también hijos universitarios”.

Por otra parte, indicaron que en la población adulta surgieron muchos interrogantes de cuándo se recuperarían las rutinas y los planes, sumado a preguntas como: “¿Si me contagio qué pasa?, ¿Podré aislarme? ¿Habré contagiado? ¿Tendrá alguna secuela este virus?”.

El “hartazgo del cansancio” es otro de los ejes que se presentaron mucho este año en sus pacientes. “Una frase recurrente –indicaron- fue: ‘Estoy cansado de estar cansado’. Tiene que ver con esta sensación de que la pandemia no termina nunca, y en realidad no está vinculado a cuándo se supera la pandemia en sí sino con todo lo que lo que trajo, y que todavía sigue estando presente entre nosotros”, indicaron, y ejemplificaron: “Los barbijos, restricciones por distanciamiento, limpieza y el uso alcohol en el gel, y sobre todo: el cansancio del monotema, donde uno va, lee, o ve, desde redes sociales, televisión y radio, siempre en algún momento se habla o se escucha algo del Covid, acompañado de mucha sobreinformación y mala información”.

Finalmente, el equipo de Nodos hace referencia al sentimiento de culpa: “Principalmente relacionado con ser el que ‘tiene’ el virus, y el que ‘contagia” a sus seres queridos. Estamos frente un enemigo invisible, algo que excede a nuestro control, como son el virus y el contagio. Porque por más que uno haya tenido todos los cuidados para evitar contagiarse, podía y puede hacerlo”.

Otros temas

Entre otros puntos, los especialistas consideraron que fue frecuente la aparición de un chivo expiatorio, algo relacionado al sentimiento de culpa, con la necesidad de buscar un culpable de haber contagiado, “donde uno se desligaba de toda responsabilidad, poniendo la culpa en ese otro que ‘me contagió’”, explicaron. Con esto, surgieron etiquetas que se mantienen vigentes: “Team Covid, team No-Covid, team de los que no se enteraron o team de los que creen que lo tuvieron”, indicaron.

“Creemos que lo que más representa este fin de año es un pensamiento mágico que desde la psicología cognitiva sería aquel vinculado a creer que los pensamientos pueden tener consecuencias en el mundo externo, sin ninguna base empírica”, señalan desde Nodos, y explican: “Este pensamiento tiene también una función adaptativa, que es el poder ayudar a disminuir ciertos montos de ansiedad”. Para ejemplificar, consideran que con el fin del año y el inicio del 2021 se puede controlar algo de un modo más sencillo.

“Es razonable estar mal en un contexto así”, aseguran los profesionales desde una mirada de la psicología contextual. “Primero que todo es importante contextualizar que la ansiedad es un mecanismo fisiológico adaptativo frente a una amenaza, el cual no siempre es una patología, aunque sí cuando en cantidad y calidad desborda o afecta la vida cotidiana de la persona, limitando su actuar. Ahí es cuando, en general, las personas buscan el control del síntoma para retomar sus vidas, para hacerlas más ricas o ser más libres”, señalan y agregan: “Hay un concepto que no se puede dejar de nombrar del trabajo desde Terapia de Aceptación y Compromiso, evitación experiencial destructiva (Hayes et al., 1996; Lucaino y Hayes, 2001), que consiste en evitar, o la lucha del individuo en contra de las propias experiencias emocionales y cognitivas de malestar”.

Sobre esto, ejemplifican: “Cuando una persona con incertidumbre en relación a la pandemia o al virus se sobreinforma, no está evitando la incertidumbre en sí, sino sus pensamientos, sentimientos y sensaciones relacionados con ello. Una persona con miedo al Covid, en esencia, no evita la enfermedad sino la activación emocional que aparece en presencia de esto, la activación, los recuerdos sobre esto, las sensaciones, pensamientos y sentimientos. Entonces, esto es el centro de los problemas de ansiedad: el miedo al miedo, el temor a los afectos valorados como negativos, la angustia por pensamientos desagradables, el temor a tener sensaciones de descontrol; al que se le suma el desgastante trabajo de hacer todo lo posible por evitar, por no contactar con dichas experiencias de una forma inflexible y como requisito para vivir”.

Tener en cuenta el contexto

En diálogo con Puntal, la licenciada en Psicología Franca Fabbro (MP: 8149), integrante del departamento de Adultos de Nodos que elaboró el informe, explicó que ante el escenario actual “nos preguntamos ¿qué veíamos en el consultorio en este año tan inusual?, y dividimos lo vivido en tres momentos en los que las preguntas iban cambiando: primero, las dudas de qué era el Covid-19, si era grave y cuánto iba a durar; luego, lo relacionado a si podríamos adaptarnos a la modalidad de trabajo en oficina; y por último, hasta cuándo seguiríamos así”.

En tanto, explicó que “después vimos que estos momentos tenían ejes en común, como la incertidumbre, que también fue cambiando de acuerdo a cada grupo etario; el hecho de estar cansado de esta incertidumbre y de todos los hábitos o normas que nos plantearon desde el inicio de esta situación, como el uso del barbijo o no poder ver a una determinada persona, la limpieza de las cosas”.

- En el marco del aislamiento social preventivo la gente pasó mucho tiempo en la casa, y esto generó situaciones que despertaron otras sensaciones.

- El que vive con otras personas empezó a estar mucho tiempo con gente y tuvo que pensar en la distribución de los espacios, mientras que el que vive solo debió estar sin contacto con otras personas, y se generaron sentimientos como el de aburrimiento, que es una sensación que conlleva la activación de pensamiento y que por momentos puede ser sobre cosas desagradables. Desde las teorías que manejamos, de lo cognitivo contextual, consideramos que no está mal estar mal, más en un contexto así, es natural sentirse así siendo que una está encerrado las 24 horas toda la semana. Es algo importante para que la gente lo sepa.

Fabbro indicó que en relación a esta sensación de estar aburridos surgía el pensamiento de qué hacer para aprovechar ese tiempo, y así se recordaba alguna actividad que antes le resultaba agradable a la persona; “fue una oportunidad de desarrollar la creatividad, de compartir ideas con la familia o en las redes, de explorar formas nuevas de comunicarnos con quienes antes quizás no se hablaba tanto por teléfono, pero siempre en dirección a evitar el malestar, no tanto para conectar con el arte interno, y luego fue mutando con algunos intereses que llevaban a sensaciones lindas”, comentó la especialista.

- Se aproximan las fiestas, que siempre generan la movilización de algunos sentimientos de tensión, ¿en este contexto significan un agravante a la situación?

- Podría considerárselo en el sentido de que eleva estas sensaciones de incertidumbre, del cansancio, de la culpa y el miedo de juntarnos con nuestros abuelos después de estar cuidándolos todo el año. Todos tenemos arraigado el hecho de juntarnos con la familia a comer para las fiestas, pero este año ha sido muy raro.

- ¿Qué recomendaciones brindan para el ingreso a esta “nueva normalidad”?

- Todos tendemos a intentar controlar lo que nos sucede, se piensa que se termina el año y el próximo podremos hacer lo que ahora no. Es natural intentar evitar el hecho de tener una sensación desagradable, pero al evitarlo también evitamos la activación que me genera. Es decir, una persona que le tiene miedo al Covid no evita la enfermedad, sino la activación que le genera, los pensamientos, las sensaciones. Por eso recomendamos relacionarse con estas emociones que aparecen de una manera más amable, de intentar sacar la necesidad de controlarlo, porque en definitiva uno no elige tener culpa o miedo, y flexibilizar cómo reaccionamos ante esta sensación.