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La increíble historia de Don Mario: le prestaron 50 hectáreas para un ensayo y construyó una mega empresa semillera

Es un unicornio del agro que está llegando a Australia para tener presencia en los 5 continentes. Es una compañía familiar que desarrolla genética en soja, maíz, trigo y girasol. Tiene una fuerte presencia en Brasil, su principal mercado. Hoy da empleo a 3.500 personas y el año pasado facturó casi 900 millones de dólares

Siempre hay un primer paso, una decisión chiquita que marca el inicio de un camino que es difícil finalmente saber hacia dónde conducirá. Pero la historia de Don Mario, la mega semillera argentina nacida en Chacabuco, en la provincia de Buenos Aires, es un caso para abonar la literatura de los emprendedores exitosos. Claro que con algunas contramarchas en el camino, como todos.

Pero hoy poco menos de la mitad de la soja sembrada en el mundo tiene genética de Don Mario y la empresa es una de las pocas globales que nacieron “tierra adentro” en la Argentina. Viene de facturar casi 900 millones de dólares el año pasado y tiene operaciones en Estados Unidos, China, Europa, Sudáfrica y buena parte de los países sudamericanos, en particular Brasil, donde tiene su base más relevante. En total, hoy trabajan 3.500 personas en la compañía.

¿Pero cómo se construyó este unicornio del agro argentino? Lo cuenta Ignacio Bartolomé, el actual CEO de la compañía que fundó su padre Gerardo en los ’80, cuando la soja era escasamente conocida en el país. La primera decisión de Gerardo fue estudiar Agronomía cuando en su familia no había contacto con el campo: el padre era despachante de aduanas y la familia vivía en la ciudad de Buenos Aires, lejos de una tranquera. Pero fue ese primer paso el que lo llevaría a construir una empresa que nunca dejó de crecer.

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“Ahora somos Grupo Don Mario (GDM) porque después Don Mario fue una de las marcas principales de la compañía y desarrollamos otras marcas más. Mi viejo era de Buenos Aires, no tenía mucha relación con el campo, pero decidió estudiar Agronomía y se enamoró del campo, se enamoró de las plantas. Y para arrancar, con un socio que se llamaba César Belloso, que ahora está en Pergamino, tenían que encontrar algún campo para ir a producir soja, que era un cultivo que casi no existía en ese momento. En los ‘80 se hacían apenas un millón de hectáreas”, comenzó relatando Ignacio Bartolomé, el joven de 36 años que hoy es el director ejecutivo de la compañía y que estuvo en Río Cuarto para participar de la Experiencia Endeavor. Su historia fue una de las más relevantes de la jornada de emprendedurismo realizada en el salón de la Sociedad Rural.

“Mi viejo hacía una tesis de soja en ese momento, y pensó que ese cultivo podría funcionar en Argentina. Había que empezar a desarrollar la tecnología, las prácticas de manejo, cómo sembrar, porque no se conocía. Entonces necesitaban algo de campo para empezar a producir y empezar a hacer algunos ensayos”, explicó el CEO.

¿Cómo arrancar sin recursos y sin campo? Eso no fue un obstáculo para Gerardo Bartolomé porque junto con su socio César Belloso buscaron capital para emprender y consiguieron 15 mil dólares. En ese momento, ya eran 6 los socios que se lanzaban a la aventura de emprender. “Encontraron la plata y necesitaban un campo. Entonces, los padres de César Belloso, el socio de mi viejo, tenían un campo en Chacabuco de 50 hectáreas, y bueno, pidieron que les presten el campo. Era el único que consiguieron, por eso empezaron en Chacabuco”, recordó Ignacio Bartolomé.

Y agregó: “Es una historia de innovación, que no tiene tanto que ver con la tecnología digital. Es decir, arrancó en Argentina, con un cultivo que estaba apareciendo, y no había variedades que se adaptaran a la región. Por eso mi viejo empezó a buscar por el mundo dónde había una zona agroecológica similar a la de la Pampa, en Argentina, a Chacabuco, básicamente”, recordó el actual CEO.

Así fue como Gerardo llegó a Estados Unidos, donde se habían desarrollado variedades en la zona de Kentucky, una región agroecológica parecida, pero con la particularidad de que se trataba de variedades de grupos mucho más cortos que las que se plantaban en Argentina. En el país se utilizaban por esos años los grupos seis, con ciclos más largos, y eran más para forraje que para grano. Y en Estados Unidos se empezaron a sembrar grupos cuatro, que era un ciclo más corto, que permitía escaparle a algunas enfermedades, mientras lograban aumentar el rendimiento y tener menos tiempo la planta en el campo, que siempre es una forma de recortar el riesgo.

“Entonces, lo que hizo fue empezar a traer variedades de Estados Unidos, contactándose con universidades en Estados Unidos y con empresas chicas de semillas para que le manden variedades. En ese momento no había teléfono, no había internet, nada. Entonces, escribió ochenta cartas. Contándoles que estaba empezando a trabajar semillas, y que le interesaba licenciar genética, y si estaban interesados, que le enviaran las muestras; que las probaba y si funcionaban, hacían un negocio”, relató Ignacio Bartolomé.

Y recordó: “Tenía un amigo cura, que estaba yendo a Ohio, no sé por qué tema, y entonces le pidió que vaya a una feria, tipo Expoagro, para agarrar varios folletos, y de ahí extraer la dirección de la compañía para mandar una carta. Uno le respondió, un hombre de Indiana que terminó siendo amigo de la familia. Es más, después terminé yendo a su casa un tiempo a estudiar inglés”.

El CEO de Don Mario contó allí que finalmente las variedades que llegaron desde Estados Unidos comenzaron a funcionar y el vínculo con el país del norte empezó a ser más fluido para incorporar genética. Luego fue necesario hacer foco también en los productores, para que adopten una nueva variedad de ciclo más corto y que la soja comience a ganar terreno. Así empezaron a confiar, a probar, y finalmente a sembrar, y se extendieron los grupos 4 que actualmente representan el 60% del área de soja. En los años ’80 representaban el 12% de una superficie mínima. Hoy se estima que para esta campaña que empieza se utilizarán unas 18 millones de hectáreas para soja.

“Después de los 80, sigue ese camino, y en los ‘90 compramos un programa para empezar a hacer mejoramientos genéticos para la Argentina, porque ya la mayoría de las variedades americanas estaban llegando a un techo. Entonces empezamos a hacer un programa de mejoramiento local para poder seguir aumentando el rendimiento”, remarcó Ignacio Bartolomé.

Grupo Don Mario hace hoy mejoramiento genético vegetal, en soja, trigo, maíz, y girasol. “Lo que hacemos es cruzar las variedades. Agarramos dos variedades que tienen mucho rendimiento y mucho potencial, las cruzamos y eso genera un montón de hijos e hijas de las variedades. Todas esas progenies las agarramos, las separamos en muchas localidades diferentes, en diferentes regiones, las testeamos para ver cuál es la que más rinde, agarramos la que más rinde, la sacamos, la probamos otro año más para ver si sigue manteniendo ese rendimiento. Después esa variedad se convierte en una variedad comercial y las variedades que más rinden vuelven a ser padres para volver al programa de mejoramiento”, explicó Ignacio Bartolomé. El proceso dura unos tres años, un cuarto de lo que duraba en sus comienzos.

Hoy el unicornio del agro surgido de Chacabuco, una ciudad de casi 55 mil habitantes, es una empresa familiar. De los 6 socios iniciales sólo quedó Gerardo y su familia. Y desde hace tres años, Ignacio reemplazó a su padre como director ejecutivo de la compañía. “Algunos se fueron yendo en un, otros en otro, entraron otros en el medio, salieron; fue cambiando la composición pero hoy está sólo nuestra familia”, destacó Ignacio Bartolomé, que no siempre trabajó en GDM, sino que primero se quiso probar en otras alternativas y así fue que luego de estudiar en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires la Licenciatura en Administración de Empresas y Desarrollo de Software, armó su propia empresa vinculada al agro con dos amigos, trabajó para Dreyfus y finalmente en los Estados Unidos comenzó a preparar el desembarco de Grupo Don Mario. “Básicamente arrancamos el negocio en Estados Unidos; teníamos 4 empleados y empezamos a crecer y desarrollar nuestra estrategia allá por el año 2016”, recordó.

Ahora la atención está puesta en el último continente que le queda por presentar a GDM, y para eso ya están desembarcando en Australia.

Pero el trabajo fuerte de Don Mario está enfocado “en el mejoramiento genético, o sea, eso creo que todavía sigue siendo lo que el productor más busca, que básicamente es más rendimiento para el campo. Ahora estamos tratando de implementar muchas tecnologías en la dirección del mejoramiento, y en lugar de hacer ese proceso que hablaba antes de selección, y cruzar, ver qué pasa y seleccionar, avanzamos con un modelo de predicción utilizando software y simulando. Los plazos podrían pasar a ser días o semanas”, explicó Bartolomé.

“El tema es que, como todo, creo que en este desarrollo tenés que interactuar mucho con la realidad; entonces hay que desarrollarlo en la computadora, convertirlo en una planta, probarla en el campo y ver qué pasa. Porque es biología. Entonces, estamos haciendo mucho ese proceso para acelerar el mejoramiento genético a través de la predicción y poder empezar a descubrir genes que den ciertas características a alguna especie, al trigo, a la soja, al maíz o al girasol. Por ejemplo, encontrar un gen que nos permita aumentar la cantidad de aceite que tiene la soja sin perder rendimiento para poder hacer combustible para aviones más eficiente”, sintetizó el ejecutivo de Don Mario.

“Al fin y al cabo, lo que hacemos todos los días es aumentar la productividad por hectárea, que es lo más sustentable del mundo. Podés generar más grano, que genera más combustible y más alimentos por la misma superficie y la misma cantidad de insumos. Pero además de eso, del rendimiento, también tratamos de buscar este tipo de productos que son tal vez más particulares para alguna industria en particular. O para algún problema que tiene el productor en alguna región en particular”, concluyó Bartolomé, la segunda generación de una empresa argentina que hoy está invirtiendo fuerte en Estados Unidos, China y Europa.