La Came difundió ayer un nuevo reporte de las ventas minoristas correspondientes a mayo y el resultado no sorprendió: nueva caída como consecuencia del triunfo de la inflación por sobre los ingresos. En simultáneo, la Federación Comercial de Córdoba (Fedecom) con la misma tendencia, pero más profunda porque en la provincia el derrumbe fue del 4,8% contra el 2,8% nacional.
Un frío que empieza a sentirse cada vez más
No sólo las ventas generales retroceden con la suba inflacionaria, sino especialmente los alimentos y bebidas, una línea de alto riesgo en lo social. Los ingresos ya no resisten la carrera. Podría desacelerar la inflación, pero poner en riesgo el empleo
Hay en esos resultados un dato aun más preocupante: se venden cada vez menos alimentos. La comercialización de comestibles cae incluso por encima del promedio general de rubros. En abril fue el sector que más se desplomó en Córdoba. En mayo sólo le ganaron electrodomésticos y electrónicos, neumáticos y repuestos. Igual ocupó el podio.
Se sabe que, de todos los destinos que tienen los ingresos de una familia, lo último que se recorta es alimentos, lo más elemental. Ahí se está cayendo el consumo, para dimensionar la profundidad de la crisis actual.
En ese punto hay que recordar que la pobreza y la indigencia se miden en función de canastas particulares elaboradas por el Indec y que representan un promedio de consumo de las familias. La más básica es la de alimentos, la de pobreza incluye algunos otros elementos.
El último dato publicado corresponde a abril y allí se conoció que una familia tipo necesitó ese mes 203.361 pesos para no ser considerada pobre, lo que representó un aumento del 6,3% con respecto al mes de marzo. Además, se necesitan 94.148 pesos para superar el límite de la indigencia, un 7,3% por encima del mes anterior.
Fue un mes excepcional abril porque los alimentos subieron menos que el índice general de precios. No venía siendo así en los meses previos. Y eso genera también una distorsión porque quienes tienen salarios bajo convenio (trabajadores registrados) acuerdan sus recomposiciones sobre la base del índice general, pero los alimentos suben por encima y se llevan un porcentaje cada vez mayor. Eso termina acelerando el deterioro de quienes apenas se logran sostener por encima de la línea de pobreza.
El economista Leopodo Tornarolli, especialista en temáticas de distribución del ingreso, desigualdad y pobreza, suma un elemento más al análisis: en 2022 hubo aumento del PBI en el país y, sin embargo, creció la pobreza, lo que podría parecer una paradoja. La explicación radica en que el crecimiento del 5,2% del producto bruto no fue homogéneo sino que alcanzó el 6% en la primera mitad del año y luego fue desacelerándose hasta casi eliminarse en diciembre. En ese segundo tramo de 2022 fue que se dio la aceleración inflacionaria, tras la salida de Martín Guzmán de Economía, cuando alcanzó un nuevo escalón del que aún en estos últimos meses se avanzó un poco más.
Y completa el análisis remarcando que a fin de año los bienes y servicios que conforman la canasta con la que se mide tanto la pobreza como la indigencia subieron más que el resto de los bienes y servicios de la economía.En definitiva, mientras se remarca que los ingresos de la población corrieron por detrás del índice inflacionario, lo hicieron aun más lejos de las canastas. Eso da más pobreza, aunque no necesariamente más indigencia. Esta última categoría se mantiene estable debido en parte a la inyección de recursos del Estado, en sus distintos niveles.
La resistencia de los ingresos fue superada finalmente, los diques de contención que tenían empezaron a ceder y con eso el riesgo de una profundización del freno económico se acentúa. Es lo que vienen detectando los relevamientos de Came y Fedecom. De hecho, la entidad cordobesa lleva 12 meses consecutivos de retroceso en los niveles de venta, no es algo nuevo. Pero sí la profundidad de este último mes provocó una señal de alarma más sonora.
Si los salarios ya no pueden acompañar la inflación, entonces no pueden seguir convalidando precios. Por eso empieza a caer el consumo y la actividad económica se deteriora. Tal vez sea el antídoto contra una escalada mayor de la inflación. En un ideal de mercado los precios suben hasta que son convalidados; cuando la demanda cede, empiezan a detenerse porque la idea primaria del que produce o comercia es vender.
Ahora, si las ventas siguen cayendo pueden provocar una desaceleración inflacionaria o al menos contener la suba y que se amesete, pero esa aparente buena noticia esconde otro escenario económico: menos ventas implica menos producción y eso conduce a un escenario en el que el empleo empieza a estar en riesgo.
Se suman además dificultades surgidas de decisiones políticas en ese sentido. En el cierre de la semana pasada, el ministro de Industria de Córdoba, Eduardo Accastello, recibió a una serie de empresarios de primera línea de la pobreza que le pidieron una reunión de urgencia al funcionario. No era para llevarle buenas noticias, más bien todo lo contrario. Le depositaron sobre la mesa la enorme preocupación que hay en el sector productivo por las trabas a las importaciones y las nuevas disposiciones que obligan a decirles a los proveedores que manden los pedidos que los pagos van a salir en unos meses. “El mundo no funciona así”, se escuchó en reiteradas oportunidades alrededor de la mesa. Esa medida es consecuencia de la falta de dólares: el Gobierno no quiere que salga más un billete verde del país sencillamente porque casi no hay reservas. “La Nación no nos deja importar repuestos o insumos para producir en nuestras fábricas y habilitaron importaciones de yates, helicópteros y aviones. Es un sinsentido”, se quejaron ante el ministro cordobés. Accastello después de escuchar lanzó una frase que retumbó: “La posibilidad de un freno productivo en Córdoba es real e inminente”. La maniobra para evitarlo es con dólares.