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Andrea Grobocopatel: "Hace mucho tiempo que Argentina no hace lo que podría hacer"

"Trabajé y ayudé a crear una gran empresa", cuenta la oriunda de Carlos Casares que fue parte de Los Grobo y que luego dejó para volver a ser "productora"

Su apellido es sinónimo de una de las grandes empresas que crecieron fuertemente a partir de los desarrollos tecnológicos del grano de soja y un equipo familiar que decodificó a la perfección el rumbo de los tiempos.

Desde Carlos Casares, corazón de la provincia de Buenos Aires, la firma Los Grobo despegó y se expandió a países vecinos y se consolidó así en una multinacional agropecuaria. Andrea Grobocopatel fue una de las arquitectas de esos logros. Pero después, eligió volver al punto de partida y hoy es productora agropecuaria, pero además reparte su tiempo con su Fundación Flor y Resiliencia SGR, además de su familia.

“Tuve la suerte de nacer en Carlos Casares, a 300 kilómetros de Buenos Aires, y mi familia es de inmigrantes venidos de Europa que llegaron para hacer agricultura. Se instalaron acá y por eso mis orígenes están en el campo y toda la vida viví del campo”, comienza relatando a Tranquera Abierta su vínculo con la actividad agropecuaria.

Y agrega: “Mi padre, mi abuelo, fueron agricultores. Acá se les decía ‘los gauchos judíos’. Los pocos judíos que quedaron, porque la mayoría no tenía la energía y la fuerza para bancarse el campo de aquella época. Había muchas inclemencias del tiempo y era una actividad que dependía mucho del clima. Los que no se bancaban la sequía, los grandes vientos que se llevaban todo, se terminaban yendo. Y otros, como mi abuelo, resistieron y fueron aprendiendo”.

Después fue el turno de la generación siguiente: “Mi papá es una persona que creció haciendo pasto, fardos, que en ese momento era el combustible del momento porque de eso se alimentaban los caballos que eran los que transportaban a las personas. Esos fueron mis inicios”, dice Andrea Grobocopatel.

Y no duda: “Desde muy chica siempre supe que iba a trabajar con mi papá. Si me preguntaban qué quería ser, decía secretaria de mi papá. Evidentemente me gustaba el campo, me gustaban las raíces”.

¿Cómo siguió tu vida después?

Me fui a estudiar Economía, en realidad Administración de Empresas, a Buenos Aires. Y de muy joven, a los 21, me volví a Carlos Casares a trabajar con mi papá. Él se estaba separando justo de mi tío y como muchas empresas familiares transitó esa crisis y después empezamos en 1984 con Los Grobo. Me incorporé a los pocos meses, con la parte administrativa, financiera, auditoría, que era la de mi conocimiento, la que había estudiado.

La empresa fue explosiva...

Pudimos hacer crecer Los Grobo con toda mi familia y un montón de gente pero en 2016 vendí mis acciones y me quedé con campo. Hoy soy una productora agrícola y ganadera. Pero pude estar en una multinacional en el área administrativa y financiera, con muchos aprendizajes y por eso hoy puedo liderar una empresa, más pequeña, que se dedica a la agricultura y ganadería en la zona de Carlos Casares y Pehuajó.

Entonces hoy sos productora...

Sí, sí. Soy productora agrícola y ganadera.

Recorriste todo el camino y volviste al inicio de alguna manera...

Me pongo a pensar muchas veces en que volví a hacer lo mismo. Porque me acuerdo cuando empezamos y mi papá iba comprando campos y poniendo a nombre de las cuatro sociedades de hermanos, por las dudas que en algún momento alguno se quisiera separar. Eso nos decía papá. Después nosotros quisimos construir una gran empresa y consolidamos todo. Pero hoy tengo 4 hijos y también estoy con esa estructura de ir armándoles cuatro sociedades, con cuatro campos, pensando en el futuro de ellos. Y me encuentro con que estoy en el mismo camino que en aquel momento. Bueno, yo creo mucho en preparar a las generaciones futuras y sobre todo, organizar los patrimonios. Por eso hablo mucho de las empresas de familias, sucesiones, comunicación, protocolos, convenios de accionistas. Hay que prever cuando uno está bien.

Tranquera Abierta. Madres y Mujeres. Sus múltiples roles.

Anticipar para evitar conflictos...

Totalmente. Y me dedico mucho a esos temas. Si bien vivo del campo, también tengo otros dos sombreros, con las que me divierto mucho más, que son la Fundación FLOR (Fundación por Liderazgos y Organizaciones Responsables) para mejorar liderazgos, organizaciones y trabajar mucho en temas de diversidad. Preparamos mujeres para espacios de decisión, que tiene mucho que ver con la inclusión laboral. Tenemos como objetivo el preparar a mujeres ejecutivas o dueñas de compañías para que rompan el techo de cristal. Y eso convive con otro programa que se llama “Cosas de mujeres” que apunta más a mujeres que no son corporativas o dueñas de empresas, pero que quieren emprender, quieren repensarse, reinventarse, que pueden tener otras vulnerabilidades. Pero en definitiva queremos que las mujeres tengan independencia económica, porque es la que te da mucha libertad para lo que querés hacer.

¿Y el otro “sombrero”?

El otro sombrero se llama Resiliencia SGR que hace inclusión financiera. Lo que más hacemos es tender puentes entre demanda y oferta de dinero. Y sobre todo buscamos pymes del interior, en particular las lideradas por mujeres, para que accedan a financiamiento en mejores condiciones posibles.

Por lo tanto Flor y Resiliencia están íntimamente ligadas...

Exactamente. Siento que todo se va articulando. Y para mí tener una empresa pyme, que pueda entender lo que le pasa a otra organización similar, me permite entrenarme en esa situación para ayudar a otros. Y de hecho armamos ahora un grupo con 6 mujeres para exportar carne, por ejemplo. Siempre mirando qué es lo que necesita nuestro país y cómo podemos aportar desde algún lugar.

Tu caso es otro que muestra que desarrollarse desde el interior es posible...

Es muy posible. Y no sólo eso, sino que si uno se pone a pensar en dónde nacieron las grandes agroindustrias de Argentina, muchas lo hicieron en comunidades del interior. Pensemos Arcor en Arroyito; Aceitera General Deheza; Los Grobo. El interior es un buen lugar para vivir, pero también para hacer empresas.

Porque hay un debate abierto sobre migración a los conurbanos en Argentina...

Ahí es donde te contagias mucho más fácil. Es donde te contagias mucho más el Covid, pero también la pobreza. Nosotros impulsamos algunos programas, enfocados en mujeres, y es muy ecomocionante ver cómo se pueden transformar. Pero hay que inyectar mucho optimismo y muchas buenas ideas. Aunque lo ideal es vivir en el interior. Y hay tantos pueblos que hasta tienen casas abandonadas, que sería muy interesante repensar esa situación.

¿Cómo fue el tránsito de pandemia y cuarentena con Flor y Resiliencia?, ¿tuvieron más demanda?

En Flor fue maravillosa la transformación rápida que tuvimos con los programas presenciales y que pasaron a ser on line. Y tuvimos siete, y colmados. Pero además, lo bueno fue que no sólo estaban disponibles para argentinas, sino que cursaban mujeres de Uruguay, Chile y hasta una de Francia. Y pudimos contar con profesores de Portugal, México. Creo que la pandemia, si le podés encontrar la vuelta, da la oportunidad de hacer las cosas mejor todavía, más inclusivas. Finalmente creo que es mejor que lo que hacíamos antes. Y nos aceleró algo que queríamos hacer. Antes pensábamos que debíamos hacer algo on line, pero dudábamos sobre cómo y qué resultaría. En el caso de Resiliencia, que trabaja con programas de inclusión financiera, tuvimos muchas más dificultades porque las pymes y emprendedores no pasan un buen momento. Pero es un momento para que las SGR estemos cerca, escuchando, colaborando, pensando y ayudando a pensar, para superarlo. Hay problemas complicados y debemos pensar en soluciones, creatividad. Pero nada hago sola, tengo equipos, y lo mejor que te puede pasar es contar con equipos para hacer más y más rápido.

Hablando de problemas, ¿cómo ves a la Argentina hoy?

Estamos en una profundidad tan grande que si no nos ponemos a pensar en un plan serio, no tenemos futuro y pienso que eso es culpa de todos. No podemos decir ni del Gobierno anterior, ni de este. Hace mucho tiempo que Argentina no está haciendo lo que podría hacer. No sólo por sus recursos naturales y sus recursos humanos. Porque creo que tenemos gente muy inteligente, muy bien preparada y que muchas veces se terminan yendo del país y no podemos atraerlos. Creo que tenemos la necesidad y la urgencia de pensar una estrategia para Argentina a mediano y largo plazo. Pero pensándola todos juntos, con compromiso de cada uno desde su lugar, para el bien de nuestro país. Muchos decimos que queremos a nuestro país pero finalmente pensamos sólo en nosotros. Y creo que el gran desafío es armar un plan a 10 años que firmemos todos.

¿Crees que es posible?, porque mirando para atrás nos costó...

Es que si no lo hacemos estamos perdido. Lo que me importa más a mí es desde qué lugar puedo contribuir a eso. Más de una noche me desvelo pensando en juntarme con personas, sin temas de partidos políticos mediante, y cómo hacer para establecer 10 principios para acompañar por 10 años. 10 por 10. Que venga el que venga tenga que cumplirlos. Y en eso hay mucho de la humildad para pensar algo más grande y yo creo que podemos. Además es un buen momento para hacerlo. La crisis tiene que ser una oportunidad, sino estaremos condenados a esto que venimos viviendo permanentemente.