La evolución de la tecnología trajo aparejada consigo una multiplicidad de alternativas en el mercado de la iluminación. En esa multiplicidad también se incrementaron las variables que intervienen al momento de definir lo adecuado con relación al entorno que lo rodea, a la funcionalidad que va a atender y a la estética que aportará al conjunto.

Con esa evolución, nacieron también nuevos paradigmas de iluminación, con normativas y parámetros de uso pensados para mitigar cualquier tipo de impacto y contaminación lumínica que pueda alterar ecosistemas biológicos, como así también en resguardo de la salud humana. Conscientes de que la luz es un factor que puede interferir en los ciclos biológicos, tanto de especies vegetales como animales (aves, mamíferos, entre otros)e insectos, como así también del ciclo circadiano del ser humano, es que los profesionales de este ámbito de la arquitectura destacan la importancia de un minucioso análisis previo, tanto en la elección del artefacto como de la lámpara que va a contener. La correcta ubicación y el direccionamiento apropiado de los mismos, entre otros factores, garantizarán óptimos resultados.

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La arquitecta Mariana Enríquez es especialista en Medioambiente visual e Iluminación eficiente y diplomada en Desarrollo Ambiental Regional Sustentable.

En diálogo con Puntal ADC asegura que una correcta iluminación no implica un costo mayor a lo que pudiera destinarse en el presupuesto inicial de una obra a ese rubro, sino que, por el contrario, sólo basta con elegir correctamente la luminaria y la lámpara en función de cada necesidad y circunstancia.

“Es fundamental tener en cuenta el impacto ambiental que genera toda intervención, porque todo tiene un impacto. Por eso es relevante tener en cuenta cómo hacemos las cosas y qué implicancias van a tener”, resalta Enríquez.

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En ese contexto, destaca la importancia que tiene en esa elección preservar la salud ambiental del entorno y la del usuario. Detalla que existen nuevas normativas que regulan ese ámbito, tales como las normas europeas WELL, centradas exclusivamente en la relación entre la arquitectura, la salud y el bienestar de los humanos, entre otras cuestiones, como así también las BREEAM y LEED que se centran en la relación entre los edificios y el medioambiente.

“Las características de la fuente de luz (lámpara) como temperatura de color, el índice de reproducción cromática, vida útil, entre otras, y las características de la luminaria (artefacto) van de la mano siempre, actúan como un equipo. Por ejemplo: no es lo mismo una luminaria abierta en sus extremos que otra abierta de un solo lado, porque la lámpara va a iluminar según el cuerpo que la contenga y ese conjunto debe estar pensado según el uso del espacio”, sostiene.

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Interior y exterior

La arquitecta Enríquez destaca también la importancia de diferenciar la intervención lumínica en exteriores de la del interior de un espacio.

“En el interior, no es lo mismo un espacio de trabajo, como puede serlo una mesada de la cocina o un escritorio, que un lugar de relajación. Y no es lo mismo un artefacto decorativo que una luz de emergencia. Todo debe estar resuelto en función del uso, el espacio, los usuarios y el impacto que tendrá”, señala.

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Y agrega: “En exteriores es de vital importancia también tener en cuenta lo que se conoce como contaminación lumínica y la eficiencia energética de los artefactos, dos cuestiones importantes que van ligadas a la salud visual del usuario y al impacto ambiental”.

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Una forma simple y rápida de advertir si en un exterior existe o no contaminación lumínica es observar al cielo y corroborar si pueden verse las estrellas: si no se ven es porque la iluminación exterior no lo permite y existe contaminación lumínica. Cuando el flujo lumínico está direccionado al cielo sin sentido, se pierde energía, dinero y contribuye a la contaminación.

“Allí advertimos un primer impacto visual pero a la vez ecológico. Hay insectos, aves o animales de hábitos nocturnos que se desplazan y accionan con bajos niveles lumínicos, y cuando uno interrumpe ese equilibrio natural con sectores iluminando la noche también interfiere ya que se generan disturbios en esos ciclos ecológicos”, considera. A la vez, una iluminación indebida puede contribuir a la intromisión astronómica a partir de la contaminación lumínica.

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La arquitecta Enríquez comenta además que en seres humanos y seres regulados por el ciclo circadiano la contaminación lumínica también resulta nociva.

“Respondemos a ese ciclo circadiano que marca el día y la noche y nos regula hasta hormonalmente activando tiempos necesarios de descanso y despertamiento”, especifica la especialista.

¿Cómo decidir correctamente?

En primer lugar, saber que todos podemos aportar algo bueno desde nuestros espacios ya sean domésticos o públicos, a pequeña o a gran escala. Prestar atención a las especificaciones técnicas que presentan tanto del artefacto como de la lámpara a incorporar.

También, tener en cuenta qué necesidad va a satisfacer el equipamiento en función de la actividad que acogerá o si será meramente un objeto decorativo.

“La correcta elección no significa un gasto mayor. El tema está en saber elegir al momento de la compra y asesorarse al respecto. Lo más eficiente, económico y saludable es tener el acompañamiento profesional ya sea en el momento del proyecto, la compra o reformas. Siempre estamos a tiempo de redireccionar nuestras acciones”, puntualiza Enríquez.

Y añade: “Si el artefacto ya está colocado, también es posible una corrección a partir del redireccionamiento adecuado o reemplazo de la lámpara, lo cuál redundará en beneficios personales y ambientales”.