“Puedo decir que hoy la arquitectura pasó a ser mi hobbie y la pintura mi actividad principal, pero en mis obras hay mucho de arquitectura”.
Martín Enricci sintió atracción desde chico por la pintura y el arte, y con el acompañamiento de sus padres, desarrolló esa aptitud desde niño en su localidad natal, Las Perdices. Por esos tiempos, dibujar y pintar era considerado – para los mayores- como un pasatiempo, pero a sus 37 años admite que siempre le puso pasión a las tareas vinculadas con las artes plásticas.
A los 18 años se fue a estudiar Turismo a Villa María y tras culminar esa carrera se instaló en Córdoba para cursar la carrera de Arquitectura en la UNC. Con el título bajo el brazo, se asoció con su pareja y comenzaron a ejercer profesionalmente la arquitectura en la ciudad de Villa María.
“Empezamos a trabajar en obras y teníamos muchísimo trabajo, al punto tal que llegué a sentirme saturado y, como se suele decir, ‘pasado de vueltas’. Fue ahí que empecé a replantearme la actividad, pero no por la profesión en sí, sino por el hecho de tener que vivir de la profesión. Porque diseñar casas y construirlas es hermoso, pero existe mucho desgaste en cuestiones como mano de obra o las condicionantes de los dueños de las casas, y en ocasiones se reniega muchísimo”, señala Enricci.
Y agrega: “Hoy por hoy, en esta zona, no se paga lo que se tendría que pagar por la tarea del arquitecto, lo que nos obligaba a tener que trabajar mucho para poder prosperar y eso demanda un montón de tiempo”.
Martín explica a Puntal ADC que ese fue el detonante que los llevó a reencausar la actividad profesional. “Sabíamos que nos encantaba diseñar y que nos encantaba construir, por eso buscamos hacer algo complementario. Entonces, junto con mi pareja, el arquitecto Matías Beletti, y con una socia, María Lucrecia Lozita, decidimos crear un local llamado MoDi (Mobiliario y Diseño) en donde diseñamos y construimos muebles y artículos de decoración”, cuenta Enricci.
Pero en su búsqueda personal seguía encendida la llama de la pintura que con el paso del tiempo lo llevó a dar el salto. “Hoy por hoy, quedaron ellos dos con ese emprendimiento y yo me dediqué de lleno a la pintura de cuadros. Soy socio, pero no participo directamente”, indica.
Apostar al arte
El arquitecto Enricci expresa que los primeros pasos fueron crear una cuenta de Instagram y mostrar sus producciones allí, y en ferias y exposiciones nacionales e internacionales.
“Tuve mucha demanda y excelente repercusión, y hoy por hoy estoy vendiendo cuadros a todo el mundo, sin inconvenientes”, celebra Enricci, quien además destaca que siempre contó con el apoyo incondicional de sus padres y de sus seis hermanos en cada decisión que asumió. “Familia numerosa pero muy unida y muy orgulloso de tenerla”, resalta.
Consultado sobre la influencia de la formación arquitectónica en sus obras, el artista señala que se puede advertir en cuestiones tales como la proporción, el manejo del color y la escala, entre algunas cualidades.
“Seguramente en mis obras se ve muy reflejado todo lo aprehendido en la facultad y personalmente me gusta mucho lo que hacen otros arquitectos, porque hay muchos artistas arquitectos. Entonces, quieras o no, eso te genera una atracción. Hoy en día trabajo con colegas arquitectos e interioristas que son los que requieren mis producciones”, comenta.
-¿La arquitectura pasó a ser un hobbie?
-Si, y eso es hermoso. Porque hoy voy a la obra de arquitectura y la disfruto. Antes también la disfrutaba pero a veces la sentía un peso. Antes sentía que no iba a poder con todo, temía todo el tiempo a equivocarme y eso genera tensión, estrés. En cambio, con lo que hago hoy, me genera mucha libertad.
-Y que te pidan un determinado cuadro, ¿no genera presión?
-Si, pero la mayoría de las veces encuentro cuál es la personalidad del cliente. Y lo que se me ocurre hacer, a la gente le termina gustando. Yo primero hablo mucho con el cliente y cuando surge esa conexión, ése ida y vuelta de confianza, ellos me transmiten lo que necesitan y luego eso se vuelca al lienzo. Y realmente funciona.
Enricci define su estilo como “absolutamente abstracto” y al momento de buscar cualidades propias destaca la escala de sus obras.
“Estoy entregando obras de 3 a 3.5 metros que son enormes y hasta cuestan transportarlas a otros países”, comenta el artista, para agregar: “uso muchas tinturas naturales a base de hojas de yerba mate, café, extracto de humo, flores y semillas, y en muchos casos hago mis propios pinceles a base de hojas, ramas, pelo de caballo que yo mismo corto, fibras de cáñamo y alguna que otra gramínea. Soy muy amante de la naturaleza y eso me inspira”.
Entre los “clientes famosos” del país, se destacan producciones hechas para la actriz Agustina Cherri, el actor Guillermo Pfenning, el influencer Mateo Salvatto o para Ramiro Azuaga, quien es el decorador de la mesa en el programa de la conductora Mirtha Legrand, entre otros. Asimismo, prefiere no nombrar a otros que pidieron mantenerse en el anonimato.
“Actualmente, consumo arte de artistas que recién empiezan para entusiasmarlos a seguir adelante y hagan valer su trabajo”, cuenta.
Sobre el final, deja un mensaje alentador para quienes sientan que tienen un talento que hasta ahora lo aplican como hobbie y que puede transformarse en fuente de trabajo.
“Creo que a la posibilidad de poder ser artista la tienen todos, solo hay que animarse a proyectar, a verse como un artista y meterle pila. Hay mucho talento dando vuelta que por ahí no está explotado. Por eso creo que el punto es ponerle ganas y enfocarse”, reflexiona.
Por Javier Borghi