La doctora Juanita es sinónimo de nacimientos en Coronel Moldes. “Yo quería ayudar a los pobres”, sintetiza ante la consulta de por qué eligió Medicina como profesión.
Siendo sus padres trabajadores rurales, el sueño de estudiar parecía lejano. Pero lo pudo hacer y hoy, con más de 40 años de trayectoria como médica en el Hospital de su ciudad natal, sigue allí en el consultorio, recorriendo los pasillos, atendiendo.
Asegura que es su lugar, se siente bien y lejos está de pensar en su retiro.
Su nombre completo es Juana Albina González, de profesión médica y especialista en Obstetricia. Contabiliza haber asistido al nacimiento de más de 1.200 niños por parto natural. En julio próximo cumplirá 43 años siendo parte del equipo de profesionales del Hospital moldense, donde además fue durante 8 años la directora de dicha institución.
Hoy sigue ejerciendo en consultorio clínico y controlando a embarazadas. Y en ocasiones, cuando algún bebé decide apurar su alumbramiento y no da tiempo a su derivación a Río Cuarto, la sala de partos del Hospital vuelve a llenarse de movimiento.
Proveniente de un hogar de trabajadores rurales, Juanita, tal como la conocen en la ciudad, mostró siempre interés por estudiar. Sus padres, tamberos, tenían escasos recursos para brindarle. Aun así, ella no desistió de su sueño.
“Al secundario lo hice trabajando. Porque mis padres estaban en el campo y me dijeron: ‘Si querés estudiar, vas a tener que trabajar’. Así que me quedé en una casa de familia haciendo tareas de doméstica”, detalló.
Su capacidad y su interés por estudiar no pasaron desapercibidos entre sus profesores, que la animaron y ayudaron en el camino. “Me decían: ‘¿Qué vas a hacer cuando termines?’. Yo les comentaba que me gustaría Medicina porque quería ayudar a los pobres”, detalla.
Fue así que los mismos docentes se encargaron de conseguirle una media beca del Club Leones -hoy ya no existe- y con ello pudo ir a una pensión en Córdoba para estudiar en la universidad nacional.
En la calle 9 de julio 1067 de Córdoba vivió hasta que se recibió.
Y recuerda que cuando llegaban las encomiendas para alguna de sus amigas de hospedaje era una alegría. “Porque comíamos todos”, sostiene.
La doctora Juana agrega que la media beca duró poco tiempo, porque la institución se desintegró. “Pero yo ya estaba más avivada y así conseguí beca de la Universidad y podía ir al comedor, también a la biblioteca a estudiar”.
Fueron años de esfuerzo y en una época política difícil. Era plena dictadura militar y los estudiantes siempre estaban bajo la lupa.
Posteriormente, ingresó en la Maternidad Provincial de Córdoba, donde estuvo dos años formándose en Obstetricia.
En la búsqueda de un trabajo surgió la posibilidad de migrar a Tucumán junto con su compañera de estudios. “Vine a Moldes y se lo comuniqué a mis papás, me despedí de ellos. Y volví a Córdoba porque por ese tiempo yo hacía guardias en Montecristo. Ese fin de semana lloré todo el tiempo y no entendía por qué. Hasta que finalmente me di cuenta de que no quería irme a Tucumán”, sigue compartiendo Juanita.
Así, se animó y recordó una propuesta de un funcionario que por aquel tiempo se desempeñaba en el Ministerio de Salud. “Me dijo que él me necesitaba en Moldes, que requerían de gente que trabajara con ganas y profesionalismo”.
Y, tras terminar la guardia en Montecristo, sacó debajo del colchón de su cama la carpeta con su currículum y se fue al Ministerio para presentarlo. Un tiempo de espera. Y, finalmente, la convocatoria para volver a su pueblo natal.
Y allí sigue en el Hospital de Moldes, ayudando a nacer a miles de niños.
También se desempeñó en la parte privada, en la Clínica de los doctores Salgado, Carini y Trentini. “En algunas oportunidades cuando había partos que iban a cesárea yo los asistía”.
Un nacimiento milagroso
Sobre alguna anécdota de tantos años de caminar los pasillos de internación, la sala de preparto y parto del Hospital, la doctora González se detiene en un nacimiento que para ella fue milagroso.
“El bebé venía de cola y yo tenía el cordón umbilical, que era lo único que me daba la señal de que estaba bien. Hasta que dejó de latir. Pensé que lo habíamos perdido. Entonces salí a hablar con la familia. Pero milagrosamente nació bien y sano. Unos días antes, habían traído al Hospital una imagen del Jesús Misericordioso y yo creo que el de arriba tuvo algo que ver”, sostiene.
Porque, para la doctora Juana, hay cosas que -tal como dice- “el de arriba” tiene todo planificado.
Con casi 70 años, la profesional sigue caminando los pasillos del Hospital. Y comparte: “Vos sabés que mucha gente viene y me dice: ‘¿Qué hacés acá vos?’. Y es que me siento bien. Gracias a Dios estoy sana. No tomo ni una aspirina. Sana de cuerpo, mente y alma. Estoy cómoda. Hace tiempo me jubilé. Ya no hago guardias, que es lo que más estresa. Pero sigo haciendo medicina clínica y controlando a las embarazadas”.
“Yo me siento útil y este es mi lugar. Me encanta lo que hago y me siento útil”, concluye la profesional.