Su mirada tímida y la incapacidad para relacionarse con otros llamaron la atención de Vanesa y derivó en la primera consulta a especialistas, quienes detectaron que Guada tenía autismo en grado 2.
La noticia tuvo su impacto, pero también fue un punto de partida para que la mamá pudiera sobreponerse y salir adelante. Pese a todo, no bajó los brazos y hoy la situación es totalmente diferente a la que afrontó en un primer momento.
Vanesa cuenta que “en Mattaldi es la única nena con TEA que hay, por lo que era todo desconocido”. “Fue diagnosticada por ciertas conductas que tenía que yo desconocía. Soy mamá de chicos más grandes y no sabía de esto hasta que me tocó”, señala.
“Hicimos varios estudios, ella fue evaluada por especialistas y en su momento debíamos viajar bastante seguido a Río Cuarto para control. Era una nena que no socializaba, no jugaba, gritaba todo el tiempo, no te miraba a los ojos”, relata.
“Verla bailar es verla brillar”
La mamá dice que en un principio todo era un ensayo a prueba y error, hasta que encontraron en la música una actividad transformadora. “Guada hoy baila en el ballet Alma Gaucha porque para ella la música es una terapia increíble, es fabuloso cómo baila. Encontramos en el baile su cable a tierra y le encanta. Se queda en los cumples sola, a la escuela ahora va sin acompañantes, tiene excelente lectura y escritura, tuvo unos avances increíbles”, comenta la mujer.
Vanessa sostiene que lo conseguido es un arduo proceso de varios años. “Hay que aceptar la condición, es lo primero, no es fácil porque a uno, que tiene poca información sobre el tema, se le viene el mundo encima. Es un conjunto de cosas, la terapia de la música la saca de toda crisis, ella ama el folclore y bailar la chacarera”, apunta.
La música y el baile se han convertido en los mejores tratamientos para Guada y es que a través de estas actividades la niña comenzó a socializar. “Verla bailar es verla brillar, lo hace perfecto. Hay ciertas fobias, miedos, pero se va superando”, cuenta Vanessa, quien confiesa que su sueño es que su hija nunca se separe del arte.
Además recuerda que cada progreso representó una alegría para la familia como para sus terapeutas. “A su neurólogo, el doctor Ruiz, se le llenaron los ojos de lágrimas y me dijo que mi hija estaba bendecida por Dios por cómo había avanzado en estos años. También han sido fundamentales sus compañeros, cómo la integran, buenos profesionales a su lado, la música, los docentes, que son espectaculares. Ha sido muy importante el acompañamiento en todos estos ámbitos”, subraya.
Falta información
En la entrevista la mujer sostiene que en el departamento Roca no hay espacios para apoyarse y lamentó la falta de especialistas: “Vienen cada tanto o se deben recorrer grandes distancias, suele ser un inconveniente a sortear”. “Hay un montón de cosas que hay que animarse a hacerlas.En la zona hay varios casos, en un mes o dos no se ve la mejoría, se ve en años y, si al niño le gusta equitación, llevalo o si le gusta el fútbol. Ni los niños ni los grandes están informados, yo me tuve que empezar a informar cuando la diagnosticaron a mi hija”, relata.
En este camino hubo dificultades porque los profesionales no están al alcance de la mano, hay que recorrer muchos kilómetros para realizar los tratamientos necesarios. “No hay que quedarse con una sola cosa, siempre hay que darle para adelante y no con lo negativo. La contención y que ellos sean felices es importantísimo. Nosotros hasta a dedo íbamos a Jovita a llevarla al neurólogo. Hay un montón de pruebas y obstáculos que va sorteando todos los días”, afirmó.