Esa es la idea medular de la construcción de la presa Tincunaco, un viejo proyecto que pasó por varias instancias, distintos formatos y hasta estuvo a punto de concretarse, pero nunca terminó plasmándose. Desde mediados del Siglo pasado que está en carpetas y proyectos de distintas áreas nacionales. En 1975 estuvo a punto de ejecutarse, pero finalmente quedó en un cajón.
Ahora, el que intenta quitarle el polvo y ponerlo nuevamente sobre la mesa es el ingeniero agrónomo Aldo Rudi, un incansabla batallador que, con sus 94 años, se puso la campaña del Tincunaco al hombro. Y quiere al menos ver que aquella vieja idea empiece a ser realidad.
Y comienza con una advertencia como argumento: “Río Cuarto históricamente sufrió inundaciones. Así como se benefició de todo lo que daba el río desde aquella época de su fundación. Porque la ciudad tuvo el beneficio de tener abundancia de agua y un acuífero muy interesante. Desde aquel 11 de noviembre de 1786 en que el Marqués de Sobremonte funda la Villa de la Concepción. Pero también tuvo complicaciones”.
Incluso recuerda las dificultades en su momento para unir las dos orillas y la necesidad de un puente cuando de las dos márgenes comenzó a poblarse. “Había que cruzar en un carro y cuando era una carga, se necesitaban 10 yuntas de bueyes. Siempre y cuando no esté crecido”, remarcó el ingeniero Rudi, que traza un recorrido sobre la infraestructura que necesitó la ciudad por contar con un río en medio del manchón urbano. En el relato de Rudi, que tiene precisión de fechas anotadas a mano en una hoja que lleva junto al mapa de las cuencas y el proyecto Tincunaco, destaca que aquel puente se pidió “mil veces, como estamos pidiendo ahora por nuestro dique. Pero en 1873, la empresa andina, del ferrocarril andino, hizo los pilotes, pusieron el primer puente y pasó el ferrocarril”. Ese avance permitió luego que, a partir de aquel año, comenzaran a llegar más frecuentemente los inmigrantes a la región.
“Eso aceleró la población de Banda Norte, y aparecieron producciones de todas clases. Y eso había que venderlo en la ciudad. Y a veces no se podía pasar”, explicó Rudi.
Luego viene una anécdota: “Recién en 1913, 40 años después de que una empresa hizo dos puentes, primero uno y después lo perfeccionó con el puente negro que todavía está, llegó un puente carretero. Tardaron dos años para hacerlo, porque lo armaron mal”, recordó. Aquella estructura venía desarmada desde Alemania.
Por entonces la Villa crecía y se instalaron algunos ingenieros. “Uno de ellos, de origen francés, hizo un primer estudio por la preocupación que teníamos los habitantes de Río Cuarto de que podía haber una inundación, porque ya habían ocurrido”, recuerda Rudi. Y remarca que la mayor preocupación es que el agua busque retornar al antiguo cauce del río que hoy lo llevaría a ingresar a la ciudad. “Ese era un peligro latente”, aclara.
Aquel ingeniero crea una solución con dos diques aguas arriba. “Uno, el Tincunaco, y el otro, en el lugar de los pescadores. Eso fue en 1887”, destaca el agrónomo, quien recuerda que “de ahí para adelante se arrancó una serie de estudios muy interesantes”.
Más tarde, en 1914 hay otro proyecto al que se suma también el del ingeniero Gandolfo en el 1927. “El ingeniero Gandolfo diseñó otra solución también con un dique. En el ‘28 y ‘29, dos años estuvo trabajando Diego Outes, que sirvió para el proyecto actual del Tincunaco. En el año 37, el ingeniero Francisco Molado diseñó otra solución. Y en 1943 tuvimos la gran inundación”, recuerda Rudi sobre los antecedentes.
En aquella crecida, dos ingenieros estudiaron el caudal de agua que pasó por la ciudad: Rudi apunta que fueron, según aquellos cálculos, 3 metros de agua en 480 metros que tiene de ancho el río. Si hubieran llegado a los puentes, a los dos puentes, hubiéramos tenido un problema serio”, explica. Y refuerza: “El peligro no es de antes. Todavía sobrevive. Depende de cuánto llueva en esta cuenca, ese problema lo vamos a tener. Puede venir”.
Algunos años más tarde, a partir de 1965 estudió el proyecto Agua y Energía con fondos de la Nación. “Llegaron 14, 15 ingenieros, y estudiaron todo lo que es la cuenca. Esa documentación del año 65 al 67, está en tres tomos gigantescos, con planos y toda la información. Todos esos libros son en realidad documentos, porque el diseño ya estaba para llamar a licitación”, dijo Rudi.
En 1975 se ordena luego a las autoridades de Agua y Energía a actualizar el proyecto. “Incluso en el ‘75 ya teníamos la plata, es decir, el presupuesto para llamar a licitación y armar el Tincunaco, un lago de 1.600 hectáreas”, asegura Rudi.
Unos 500 metros aguas abajo de la unión de los ríos Las Cañitas y Piedras Blancas, al lugar se lo conoce como Tincunaco (lugar de encuentro), y ahí está prevista la presa.
Luego de repasar todos los antecedentes y proyectos que estuvieron en danza, incluso algunos con microembalses sobre los ríos y arroyos de las Sierras del Sur, Rudi asegura que la mejor propuesta es la presa Tincunaco. “Porque antes la prioridad era salvar la ciudad con un dique. Pero ahora tiene otras connotaciones. Porque el agua es el tesoro de la humanidad y el agua dulce para Río Cuarto sería fabuloso. Porque en este momento tenemos 33 perforaciones en la ciudad que utilizan energía eléctrica para extraer agua. Y me imagino el esfuerzo del Emos para pagar la factura de electricidad. Además de que algunas perforaciones ya empiezan a chupar minerales, y como se ve en la parte oeste, los calefones duran tres años por el sarro”, enfatiza, quien también fue candidato a intendente en la vuelta de la democracia.
Con el Tincunaco, afirma Rudi, “tenemos 1.600 hectáreas de un reservorio de agua dulce de la mejor del mundo, porque es pura agua de lluvia. Ahí no hay pueblo, no hay fábrica, no hay nada. Es agua de primerísima calidad”.
Y por eso también se entusiasma con la segunda parte del plan: la provisión de agua a las comunidades de la región. “Con un acueducto garantizamos el abastecimiento para Río Cuarto en las cantidades necesarias. Y habrá disponibilidad para Reducción, Alejandro Roca, La Carlota, Laboulaye y hasta Venado Tuerto. Están calculado los volúmenes de agua, cuando llueve, cuando no llueve, todo”, afirma.
Poco tiempo atrás, toda esta información y los proyectos más actualizados sobre el Tincunaco y sus posibilidades fueron entregadas a las autoridades municipales.
Por último, Rudi también explica que “otro de los motivos para hacer el Tincunaco es que vamos a rescatar por primera vez nuestro propio lugar serrano. Porque en su momento la mitad de las casas en Santa Rosa de Calamuchita eran de riocuartenses. Pero ahora a 50 kilómetros vamos a tener un lago de 1.600 hectáreas. Un espejo de agua hermoso”, describe.
Y sigue: “Se van a poder instalar villas que hoy no las tenemos. Vamos a Villa General Belgrano. Pero acá tenemos una cantidad de ríos que ellos no los tienen. Todos nuestros arroyos son preciosos. Y hoy los dejamos correr y se van al Carcaraña, al Paraná, al Río de la Plata”.