El City Hotel es en verdad uno de los pocos -si no el único- patrimonio histórico edilicio de la ciudad que queda en pie.
Al dejar ya hace tiempo de tener vigencia aquella entidad que durante unos años se ocupó en forma constante, directa y documentada del patrimonio natural y cultural histórico de la ciudad (el Consejo Asesor Honorario para la Defensa del Patrimonio Natural y Cultural de la Ciudad), que con el llamado “Informe Catedral” (2004) evitó la construcción de un edificio torre en un predio colindante en el costado oeste del templo, la protección del patrimonio histórico de la ciudad quedó a cargo de organismos de la Municipalidad.
Existe una abundante bibliografía –documentos y resoluciones de organismos internacionales muy específicos– que respalda la protección de un patrimonio, como es el caso de los murales del City Hotel, y hasta del edificio mismo si se lo propusieran los interesados, emblemático por su antigüedad, su historia en general referida al movimiento de viajeros y huéspedes que fueron pasando por Río Cuarto, como por la trascendencia de sus propietarios, que lo hicieron conocer más allá de los límites lugareños y, muy en particular, por contener un legado artístico de gran valor como es la obra de Líbero Pierini.
Estos murales constituyen una obra resguardada –y casi escondida, diríamos- en el tiempo por ser parte del interior de un edificio cerrado hace unos años y, también, de acceso limitado a los viajeros o al propio personal que lo atendía. Sin lugar a dudas, una obra única en su forma, contenido y representación, por lo que de ninguna manera debiera perderse al tener el edificio del City Hotel otro destino, muy posiblemente, de función, de estilo, dimensiones, de acuerdo al proyecto que se tenga o se realice a partir de su venta.
Decíamos que existe muy abundante legislación en cuanto a los fundamentos. La importancia de salvar estos murales no se discute, pero bien cabe la pregunta: ¿cómo preservarlos, dónde ubicarlos?
En la Municipalidad de Río Cuarto, en el Colegio de Arquitectos, en el de Ingenieros y en la Dirección de Arquitectura y Patrimonio de la Provincia de Córdoba hay profesionales especializados en patrimonio edilicio histórico que pueden aportar lo suyo.
Claro está que no sería posible que estos murales fueran declarados de Interés Histórico junto o en el interior del edificio del City Hotel tal como hoy se encuentran, por el incierto o casi previsible otro destino del edificio que los contiene, pero sí dar un primer paso que asegure de algún modo su preservación, para que con los cambios que pudieran surgir en el edificio –ya fuere demolido, restaurado, con nueva estructura y nuevos propietarios y funciones, los murales no corran el riesgo de ser destruidos.
Alternativas
El tema es complejo, aunque los especialistas de organismos dedicados a la preservación del patrimonio edilicio, en forma coordinada e interdisciplinaria, pueden sugerir o aportar diversas opciones.
La primera sería la de declarar los murales “patrimonio histórico cultural” de Río Cuarto.
La segunda, anticiparse a los posibles cambios que se sucederían con un nuevo destino, con varias alternativas.
Una de ellas sería condicionar la venta del edificio a la preservación de las paredes que contengan los murales, lo cual implicaría un verdadero desafío para los arquitectos que proyecten las nuevas estructuras, ya que es necesario tener en cuenta la ubicación y distribución de los mismos, dimensiones, material de construcción en los que se apoyan, acceso a visitas, visibilidad, entre otras cuestiones.
Otra alternativa, muy audaz pero no imposible, sería la de un concurso de expertos en la materia – artistas plásticos, arquitectos, ingenieros, con la participación de la Universidad de Río Cuarto, a la que sus propietarios han estado muy allegados, entre otras instituciones, para que, dado el caso de que sean afectados los murales sin quedar incorporados a una nueva estructura, se encuentre en la ciudad un espacio que pudiera llamarse algo así como “Paseo Cultural Líbero Pierini”, para solaz y atracción de los vecinos y de los turistas que nos visiten, lo cual significaría el traslado de las paredes con los murales en las que están apoyados.
De tanto en tanto surgen necesidades urbanas –como las del City Hotel– que obligan a derribar edificios, demolerlos por cambios de destino o para renovar el área. Y sin embargo, no todas estas estructuras tienen un final de destrucción. A veces merece la pena preservar el patrimonio arquitectónico y desplazar el edificio en cuestión. Es aquí donde interviene una compleja técnica de ingeniería.
Historia
A lo largo de la historia se ha trasladado todo tipo de edificaciones: casas de madera, edificios de ladrillo, fábricas e incluso estaciones de autobús completas. A veces sobre patines, otras sobre raíles. Casi todas empujadas por máquinas neumáticas, y de tanto en tanto sobre camiones, usando globos de helio o mediante patas robotizadas. Todos con métodos fascinantes, propios de la ingeniería robótica y el ingenio humano.
Cabe citar algunos casos emblemáticos. En 1974, Bogotá (Colombia) entró en el libro Guinness de los Récords al trasladar un edificio de 1955 de una calle a otra, el Cudecom, una edificación plurifamiliar de ocho pisos y una tonelada de peso por piso.
Otros casos, la Lagena Primary School, una escuela primaria construida en 1935 en el distrito Huangpu (Shanghai, China). Hasta 2018 cumplía con su función educativa, hasta que las autoridades de la ciudad tomaron la decisión de modernizar el área, decisión que incluía derribar la escuela, pero las protestas de los vecinos lograron trazar un nuevo plan, el traslado del edificio entero.
En 2020, una torre de agua ubicada en Moscú, antes perteneciente a la antigua fábrica Borets, fue desplazaba 100 metros para liberar una zona en obras. Lo curioso del caso es que se usó una técnica ideada por el arquitecto e ingeniero italiano Aristóteles Fioravanti en el siglo XV que había sido empleada también en Moscú 40 años antes, durante la llamada “gran migración” rusa de edificios.
Para estos cuatro murales de mucha menor magnitud en cuanto a peso, estructura y complejidad, bien se podría utilizar alguna de estas técnicas para el traslado a un lugar adecuado. Sería cuestión de plantearse el desafío.
Por otra parte, una vez declarada la preservación de los mismos y restaurados – en la forma que se lograra hacer – serían un buen motivo de postales para hacer conocer obras del patrimonio histórico de la ciudad y de sus artistas como estos murales, que hasta el presente estuvieron prácticamente escondidos.
En conclusión, de una manera u otra, no cabe duda que los murales de Líbero Pierini, con su historia unida a la del City Hotel, deben preservarse. Constituyen un testimonio valioso de una época de la ciudad que, lentamente, va desapareciendo. La modernidad, como el bosque, no debiera taparnos no los árboles, sino nuestras raíces.
Inés Farías. Especial para Puntal