“Cerca del mar porque yo nací en el Mediterráneo” es la frase que Joan Manuel Serrat escribió para una de sus canciones más aclamadas y, según afirman, se inspiró en los atardeceres de Calella de Palafrugell, un pequeño pueblo de Cataluña. Hoy es el lugar en el mundo de Florencia Gondra, quien es oriunda de la localidad de Italó. Hace cinco años decidió dejar su trabajo, su casa, sus amigos y su familia para cumplir su sueño: vivir en España. No fue fácil, no tenía la ciudadanía y los avatares que tuvo que atravesar fueron muchos: trámites fallidos, un desamor, la pandemia en medio y una dolorosa pérdida. Esto no la desanimó, sino que la motivó a seguir intentando hasta conseguirlo. Ya en 2023 tiene en trámite su DNI de extranjera y está a muy pocos pasos de ser ciudadana española. De esta forma, ya legal, pudo retornar a la Argentina para visitar a sus seres queridos, a quienes sorprendió por estos días con su llegada.
Dejó todo para vivir en España y tras 5 años volvió de sorpresa para visitar a su familia
Florencia Gondra viajó para reencontrarse con sus seres queridos en Italó. Los retos y obstáculos que debió sortear para radicarse en el exterior no fueron pocos pero logró cumplir el sueño de residir a orillas del mar. Ya tiene el trámite iniciado para su DNI como extranjera y está cada vez más cerca de tener la ciudadanía
En diálogo con Puntal, contó cómo fue su salida del país, los desafíos que implicaron su estadía en el exterior y también sus opciones de trabajo, ya que si bien es diseñadora gráfica, por falta de documentación aún no puede ejercer la profesión. Fue empleada en restoranes, también cuidó niños y ahora se dedica a la limpieza de casas de familia. Tiene un salario de mil euros mensuales que le permite vivir cómodamente, según expresó.
“Todo empezó en junio del 2017, nos fuimos con una amiga de la universidad, yo soy de diseñadora gráfica y nos conocimos cuando estudiaba en la UBA en Buenos Aires; decidimos irnos por 90 días a España y a Francia. Habíamos sacado una membresía en un sitio web que se llama Workaway. Ahí encontrás lugares para ir a trabajar a cualquier lado del mundo a cambio de cama y comida. Yo estaba trabajando en Italó y pedí una licencia por tres meses, ella justo había renunciado al trabajo. Empezamos a contactar a gente antes y encontramos para ir el primer mes a Málaga. Vivimos en un hostel y trabajábamos con la limpieza cuatro horas, a cambio ellos nos daban cama y comida durante un mes, y teníamos dos días libres por semana. El segundo mes fuimos al noroeste de Francia, a la Bretaña francesa, a una mansión de diez habitaciones que era de una familia inglesa. La mujer era mayor, tendría 75 años, el resto de su familia vivía en Londres. Ellos recibían gente para vivir la experiencia y compartir. En mi caso yo cocinaba y mi amiga ayudaba en el jardín. El último mes, lo habíamos dejado un poco libre, pero el plan era estar unas semanas en un centro budista”, relató Florencia sobre esta primera incursión en tierra europea.
En medio de este itinerario conoció a un joven catalán y, según reconoció, “fue como un flechazo, pero solo pensé que era un amor de verano y que no iba a ir más, pero seguimos en comunicación por teléfono y cuando nosotras estábamos en el norte de Francia, él se apareció de sorpresa y se quedó diez días con nosotras”. Después de vuelta en Barcelona, el vínculo siguió y si bien se fue a Menorca con su amiga, solo estuvo una semana porque las condiciones de voluntariado no le convencieron. El encuentro fortuito con ese amor sería el puntapié inicial para decidir fundar allí su hogar.
“El plan era seguir viajando hasta el 20 de septiembre que teníamos el vuelo de vuelta pero me estaba esperando ese chico catalán que yo había conocido. A los 10 minutos que llegué a Barcelona, íbamos en el auto a cenar y a él le di un infarto. Terminamos en el hospital toda la noche y al día siguiente una cirugía. Conocí a su familia y ahí cambiaron todos mis planes. Los 20 días casi que me quedaron de viaje me quedé con él y después nos reencontramos con mi amiga que había estado por Valencia para emprender la vuelta. Llegué a Argentina pero decidí renunciar a mi trabajo para volver a España, en el verano de acá, invierno de allá”, contó.
Florencia trabajó desde septiembre hasta diciembre 2017, dejó su empleo y retornó por 90 días con una visa de turista. Pese a ser descendiente de españoles y franceses no pudo acceder a la ciudadanía porque su línea sanguínea se remonta a sus tatarabuelos y bisabuelos y en ambos países solo se puede establecer mediante abuelos. Tuvo que radicarse temporalmente hasta conseguir una estadía mayor mediante el cursado de una maestría en España. “Me volví a Argentina con la idea de sacar una visa de estudio, quería hacer un máster que lo hice en creación literaria en una universidad de Barcelona, la Universidad Pompeu Fabra. Estuve cinco meses en el país, hice todos los trámites para obtener la visa y el 6 de octubre del 2018 ya me fui definitivamente a Cataluña”, dijo.
El cursado duró un año y en ese entonces estuvo viviendo en una zona rural, “cerca de un pueblito catalán que se llama Vic, y viajaba todos los días. Mi novio me llevaba hasta la ciudad más cercana, 15 minutos, tomaba el bus, viajaba una hora a Barcelona, cursaba y a las 10, 11 de la noche volvía”.
En medio del estudio encontró trabajo en un bar y también sumó la limpieza de casas de familias. “Trabajaba sábado y domingo y feriados, y si era un mes con más feriados ganaba más de 700, 800 euros y nosotros en ese momento el alquiler de la casa costaba 600 euros. Yo vivía muy bien e incluso me compré un autito porque era un lugar alejado. Terminé el máster y empecé a ver cómo hacer para extender la visa”, detalló.
La pandemia y un cambio de planes
En 2019 Florencia recibió la visita de su familia para su cumpleaños de 40, pero unos meses más tarde el arranque del confinamiento complicó sus planes y cambió el rumbo de su vida. “Vinieron en diciembre y se volvieron en marzo del 2020 cuando ya había empezado el Covid. Escuchábamos algunos casos en China, pero todavía no se sabía que los casos de neumonía que había en España y en Italia eran ocasionados por el Covid. Antes me había anotado para estudiar una carrera y seguir con una visa de estudio un año más, pero ya me agarró la pandemia, me quedé sin trabajo porque el restaurante cerró y además el chico catalán con el que estaba de novia me dejó”.
Ahora sola, decidió irse a vivir a la ciudad de Vic, allí estuvo unos meses y si bien trabajó en gastronomía, el efecto de la pandemia llegó al sueldo que ya no alcanzaba para alquilar. En ese momento apareció un ángel guardián, según comentó la propia Flor. Ramón, un catalán de 80 años, le ofreció vivir en un departamento independiente en su propiedad que estaba en medio de la montaña, a cambio que ella se encargara de la comida. “Cuando se enteró de lo que me había pasado y que estaba sola, si bien yo le ofrecí pagarle, me dijo: ‘No, no, vives en casa, tenemos el huerto, gallinas, no me tienes que pagar nada’. Fue como un padre que me acogió en un momento horrible, porque en plena pandemia que no se podía viajar- si bien nunca barajé la posibilidad de volver a Argentina- estaba sola, el sueño de amor se había roto y fue muy duro”, narró.
Se forjó un vínculo fuerte entre ambos; sin embargo, el hombre se contagió de coronavirus, Flor lo cuidó durante varios días pero lamentablemente el cuadro empeoró, lo tuvieron que internar y falleció. “Fue muy duro porque yo lo sentía como un padre, me cuidó y me ofreció todo. Cuando lo internaron me llamaba por teléfono todos los días y me decía: ‘Flor, yo te quise ayudar, te tuviste que terminar cuidando a un enfermo, no quiero que te vayas de casa, sos mi hija para siempre’”.
En abril de 2021 debía decidir de nuevo dónde irse a vivir, ya que debía desocupar el departamento en la montaña. Se habían cumplido los 3 años sin salir de España, si bien en esas condiciones podía pedir residencia por arraigo, inició los trámites pero no pudo acceder. Eso no la desanimó y buscó cumplir un gran anhelo: vivir cerca del mar. “Abrí el mapa y empecé a buscar, desde arriba de Barcelona hasta la zona donde vivo ahora. Un día encontré publicado un piso súper lindo en Calella de Palafrugell, yo no lo conocía, es donde dicen que Serrat escribió la canción Mediterráneo. Dentro de Cataluña es la playa más linda, es al norte, al límite con Francia”, explicó.
Por medio de la familia de su expareja y él, logró rentar el departamento y establecerse en este pueblo catalán a orillas del Mediterráneo. Volvió al trabajo de limpieza de casas a través de una plataforma digital donde ofrece sus servicios.
En tanto, en cuanto a la residencia, la tercera fue la vencida para Flor. Tras presentar la documentación nuevamente aprobaron el trámite para su documento de identidad como extranjera, paso previo para la ciudadanía. Esto le permitió venir a visitar de sorpresa a su familia en sur-sur cordobés, quienes la recibieron con la alegría y cariño de siempre.
Pese a que admitió que los extraña y que la distancia se vuelve difícil, afirmó que no retornaría a vivir a la Argentina porque ya siente a Barcelona como su hogar. Sus costumbres, sus comidas y su gente la conquistaron e incluso ya domina el idioma catalán. De todos modos, confirmó que planea volver a su pueblo natal todos los años “porque yo soy la Flor Gondra, de Italó, y lo voy a seguir siendo toda la vida”.