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Pasión y adrenalina desde la línea de fuego

Además de la angustia por la pandemia, este 2020 trajo un desafío mayúsculo para los bomberos de la provincia. En estas páginas, hablan las mujeres y los hombres del cuerpo de Charras, uno de los más requeridos en la emergencia que asoló las sierras

“En el último incendio en Alpa Corral, la situación era desbordante, un caos total, con un agravante para mí: ese día era mi aniversario de bodas. Yo venía de colaborar en un incendio en Chucul y cuando vuelvo a casa para almorzar, salta la alarma roja en Alpa Corral. Entonces, Erica, mi mujer, me mira, se sonríe y me dice: “Andá”. Ese fue el mejor regalo de aniversario”, evocó Hernán Verri.

Verri es uno de los bomberos del cuartel de Charras. Lleva dentro la pasión de ayudar hace 7 años. La descubrió cuando un incendio en una manicera local amenazaba al pueblo. En ese momento, decidió entrar al cuartel como aspirante y comenzar a estudiar para forjarse como bombero. Hoy tiene 43 años y es uno de los integrantes más antiguos del cuartel. Vive cada una de las salidas como si fuera la última, y los incendios forestales aún más.

Cuando suena la sirena se levanta a la hora que sea, deja todo lo que esté haciendo, sea o no importante, se despide de su familia y se sube al camión, sin saber la hora de regreso.

-¿Qué es Bomberos para vos?

-Es lo mejor que me pasó en la vida. Lo único de lo que me arrepiento es de no haber empezado antes. Con 36 años me anoté en Bomberos. Mi familia es uno de mis pilares esenciales, y sin ellos esto no lo hubiera logrado. Son muchos los fines de semanas ausente y muchas fechas importantes truncas, que se compensan con mi cara de felicidad de lograr el objetivo al regreso a casa. Si me ven feliz ellos también lo son y por eso puedo seguir con esta noble profesión.

Los últimos incendios a los que asistió Verri evidencian la peligrosidad que los rodea. Entre la angustia de no poder salvar las pertenencias de las personas o a los animales, fue alimentando la adrenalina por la inmensidad a la que se estaba enfrentando. Los bomberos se capacitan, dan todo de sí y, aunque suene extraño, les agrada estar frente a grandes incendios. Como dice la frase, son hijos del rigor. “Decir que el incendio al que fui yo es un sueño es un poco chocante para la gente. Yo le cuento a mi señora y le digo, ‘vos vieras el incendio lo bueno que estaba’, y me dice, ‘¡cómo podés decir que estaba bueno el incendio!’. Por ahí el común de la gente no entiende el léxico que usamos nosotros y la locura que cargamos cuando nos toca enfrentar un incendio como estos en las sierras”, dice Verri.

El Sistema Nacional por el Manejo del Fuego se vio sacudido una vez más en este 2020 por la cantidad de incendios generados en todo el país, pero las sierras cordobesas fueron las principales protagonistas. El convulsionado año de la pandemia trajo, además, las peores condiciones climáticas, lo que puso en riesgo viviendas y poblados serranos.

Semejante cuadro para los bomberos representa uno de los mayores desafíos. Allí entregan todo su potencial, conocen sus límites, aprenden, ponen de manifiesto lo capacitado y aprendido. En fin, es la gran oportunidad de probar lo que más les gusta dentro de todas las facetas en las que pueden trabajar. También es considerado como uno de los momentos más esperados por un aspirante y es la motivación de todos los bomberos ya recibidos.

La temporada de incendios forestales en las sierras es moneda corriente en todos los cuarteles. La provincia de Córdoba se prepara cada año para la ocasión, brindando equipaje y herramientas a cada cuartel, poniendo en funcionamiento los aviones hidrantes y capacitando a los bomberos para responder de manera eficiente.

“Los incendios forestales me despiertan sensaciones de solidaridad, por el hecho de poder ayudar al prójimo para que el fuego no les siga generando daño a los vecinos, ni a los animales. Principalmente eso es lo que aprendemos en las capacitaciones e intentamos hacerlo cuando vamos a un incendio”, comentó el jefe del cuartel de Charras, Tomas Grafía.

Las hectáreas quemadas en el territorio cordobés fueron más de 300 mil en 6 meses, según publicó el Servicio Nacional por el Manejo del Fuego. Los incendios arrasaron con bosque nativo, especies autóctonas, animales y se cobró la vida de dos personas que intentaban salvar lo suyo, José Carlos Robles en Carlos Paz y Cristóbal Varela en La Cumbre.

Fueron muchos meses de trabajo sin respiro, tanto de Bomberos, como de Defensa Civil, intendentes, personal policial y vecinos. En el momento que cantaban victoria por un incendio apagado, volvían a incendiarse otras zonas de la serranía. Las Albahacas, Alpa Corral, Río de los Sauces, Achiras y Villa El Chacay fueron algunas de las localidades más afectadas.

El incendio por dentro

La escena se da en las proximidades de Alpa Corral.

-Chicos, tengan cuidado, el fuego está llegando a la ruta, es posible que la cruce.

El aviso radial del jefe de cuartel actúa como una inyección de adrenalina para todos.

Las camionetas y camiones avanzan en fila. Un puñado de bomberos se quedan intentando parar el fuego, de pie frente a las llamas. Unas manos se asoman por las ventanillas y dan aviso de pase. Se escuchan bocinazos, es la desesperación de los lugareños por escapar.

El viento aviva el fuego que, finalmente, cruza la ruta y se abalanza sobre las camionetas.

Los bomberos apuntan con sus celulares a las llamas y graban el momento. Una llama cruza por el parabrisas, y abrasa a todos los que viajan en el vehículo. Las manos sudorosas del conductor, amarradas al volante, muestran el miedo y la desesperación por evitar que la camioneta se detenga en medio del fuego. Un suspiro de espanto, pero a la vez de alivio, se siente en el ambiente. Finalmente, logran pasar por el fuego, sanos y salvos.

La secuencia filmada se repitió una y otra vez. La calma en medio de la desesperación fue clave para que nadie saliera lastimado.

“El trabajo es muy gratificante y, a la vez, agotador. Sobre todo, cuando las condiciones climáticas son duras, cuando hace mucho calor y hay fuertes vientos. Tenemos que subir con todo el peso del traje, de la mochila y de las botellas de agua, porque nos tenemos que hidratar, y tenemos que acarrear el equipamiento para extinguir el incendio. En ese momento vas aprendiendo de otra gente que tiene mucha más experiencia y te dice ‘mirá, si te ponés la mochila adelante te es más fácil subir porque no te tira para atrás y tenés menos riesgo de caer’”, comentó Jessica Pelliza, bombero del cuartel de Charras.

“En esta experiencia conocí realmente cómo es el peligro, lo que es estar cerca del incendio, cómo son los momentos de desesperación de la gente, cuando hay casas, familias y un pueblo completo de por medio”, dijo Nicolás Bringas, otro de los integrantes del cuerpo. Tuvo su primera experiencia en un pinar, en medio de La Cumbre. Pero asegura que nada se compara con el que vivió este año en Alpa Corral.

Sentimiento bomberil

-¿Cuáles son las sensaciones que te despiertan cuando estás trabajando en un incendio forestal?

- Las sensaciones no cambian en una intervención bomberil, lo que te genera el fuego es impotencia, porque nos damos cuenta lo lejos que estamos en equipamiento para trabajar y frenarlo; lo mucho que nos cuesta, dijo Grafía.

Su cuartel nació hace apenas 10 años y tiene una incidencia clave en los incendios de las sierras, por lo que es reconocido dentro de la provincia. “Todo lo que hacemos me demuestra que el trabajo que se desprende de nuestro cuartel es bueno y que los chicos se toman el compromiso y la responsabilidad de trabajar en conjunto y de seguir creciendo. Dan lo mejor de ellos para frenar el fuego. Me siento orgulloso de todos ellos”, comentó Grafía, quien fue elegido como coordinador en los últimos incendios, junto a otros directivos con más antigüedad en el sistema, y dijo: “Es increíble pensar que un chango de 30 años pueda opinar y estar al lado de personas que tienen 50, 60 años de edad y mucha más experiencia que yo”.

Muchos de ellos tienen como motivación principal los incendios forestales. Se les eriza la piel al ver la forma de trabajar y de enfrentar los incendios que tiene el sistema. Además de poder rescatar aspectos positivos, como es el simple hecho de conocer y relacionarse con personas de diversos lugares. “Particularmente me encantan los incendios forestales porque sé que todas las personas que están ahí van a defender un pedazo de tierra que les pertenece a todos los cordobeses”. Esas fueron las palabras del bombero Valentín Lorenzoni.

Las sensaciones en cada experiencia son difíciles de explicar, ya que cada bombero las vive de diferentes maneras. Pero coinciden en la furia que corre por sus venas en los momentos de salida, de escape y de combate contra el fuego. La sirena y el dolor de los demás son sus detonantes ante estas situaciones y tantas otras que deben atravesar.

La familia, el sostén

“Para mí, más allá de que mi hijo sea mi gran orgullo y me genere una satisfacción enorme, las salidas no dejan de ser un motivo de preocupación y hasta quizás de angustia, porque cada vez que se va, uno se queda preocupado y esperando el momento de su regreso”, comentó Mariana Nievas, mamá de Valentín Lorenzoni.

La familia de cada bombero es considerada un pilar fundamental en su desempeño. Son las personas que están en el antes y el después de las salidas. Experimentan la misma incertidumbre, miedo y preocupación que el bombero. Pero a la vez, entienden que es su pasión, por ello depositan toda su confianza. “Yo siento felicidad y tranquilidad al ver la vocación y el sentimiento con los que mi papá acude a cada salida, dijo Lucía Verri, hija de Hernán.

- ¿Cuál es el ritual de la familia cuando un bombero llega a casa?

- Al regreso de un incendio forestal, lo mejor que podemos hacer es esperarlo, acompañarlo y escucharlo, porque cada salida, cada vivencia y cada anécdota son diferentes. En las sierras es así. Hay veces que viene muy cargado de cosas y necesita relajarse. Entonces, cuando llega se desahoga y baja los decibeles. Esa es nuestra tarea y deber como familia, lo vivimos así”, comentó Erica Bonetto, esposa de Hernán.

“En casa se vive con la misma intensidad que ellos, sabemos que en la época de muchos incendios se van seguido a combatirlos y que en cualquier momento toca la alarma para irse”, dijo Bonetto. Convivir con un bombero, dijo, es sentir las mismas experiencias, es arraigarse a su pasión y estar siempre listos para cada situación. La familia se prepara con ellos. Arman el bolso entre todos, cargan sus linternas y herramientas, colocan un poco de ropa y provisiones. Antes de la salida le dan un beso y un abrazo. Es la forma de llenar el tanque de energías para enfrentar lo que el destino les ponga en el camino.

* Estudiante de Ciencias de la Comunicación, de la UNRC.

*Mayra Soledad Flores . Especial para Puntal