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Entre centenarios caldenes, Villa Valeria fue precursora del polo a nivel nacional

Traída por ingleses, la disciplina sentó sus primeras raíces en la ciudad cerca del año 1900. El primer club se ubicó en un predio del que aún quedan vestigios y sus testigos resultan en añosos ejemplares de estos árboles

Allá por principios de 1900, cuando aún podía respirarse el humo de la pólvora de la mal llamada Campaña del Desierto, en las puertas del inexpugnable Mamull Mapú (país de los montes), traído por ingleses un atrayente deporte a caballo sentaba sus primeras raíces entre centenarios caldenes, rastrilladas de originarios y los pasos de Mansilla en su excursión a los indios ranqueles.

Al sur del río Quinto (Popopis), en lo que ahora es el noroeste del departamento General Roca, las grandes extensiones de tierras se convertían en estancias cuyos propietarios solían ser mayormente ingleses o irlandeses que eran muy afectos a este deporte y que, según cuenta la historia, no solo practicaban con caballos, sino también con elefantes. En 1875 se crea el reglamento dictado por el Hutlingham Polo Association de Londres; luego, el polo, que tendría su origen en tribus iraníes, llega a América, especialmente a Argentina y a Villa Valeria.

Hay registros de que una de las primeras canchas de este deporte comienza establecerse en Villa Valeria hacia 1910, solo dos años después de que Hurlingham Club colocara las tablas de su cancha número 1. “Don Enrique Masrramón, encargado del establecimiento Las Flores, instaló en el denominado ‘bajo’ de dicho campo, la primera cancha de polo que conoció Villa Valeria. Fue por pedido de Campell Ord, propietario de la Estancia la Beatriz”. (Libro - Villa Valeria 1907 – 1999, nov. 2001).

A partir de allí, otros campos de la zona comenzaron a tener sus canchas de polo y a difundir el deporte. Pero es en 1927 cuando estos estancieros deciden organizarse para gestar el “Villa Valeria Polo Club”, cuyo primer presidente fue Diego Booth, en un predio ubicado hacia el sur de la ciudad, del cual aún quedan vestigios y sus testigos resultan en añosos caldenes. Es así que ayer en lo que era el campo de juego hoy se ve un renoval de este árbol propio del lugar que, por sus características, es único en el mundo.

Por ese entonces, el club comenzaba a tener rodaje nacional con importantes logros deportivos y así Villa Valeria era nombrada en los principales círculos de promoción del polo que para esa época, en general, estaban en Buenos Aires.

El polo prosperaba y se asentaba rápidamente en un lugar impensado para muchos. Con campos de juego que se abrían entre medio de bosques de caldenes.

Sin embargo, hubo otras causas que devinieron en quizás una ventaja en la preparación de los corceles, las características del terreno (medanoso o guadaloso) favorecían al desarrollo del caballo en esta actividad deportiva. El progreso del equipo formado en aquel entonces despegó rápidamente con resonantes victorias hasta alcanzar en 1932 el ansiado trofeo de la Copa República Argentina. El equipo de aquel entonces estuvo integrado por Roberto Ussher, Erland Akerblah, Guillermo Simons y Eduardo T. Sampson.

Más adelante en el tiempo, muchos recuerdan al equipo de camiseta azul con tiras blancas, Santa Ana, creado en 1942, que representaba al campo de los Dorignac ubicado en cercanías de Villa Valeria. En 1947, el cuarteto integrado por Gastón Dorignac y Carlos, Héctor y Rodolfo Jaeschke se adjudica la Copa de la Republica y más adelante los herederos se anotan una triple corona en 1973. “(…) Era el temple y la pasión de los Dorignac, la frialdad de Cacho Merlos, el tacticismo de González. Un conjunto que tuvo muchos hinchas”, La gloria y el Buen Polo, artículo publicado en La Nación (nov. 2011).

Quizás sea un dato no menor que a unos 40 kilómetros al norte de Villa Valeria se ubica un establecimiento rural que pertenece a Adolfo Cambiaso, considerado el mejor jugador del mundo de polo y uno de los máximos referentes en la historia de este deporte.

Pero en Villa Valeria, con el pasar de los años, el polo, el primer deporte que se conoce como colectivo, se dejó de practicar en este amplio predio del club que luego prácticamente no tuvo intervención del hombre. Es así que con el correr de los años la naturaleza hizo lo suyo y hoy se puede ver una reserva de renoval de caldén entre ejemplares centenarios que fueron conservados en el sector. El campo se encuentra cerrado al público, pero hay vecinos que aún lo visitan, quizás rememorando esas épocas en las que esta localidad era renombrada a nivel nacional por la destreza de cuatro jinetes en la noble cruzada por “la bola”.