Un estudio multidisciplinar investiga las experiencias del consumidor con discapacidad en locales de indumentaria y, con aval académico, busca tomar forma de libro para luego ser llevado a la mesa de decisiones a fin de traducir las conclusiones en acciones que beneficien un segmento que alcanza al 10,2 % de la población nacional.
Indumentaria y diseño inclusivo, para beneficio de personas con discapacidad
Natsue Kiyama, de Río Tercero, integra un equipo multidisciplinar que investiga la experiencia del consumidor desde la accesibilidad del local, la comunicación y atención al cliente, hasta el producto en sí. Buscan que se promuevan acciones
Natsue Kiyama es de Río Tercero y se graduó en Diseño de Indumentaria y Textil. Su interés personal por buscar soluciones para quienes tienen algún tipo de discapacidad la llevó a contactarse con profesionales de otros ámbitos que perseguían un mismo objetivo.
Con el paso del tiempo conformó el grupo "Más Acceso" junto a la economista y socióloga centrada en discapacidad Selediana Godinho; la comunicadora de moda especializada en los Objetivos del Desarrollo Sostenible, Fedra Mauri; y la terapista ocupacional Silvana Golato.
Aquella primera instancia desarrollada por Kiyama íntegramente sobre el diseño de Indumentaria para personas con amputaciones o con parálisis cerebral severa sirvió de base para el abordaje conjunto a otras profesionales que sobre finales de este año encuentra su etapa final.
“La investigación ahora tiene un enfoque mucho más amplio y desde esa mirada interdisciplinaria es que estamos llevando a cabo este proyecto que cierra este año con la generación de un libro. Una vez que esté listo, culminaremos esta investigación y se abrirán propuestas nuevas”, señala Natsue en diálogo con Puntal ADC.
Y agregó: “Selediana Godinho, quien dirige la investigación, nos puso en vinculación con la Universidad de Flores (UFLO), en Buenos Aires y allí se terminó enmarcando este estudio académicamente, sumando más investigadoras. Hoy somos 13 personas las que aportamos visiones diferentes según el expertise y nuestro objetivo es poder llevar esto a las mesas de tomas de decisiones para que realmente se pueda ejecutar una solución, porque el gran desafío compartido es que todo el trabajo de campo se lleve a la acción teniendo en cuenta de que estamos hablando de personas con derechos y por eso nuestro propósito”.
Cuatro ejes
La experiencia de las personas con discapacidad en locales de indumentarias se analiza en cuatro grandes ejes: la infraestructura del lugar, la comunicación hacia el consumidor, la atención al cliente y desde el diseño de los productos en sí.
“En infraestructura observamos, por ejemplo, desde la carencia de rampas, pasillos estrechos en la circulación interna del local o probadores pequeños, que no solo brindan una mala experiencia sino que traen aparejado consecuencias psicológicas. También se observa la altura de los percheros o de las cajas para pagar, porque la disposición de los mismos terminan afectando a las personas que por alguna discapacidad tengan que pedir ayuda a terceros para poder ver las prendas o pagarlas en la caja, viéndose afectado así en su autonomía”, explica.
Respecto de la comunicación, se estudia todo lo que es señalética, el tamaño de las letras, si están también o no los mensajes en sistema braile, si son legibles o si el lenguaje utilizado es simple o rebuscado, lo que puede resultar difícil de entender para una persona con discapacidad mental.
“Y ya hilando más fino, encontramos falencias en el uso de luminaria con mucha o poca intensidad, lo que impide que las personas puedan apreciar las texturas y colores reales”, sostiene.
Sobre la atención al cliente, Kiyama apunta que “muchas veces hay interés por quienes atienden los locales en aprender más respecto a cómo pueden mejorar su atención a personas con discapacidad, pero no encuentran la información adecuada para ello”.
“Falta información respecto de cómo dirigirse a la persona con discapacidad, si deben hablarle a él o ella, o a quien es su acompañante, lo que constituyen detalles que hacen que la experiencia sea o no buena. Y en cierto punto, a las personas con discapacidad se las ubica en dos extremos: por un lado, se los pone en un lugar ‘mágico’ o en la vereda opuesta pero con el mismo efecto nocivo, se les tiene pena o lástima. En esos dos extremos se empiezan a obviar cuestiones clave como, por ejemplo, de que se trata de una persona, que tiene derechos, que tiene gustos y preferencias, y de saber que al momento de vestirse no quiere solo ponerse ropa, sino que la prenda a la vez hable de nosotros y de lo que queremos comunicar de nosotros en esa elección, que tiene que ver con algo identitario”, manifiesta la diseñadora.
-¿Y sobre el diseño de la indumentaria?
- La falencia inicial y transversal es no concebir al diseño de manera más amplia, que no solo se enfoque en la hegemonía. Desde el momento en que dejamos afuera a un segmento de la población, ya desde ese inicio, hay un error. Hay cuestiones de accesibilidad que se pueden resolver de manera simple sin necesidad de hacer cambios grandes y no solo para personas con discapacidad sino también para adultos mayores que con el paso del tiempo empiezan a perder movilidad y pueden encontrar en el diseño un aliado. Por ejemplo, escotes más amplios facilitarían la acción de vestirse de manera independiente. Aplicar tirillas en sectores puntuales de los pantalones le permitiría a una persona con movilidad reducida calzarse un pantalón sin tener que depender de alguien más.
Pero todo esto no es algo transversal. Siempre hay un temor, y en algún punto puede llegar a ser una excusa, de que abordar la discapacidad es cambiar todas las prendas. Y eso creo que va muy de la mano con ese desconocimiento que hablábamos antes, o del miedo de escuchar a la persona y ver realmente qué demanda. Muchas veces no son tantos los cambios que hay que asumir pero son muchísimos los beneficios para ese segmento de la población. Y eso sí que es increíble.
Javier Borghi
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