Opinión | Javier Milei |

Trump lo auxilia y Milei se mimetiza

A fuerza de billetera, el republicano salvó al libertario. Las dudas por la intervención de Bessent. Qué efecto podría tener el salvataje a dos semanas de las elecciones. La incertidumbre en Córdoba

Argentina ha hecho que el vértigo deje de ser una sensación y se convierta en un estado. Habita en él. Sin embargo, en las últimas semanas, el gobierno de Javier Milei ha operado un cambio en ese vértigo: le imprimió mayor velocidad, un acortamiento dramático de los procesos. La distancia temporal entre el alivio y el sofocón es cada vez más corta. El país experimentó un tuit salvador de Scott Bessent, el secretario del Tesoro norteamericano, el 22 de septiembre cuando ya no había más dólares para defender al peso; Luis Caputo consiguió a las apuradas que el campo -los grandes exportadores- liquidaran 7.000 millones de dólares en sólo tres días y logró cierto alivio porque de esa cifra logró capturar 2.200 millones hasta que una nueva corrida contra el peso los volatilizó y, otra vez, el 9 de octubre ya no quedaba nada para evitar más presiones devaluatorias. Entonces, Bessent pasó del tuit a la billetera y operó de manera directa, en una movida inédita para el país, para descomprimir el mercado. Vendió dólares, compró pesos y, otra vez, actuó como la caballería que, en los viejos westerns, salvaban al héroe en el electrizante minuto final.

No sólo la intervención es histórica, por lo inusual, sino que además la metodología tuvo una alta carga simbólica y política. Al anuncio de la irrupción norteamericana en el mercado argentino no la hicieron ni Milei ni “Toto” Caputo sino el propio Bessent, como si la política cambiaria y monetaria hubiera pasado a otras manos y el rescate hubiera implicado también una transferencia del ámbito de decisión.

El secretario del Tesoro señaló, además, que el esquema de bandas es adecuado y diagnosticó que el peso está subvaluado. Del acuerdo, que se anunciaría el martes, se sabe poco y nada: se dijo que habrá un swap de US$ 20.000 millones, pero no se detallaron las condiciones ni si las operatorias de compra-venta de moneda se repetirán en el futuro o si fue una excepción. Estados Unidos actuó pero en Argentina, excepto los negociadores, nadie sabía nada. Todo el mundo se enteró por Bessent. La incertidumbre y la indefinición además habilita algunas preguntas: ¿si el secretario del Tesoro considera que el peso está subvaluado, seguirá tomando acciones para revalorizarlo? ¿Cuánta injerencia tendrá en la política cambiaria del país? El tipo de cambio define el grado de competitividad de los productos argentinos en el mundo, por ejemplo, de la soja, un mercado en el que Argentina compite con Estados Unidos. ¿Bessent llevará el peso a un nivel que sea conveniente para su país o para el de su socio político, cuando tenga que elegir ante la presión de los farmers? Tal vez sean inquietudes infundadas pero que seguirán flotando en el aire mientras la Casa Rosada no despeje las dudas sobre cuál es la letra chica del acuerdo con Donald Trump.

A dos semanas de las elecciones, el giro que implicó la participación directa de Estados Unidos también operó cambios en el propio Milei. Jaqueado como venía por las denuncias y los escándalos, ahora el Presidente pasó a una actitud más activa, menos a la defensiva. Planteó un programa de reformas que el gobierno denominó “Argentina Grande Otra Vez”, un slogan que copia casi textualmente el concepto que usa Trump en Estados Unidos. Es decir, a la dependencia económico-financiera que implica el salvataje se agrega una mímesis política. Milei, que había admitido hace semanas que la actividad económica se desplomó, ahora habla de que el rumbo que definió en 2023 le ha granjeado el reconocimiento del mundo entero. También dijo, en plena campaña, que hay que avanzar en una reforma fiscal y laboral para que los trabajadores sean más libres y las empresas ganen en previsibilidad.

En la recta final hacia las elecciones, a las que el propio gobierno les dio la categoría de plebiscito, los ejes sobre los que decidió pivotear Milei generan, como mínimo, dudas. Por ejemplo: ¿la reforma laboral sigue siendo una expresión con carga negativa que remite a la flexibilización de los ‘90 o es un concepto que se ha resignificado para el electorado?¿Atarse a un personaje controvertido como es Trump, más allá de lo que implique en términos de auxilio, es electoralmente redituable o puede convertirse en un lastre?

Jaime Durán Barba, el consultor ecuatoriano de Mauricio Macri, sostiene que un alineamiento tan irrestricto es un error político estratégico porque en sus focus group siempre surgió que Argentina es uno de los países más antinorteamericanos del continente. Una encuesta reciente de Zuban Córdoba aporta que Trump tiene una imagen negativa del 60,3% y que el 62,7% de los argentinos se sienten lejos de su pensamiento político.

En principio, no parece una estrategia adecuada para seducir a una mayoría sino más enfocada en fidelizar el núcleo duro y en disparar una nueva épica y otra expectativa. Si le alcanzará o no, se verá en dos semanas.

Las construcciones electorales que está haciendo el gobierno ostentan una carencia: no contemplan medidas directas ni urgentes para mejorar las condiciones de vida de la mayoría de la gente, que es tal vez el punto más vulnerable del esquema de gestión mileísta. Hay sectores de la economía que se están resquebrajando y no encuentran una respuesta: el propio Indec acaba de publicar que 15 de las 16 ramas de la industria cayeron hasta el 18,1%.

A ese contexto hay que sumarle las complicaciones políticas. El escándalo Espert, por ejemplo, y las idas y vueltas con respecto a la reimpresión de boletas o al lugar de Diego Santilli, antes odiado por los libertarios y ahora reconvertido a héroe de las horas difíciles, o al de Karen Reichardt, exvedette y actriz de Brigada Cola devenida en política.

Buenos Aires es, por lo tanto, un enorme problema para el gobierno. Enorme porque allí se concentra el 40% del electorado, porque viene de una derrota por 14 puntos y porque parece no tener idea de cómo salir del pantano en el que está metido.

Por lo tanto, La Libertad Avanza necesita imperiosamente de otros distritos. De Mendoza. De Santa Fe. Y, por supuesto, de Córdoba, donde el presidente logró hace dos años el 74,05% de los votos.

Los candidatos del mileísmo corren en Córdoba con la desventaja de ser desconocidos pero con la ventaja del sello. La Libertad Avanza es en la provincia una marca todavía con peso.

Esa ambivalencia se está reflejando en las encuestas y hace que para los comandos de campaña el estado de situación, a sólo dos semanas, sea difícil de descifrar. El peronismo cordobés, por ejemplo, recibe señales contradictorias. Tiene encuestas en las que gana por 17 puntos, pero son escenarios en los que se plantean disputas de nombres: en ese plano, Schiaretti derrota sin apremios al ignoto Gonzalo Roca. Pero cuando el sondeo se hace por fuerzas políticas, el peso de La Libertad Avanza se hace sentir y se abre un panorama de posible derrota para Provincias Unidas.

“Es una elección abierta y las últimas dos semanas van a ser fundamentales”, dicen en el oficialismo provincial. Creen que hay tres elementos que les pueden hacer ganar el 26 de octubre: la figura de Schiaretti, el hecho de que la conformación de Provincias Unidas le dio al peronismo cordobés un discurso y una proyección nacional que lo saca del provincialismo, y el despliegue territorial, que ahora incluye no sólo a intendentes peronistas sino también a un grupo de radicales, vecinalistas y del Pro.

El experimento de sumar a fuerzas que hasta hace poco eran rivales tendrá hoy su primer test: el oficialismo espera que Gina Grazziano, una radical a la que el gobernador Martín Llaryora apoyó explícitamente, gane con comodidad e inaugure electoralmente un nuevo esquema político.

En el Panal le bajan el tono al exitismo de cara al 26. Dicen que la elección está abierta, que es pareja, y que el resultado es imprevisible. Sólo están seguros de que sumarán diputados a las dos bancas que ponen en juego; se llevarán 3 -o serán 4 en el mejor de los casos- que formarán en el Congreso un bloque de 25 o 30 diputados y 14 o 15 senadores que, especulan, serán claves en la segunda etapa de la gestión libertaria. En el oficialismo provincial, un funcionario de primera línea graficó el escenario que esperan a partir de la elección: “Incluso si gana en el país, el gobierno va a sumar diputados que le van a alcanzar para ratificar sus vetos pero no para sacar leyes y reformas. Para eso va a tener que acordar y los gobernadores le van a reclamar cambios no sólo en los proyectos sino también en el programa económico: que haya inversiones públicas, obras, que se dinamice la economía, la producción. Es decir, que Milei deje de ser Milei”.