Finalmente, Juntos por el Cambio alcanzó un consenso mínimo en Córdoba: los cuatro partidos que lo integran se sentaron frente a una computadora, escribieron un texto y lo firmaron. En esa nota le reclamaron al gobernador Juan Schiaretti que cumpla con la ley y no adelante las elecciones provinciales. Es decir, le pidieron lo que necesitan: tiempo.
La cuestión de la fecha y Llamosas candidato
Juntos por el Cambio reclama que se fije el día de la elección mientras no resuelve su interna. El PJ duda sobre cuál sería el escenario más favorable. El intendente y sus roles posibles
Días antes había circulado el rumor, que Juntos por el Cambio le adjudica a Martín Llaryora, de que las elecciones serían el 7 de mayo, más de dos meses antes de lo que establece la ley 10.407.
La principal fuerza opositora reaccionó porque si la versión fuera cierta su cuadro de situación, atravesado por la indefinición, se agravaría. Juntos por el Cambio todavía está sin candidato y sin método de resolución y, por lo tanto, sin estrategia. Su rival tiene candidato, estrategia, discurso y Schiaretti y Llaryora recorren la provincia inaugurando obras.
El reclamo al gobernador refleja en realidad una inconsistencia propia: las semanas pasan y Juntos por el Cambio no se define. En el juecismo aseguran que esa irresolución se terminaría en los próximos días, que se cerraría un acuerdo porque la presión hacia adentro de esa fuerza es cada vez mayor. ¿Cómo sería la salida? Cerca del senador esperan que sea con un entendimiento: que Juez se convierta en el candidato a gobernador y que Rodrigo de Loredo sea su vice o el candidato a intendente de Córdoba. Ya no hay, argumentan, tiempo objetivo para una interna: el adversario está en la cancha, jugando solo.
El diputado radical todavía coquetea con las dos posibles candidaturas. Y con una tercera opción: preservarse, dejar que este turno pase y no postularse a nada. De Loredo, que tiene sólo 42 años, sabe que le queda un largo recorrido por delante, mientras que dentro de cuatro años algunos de sus principales competidores de hoy estarán más cerca del retiro que de una candidatura. En el juecismo creen que Hacemos por Córdoba está fogoneando esa eventual decisión de no participar.
Hay un aspecto que puede atenuar la demora de Juntos por el Cambio: sus candidatos son conocidos -Juez más, De Loredo menos- y por lo tanto no requieren de una intensa campaña de instalación. La contracara es que, si el candidato es el líder del Frente Cívico, todavía debe construirse como una alternativa real de poder, no sólo en cuanto al diseño instrumental de la campaña y la estrategia electoral sino en términos de discurso y de imagen. Juez tiene que convertirse en un aspirante a gobernador confiable, no sólo para los electores sino para los sectores de poder, que han encontrado en Hacemos por Córdoba una especie de garantía.
¿Por qué resurgió en los últimos días el rumor de un adelantamiento de las elecciones?¿Es descabellado? La versión de que podría votarse el 7 de mayo refleja un desacuerdo que existe en el seno del oficialismo, que posee sus propias indefiniciones. Hoy coexisten dos visiones sobre lo que podría ser mejor: el llaryorismo considera que el PJ debería aprovechar el clima de confusión y de irresolución que padece Juntos por el Cambio, operar sobre ese desconcierto y, por lo tanto, votar lo antes posible.
En el schiarettismo prevalece otra postura, basada en parte en que el gobernador requiere de tiempo para tratar de que su proyecto nacional tome forma y despegue. Por lo tanto, con ese objetivo como elemento central de la estrategia, cuanto más tarde mejor.
Lo cierto es que una de esas dos alternativas, la schiarettista, no requiere modificar una ley ni actuar en la Unicameral; la otra sí.
Y los resortes del poder todavía siguen en manos principalmente del schiarettismo, que le ha ido habilitando protagonismo y decisiones al intendente de Córdoba, pero que todavía se reserva las grandes líneas de actuación.
Uno de los reclamos de Juntos por el Cambio es que el 1° de febrero, el miércoles, Schiaretti anuncie en su discurso la fecha de las elecciones. En el oficialismo remarcan que eso no ocurrirá. Sostienen que no es el momento para hacerlo, en parte porque la fecha no está definida.
Por ahora, el schiarettismo recibió una instrucción del Panal y es la que está llevando adelante: la ley electoral no se modifica; se votará con las reglas de juego que hoy están vigentes, remarcan. Y si eso es así, si la decisión se mantiene, la provincia no podrá ir a las urnas antes del 13 de junio. Como ese día es martes, la primera fecha posible sería el domingo 18.
La elección cordobesa no termina en Córdoba. Es un distrito clave en el tablero nacional. Y un territorio en el que también se expresa la disputa que tensa a Juntos por el Cambio en el país. Juez recibe el apoyo de Horacio Rodríguez Larreta, mientras que De Loredo mantiene una relación cercana con Mauricio Macri. En ese tironeo también se mezcla el radicalismo nacional, la Coalición Cívica y cada satélite de esa constelación opositora.
Pero así como la elección tiene conexiones hacia arriba, por supuesto también las tiene hacia abajo. Los intendentes, tanto oficialistas como opositores, están esperando que el escenario se termine de conformar para establecer sus propias estrategias enfocadas en mantener el poder.
Río Cuarto no votará para elegir a su intendente este año pero su configuración política sí comenzará a moldearse a partir de la elección provincial.
El que más interés tiene en el proceso que está en marcha es Juan Manuel Llamosas. Cerca del intendente aseguran que existe un acuerdo ya cerrado con Llaryora que le reserva al riocuartense un espacio importante en el esquema que vendrá. La hipótesis de máxima, por la que Llamosas trabaja, es ser candidato a vice y, por eso, está buscando ampliar su radio de influencia a los cuatro departamentos del sur. La de mínima es convertirse en ministro.
Pero hay una estación intermedia y fundamental: antes de repartirse el poder hay que ganarlo. Y un aspecto en el que coinciden schiarettistas y llaryoristas es que los caciques territoriales y los intendentes tienen que jugar a fondo. Y eso significa ser candidatos.
De ahí surge la alternativa de que el intendente de Río Cuarto encabece la lista de legisladores en el departamento. Así, especulan en la mesa de decisiones del PJ, podría traccionar votos.
Si Llamosas tiene que asumir una candidatura, cualquiera sea, la pregunta es:¿Qué pasará con el Municipio?¿Empezará a dar señales el intendente sobre quién puede ser elegido como su sucesor? ¿Dejará a un delegado para salir a hacer campaña? En el Palacio sostienen que no, que el estilo de conducción del jefe comunal se contrapone con cualquiera de esas opciones. Ni delegados ni pistas, ni poder compartido antes de tiempo. Llamosas se pondrá a delinear la estrategia municipal una vez que se termine la elección en la provincia.
El intendente aparece enfocado en las inauguraciones de obras, precisamente, con un propósito en doble sentido: incrementar o mantener su nivel de imagen positiva para alimentar sus chances en la elección provincial y, a la vez, para influir de manera directa y decisiva en el 2024, cuando se elija a su sucesor.
Hasta ahora casi no ha dado indicios de posibles preferencias. A veces parece que apoya a Agustín Calleri; en otras ocasiones le hace un guiño a Germán Di Bella. Pero son apenas insinuaciones.
Llamosas no incentiva ni estimula especialmente el crecimiento de ninguno de sus colaboradores por el hecho de que el bien a preservar es él mismo. Cuanto más se demore la discusión y el proceso de la sucesión, más tiempo permanecerá siendo la figura que ocupa el centro de la escena en el oficialismo.
Es una conducta natural, casi instintiva de los dirigentes políticos. Y Llamosas, en ese sentido, no es ni quiere ser la excepción.