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Rivero no citará a Sosa, el policía sospechado de encubrimiento

Aceptó prescindir de 84 testigos que propuso Brito, entre ellos, el comisario Rafael Sosa, quien apuntó al perejil. Dijo que evitó citar al uniformado "para que no se autoinculpe". Así, solo Alicia Cid podría atestiguar, si los forenses lo aprueban. ¿Y el exjefe Comugnaro?

Las dos sillas vacías: la del banquillo del acusado y la de los testigos. La disposición para hablar por primera vez “en on” a los medios de parte del presidente del tribunal Daniel Vaudagna. La mueca de alivio del fiscal Rivero que, desde que se inició el juicio, padece el proceso más largo en la historia judicial de la ciudad.

El combo de imágenes y gestualidades es inconfundible: arrancó la cuenta regresiva para el final del juicio a Marcelo Macarrón.

Salvo algún imprevisto, será antes de la feria judicial de invierno, lo que les aportará un doble beneficio a los protagonistas de un juicio que oscila entre la indiferencia y el descreimiento de la ciudad.

El cierre de los Tribunales ayudará a capear el malhumor si el caso Dalmasso queda impune. Además, el receso les dará a los jueces técnicos un periodo adicional para redactar la sentencia donde tendrán que fundamentar el fallo, sea este condenatorio o absolutorio. Es que los días de feria no cuentan en el plazo legal.

El drástico recorte que el defensor Brito y el fiscal hicieron a la lista de testigos precipitó el final (“nos ahorramos dos meses más de juicio”, estimó Rivero).

Apenas arrancada la audiencia, el fiscal aprobó todos y cada uno de los 84 testigos que la defensa del viudo propuso descartar el martes. Incluido el cuestionado comisario Rafael Sosa, uno de los hombres fuertes de la policía a fines de 2006, que llegó de Córdoba con la misión de cerrar la causa con el perejil Gastón Zárate.

No logró su cometido.

Una ruidosa manifestación popular le salvó el pellejo al pintor, y a la vuelta de los años dejó a Sosa sospechado de encubrimiento.

Con ese argumento, con el pretexto de que el fiscal Luis Pizarro dejó entrever la chance de que Sosa haya embarrado intencionalmente la causa, Rivero evitó citarlo. Explicó que lo hizo en respeto de la garantía del Artículo 18 de la Constitución Nacional que reza: “Nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo”.

Así, salvo dos posibles excepciones, no quedan más testigos a la vista. Por eso ayer la Cámara Primera del Crimen arrancó con la lectura de la kilométrica prueba documental que insumirá jornadas completas del juicio.

El tedio podría interrumpirse si los forenses de Córdoba dicen que Alicia Cid, la mujer que reconoció ser la amante del viudo, está apta para declarar.

Ayer Brito designó a la licenciada Liliana Licitra y a la psiquiatra Ängela Lucatelli para que controlen las pericias psicológica y psiquiátrica que le harán Cid, hoy radicada en una localidad serrana vecina a Córdoba.

El otro testigo que podría colarse por la ventana del juicio es Sergio Comugnaro, el jefe de la policía local que fue eyectado a 220 kilómetros de una ciudad sumida en la conmoción. ¿Lo llamarán?

Alejandro Fara. Especial para Puntal