Martín Llaryora, que en la madrugada se encaminaba a ganar la elección provincial por una acotada diferencia de tres puntos, no sólo será, como suele decir él mismo, el gobernador de una nueva generación, que quiebra la sucesión de seis gestiones encabezadas por José Manuel de la Sota y JuanSchiaretti, sino que, además, tendrá entre manos una configuración de poder inédita:tendrá que gestionar sin mayoría ni quorum propio en la Legislatura y con el Tribunal de Cuentas en manos de la oposición.
Así, el oficialismo pasará de una concentración de poder casi absoluta -Schiaretti gobernó los últimos cuatro años con un bloque de legisladores de 51 miembros sobre un total de 70- a un sistema de contrapesos surgido de las urnas. Los votantes le dieron -ajustadamente- la posibilidad de continuar otros 4 años pero le impusieron a la vez contrapesos legislativos y de control. Por eso, Llaryora estará obligado, como adelantó anoche en su discurso, a dialogar, a convocar a la oposición, a consensuar.
Y deberá hacerlo no sólo hacia afuera sino también hacia adentro. El nuevo gobernador deberá mantener los alineamientos dentro del peronismo y los acuerdos con los diferentes núcleos internos. Por ejemplo, si esperaba ejecutar un rápido proceso de independización con respecto al schiarettismo, esa jugada deberá esperar. Llaryora dependerá de esos votos para tener una base que le permita, a través de acuerdos con otros bloques, hacer avanzar proyectos clave en el Legislativo.
El triunfo fue considerablemente menos holgado del que esperaba el llaryorismo y del que le vaticiban las encuestas. Algunas, en los últimos días, le prometieron un aluvión de 15 puntos de ventaja.
Sin embargo, Llaryora puede jactarse de una realidad:la victoria de ayer fue trabajosa pero se debió principal y fundamentalmente a su figura, a su construcción política. El candidato de Hacemos Unidos por Córdoba ganó con amplitud tanto en la ciudad en la que gobernó -arrasó en San Francisco y en todo el departamento San Justo- como en la que gobierna actualmente. El resultado de la capital provincial, los 7 puntos de ventaja que obtuvo Llaryora, fueron la clave de su victoria general.
Hay que tener en cuenta un dato: Hacemos Unidos obtenía a la madrugada una ventaja provincial de 54 mil votos; a esa hora, en Córdoba capital, Llaryora conseguía imponerse a Juez por 50 mil sufragios.Es decir, casi toda la diferencia se originó en la capital; en el interior el número de votos fue neutralizándose con victorias de uno y otro.
Cuando llegue la hora del pase de facturas, que inevitablemente se producirá, Llaryora podrá decir que él cumplió, que en sus distritos obtuvo victorias contundentes e inapelables y que si el oficialismo ganó fue más que nada por su performance.
No podrán decir lo mismo otros protagonistas; por ejemplo, Juan Manuel Llamosas. El intendente de RíoCuarto batalló con insistencia por convertirse en una figura de peso en la estructura llaryorista. Fue por la vicegobernación;terminó obteniendo el número 1 en la lista sábana. No era lo mismo pero igual lo obligaba. Sin embargo, el resultado no lo acompañó:no sólo perdió su departamento por 6,62 puntos, sino que también cayó en la ciudad que gobierna por cinco puntos. Llamosas y el peronismo de Río Cuarto deberán anotar además algunos datos preocupantes:perdieron el centro de la ciudad por un apabullante 15 por ciento. Esa es una tendencia que parece haberse afianzado:el principal circuito del distrito, el de mayor peso en cuanto a votos, abandonó al peronismo desde 2019 a esta parte y no parece ser sencillo que vaya a recuperarlo.
Ahora queda un interrogante:¿podrá cumplir Llaryora con el compromiso de poner a Llamosas como presidente provisorio en una Legislatura dominada por la oposición?
La foto de la madrugada, sin festejos ni algarabía, es un síntoma de la forma en la que ganó Llaryora y un anticipo de cómo deberá gobernar. Pero también alcanza a Schiaretti, que no consiguió tener el envión que esperaba para su precandidatura a Presidente. No pudo mostrarle al país una foto triunfante y sonriente, con las manos levantadas, y hasta su discurso de que Córdoba es una provincia distinta por su madurez y su previsibilidad quedó envuelto en la duda.