La campaña fina empieza a dar sus primeros pasos con una diferencia frente al año pasado: el fenómeno de La Niña ya no está en el horizonte sino en el pasado y lo que se pronostica es un ciclo inverso, de Niño, que se instalaría con más fuerza a partir del próximo mes. Eso de por sí es una buena noticia para la agricultura argentina que viene de atravesar tres períodos seguidos con escasez de lluvias y resultados en esta cosecha que se está desarrollando de granos gruesos muy afectados por esas condiciones climáticas que sumaron además 9 olas de calor entre noviembre y marzo y una helada temprana el 18 de febrero.
Sin embargo, pese a que la transición se dijo que sería rápida, en abril las lluvias no fueron las esperadas y eso complicó el escenario para la fina, especialmente en Córdoba. Pero también en la zona núcleo, donde las reservas de agua son muy bajas y es donde se esperaba una recuperación importante de la superficie implantada con trigo.
En el caso de la provincia, hay un solo departamento que en el último trimestre (febrero-marzo-abril) pudo superar la media histórica de precipitaciones: Río Cuarto.
Según la Bolsa de Cereales de Córdoba, fue la única jurisdicción que terminó ese período con unos milímetros más de los registrados habitualmente para ese período. De acuerdo a las estaciones meteorológicas de esa entidad, el departamento sumó 300 milímetros en los últimos 3 meses cuando el promedio era de unos 270. En el otro extremo, Marcos Juárez debía alcanzar los 330 milímetros en ese mismo período, pero sumó menos de la mitad, agravando aún más la situación previa. Roque Sáenz Peña es otro de los que mayor déficit acumularon, con casi 100 milímetros.
Las reservas de agua para encarar la próxima campaña son nulas, y quienes decidan poner una ficha en la fina es por lo que esperan acumular de aquí para adelante. Es decir, en esas zonas, la apuesta es a que se cumplan los pronósticos de Niño.
Por ese motivo, el último relevamiento de expectativas frente a la próxima campaña realizado por la Bolsa de Cereales de Córdoba arrojó un recorte de intención de siembra del 9% con respecto al año pasado en el que los productores ya sabían que faltaría agua en el ciclo. Con respecto a la media histórica, la baja sería del 11%. Se cubrirían unas 938 mil hectáreas de acuerdo a ese cálculo. Por lo tanto, hay que retroceder hasta la campaña 2013/14 para encontrar una superficie menor; en aquel momento se implantaron 800 mil hectáreas.
En esa línea, y después de la mala campaña agrícola que se cierra, los productores tienen interés en apostar por el trigo como un puente para garantizar ingresos a fin de año; sin embargo, no son pocos los obstáculos que se imponen. La Bolsa de Comercio de Rosario destacó en un reciente informe que “si bien la necesidad económica alienta la intención del productor de sembrar trigo, tres desafíos se presentan como potenciales limitantes: la reserva de humedad en el suelo, el financiamiento que permita asegurar el paquete tecnológico que el cultivo requiere para expresar su máximo potencial de rendimiento y la disponibilidad de semilla en cantidad y calidad suficiente”.
Y agregó que en relación con las recargas de humedad de suelo, pese a los pronósticos que indicaban que a partir del otoño se destrababan las lluvias, éstas no han alcanzado en milímetros y cobertura para satisfacer el déficit.
Respecto del área total a sembrar la incertidumbre está presente, ya que a la necesidad económica del productor se contraponen las mencionadas limitantes en el perfil de humedad de suelo y la disponibilidad de fondos para maximizar el paquete tecnológico que permita expresar el mejor potencial de rinde posible. Mirando la historia reciente, si se deja de lado el desembolso necesario para sembrar la campaña 2022/23 (fatídica en cuanto al alto valor de los insumos que se combinó con una muy baja productividad), se puede ver que en los cinco ciclos precedentes el productor argentino necesitó, en promedio, más de US$ 1.800 millones para sembrar trigo.