“Todavía estaba tomando la teta y no había hecho su provechito. Se puso a llorar muy fuerte, y en ese llanto se ahogó. No reaccionaba, no se movía... entramos en desesperación”, recuerda Guido con la voz quebrada. “Sin saber qué hacer, marqué el 911... y gracias a Dios, atendió Carla.”
Del otro lado de la línea estaba Carla González, sargento de la Policía de Córdoba, operadora de emergencias del 911 y mamá de tres hijos. Sin titubear, y reconociendo la angustia en la voz del padre, activó el protocolo y comenzó a dar indicaciones de primeros auxilios.
“Lo primero fue pedirle la dirección exacta para enviar una unidad móvil. Después traté de tranquilizarlo y le expliqué cómo ubicar a la beba: que la pusiera boca abajo sobre su antebrazo, sosteniéndola con la mano por la mandíbula, con su cabecita más baja que el cuerpo, y le diera unas palmaditas suaves en la espalda”, cuenta Carla. “Todo muy cuidadosamente, como corresponde en una bebé tan pequeña”.
Mientras las sirenas aún no se escuchaban, Guido, siguiendo al pie de la letra cada palabra de Carla, comenzó a guiar a su pareja, que sostenía a Milagros con el alma en vilo. Fue entonces que, de repente, algo cambió.
“En un momento me dijo: ‘¡Ay, vomitó!’. Y ahí supe que había una chance, que estábamos volviendo del borde”, relata Carla. “Después me dijo que respiraba... y empezó a llorar. Yo también, pero por dentro. Tenía que seguir guiándolo hasta que llegara el móvil”.
Carla no solo es operadora. Es madre. Tiene tres hijos varones, de 9, 13 y 16 años. “Cuando escuchás a un papá así, te ponés en su lugar. Pensás en tus propios hijos. Pero tenés que mantenerte firme, ser su ancla. Ellos estaban en estado de shock, y si yo me quebraba, no los podía ayudar”.
Guido lo recuerda como un momento de tensión absoluta. “Yo no veía el patrullero. Me decía que estaba cerca, pero no lo encontraba. Me asomaba por la ventana, no lo veía, y ya no podía esperar más. Bajé corriendo con la bebé en brazos. En ese momento ella seguía dándome tranquilidad por teléfono. Me preguntaba si ya respiraba, si estaba mejor, y me decía que me quedara tranquilo, que ya llegaban”.
Minutos después, el móvil llegó. “Le dije: ‘¡Ahí está el móvil!’”, recuerda Guido. “Y Carla me dijo: ‘Tranquilo, papá, ya está con ustedes’”.
Milagros fue asistida por personal médico y afortunadamente se encuentra en buen estado de salud, de nuevo en casa con sus padres. El susto fue inmenso, pero la reacción rápida de su papá, la templanza de Carla y la llegada del equipo médico a tiempo escribieron un final feliz.
La historia de Guido y Carla es más que una anécdota. Es el retrato de cómo funciona una red invisible de cuidado, contención y servicio público. Es la demostración viva de que hay personas que están, escuchan y actúan, incluso en la oscuridad de la madrugada, para que otros puedan seguir despertando cada día con esperanza.
Carla no sólo es operadora.Es madre. Tiene tres hijos varones de 9, 13 y 16 años. “Cuando escuchás a un papá así, te ponés en su lugar”, relató.
“Gracias a ella mi hija está viva”, dice Guido. “En ese momento uno no sabe qué hacer. Todo se te borra. Y que haya alguien del otro lado, que te escuche, que te calme, que te diga exactamente qué hacer... fue todo. Fue Dios y fue ella”.
Para Carla, es parte de su vocación, pero también es un recuerdo que no se va a borrar. “Vivimos muchas cosas trabajando en el 911, pero cuando se trata de un bebé, todo se intensifica. Y cuando termina bien, cuando sabés que gracias a tu guía esa nena hoy respira, es algo que te acompaña para siempre”.
La ciudad de Alta Gracia, testigo silencioso de este episodio, fue escenario de un hecho que nos recuerda que no siempre los milagros son sobrenaturales. A veces, ocurren cuando una línea de teléfono se convierte en un puente de vida. Cuando una madre entrenada para actuar escucha el llamado de otro padre desesperado. Cuando una comunidad tiene servicios públicos que funcionan, y profesionales que no se rinden ante el caos.
Milagros, la beba, hoy sigue con su vida. Llora, ríe, duerme en los brazos de sus padres. Lo que para ella será un recuerdo más en los relatos de su infancia, para Carla y Guido será el instante en que el mundo se detuvo... y volvió a girar gracias al amor y la acción humana.
Porque a veces los milagros no bajan del cielo. A veces, atienden el 911.