El presidente Javier Milei aclaró ayer una polémica frase de la semana pasada en donde la interpretación fue que en 15 años comenzarían a verse los resultados positivos de las medidas que está tomando el Gobierno por estas semanas. Ayer, en una entrevista radial, aclaró que en 35 o 40 años la Argentina será potencia y que los primeros pasos se están dando ahora. Pero remarcó que las dos terceras partes de esa mejora ocurrirá antes de 2039.
El Presidente insiste en la lógica de altos costos ahora para llegar luego a los beneficios. El problema que tiene en ese planteo es que la carga comenzó de inmediato para grandes porciones de la población y los resultados son por ahora un acto de fe. Quienes tienen empleo formal o informal en el país venían soportando desde los últimos dos años de gobierno de Mauricio Macri y los cuatro de Alberto Fernández una pérdida importante del poder adquisitivo que llevó a que muchos de ellos cayeran incluso debajo de la línea de la pobreza. Es un caso inédito el de estos años con empleados registrados que son pobres; y cada vez son más.
Pero el fogonazo inflacionario de diciembre, sin compensación alguna, fue una creciente vertiginosa que arrasó con los ingresos fijos. No hubo tiempo para nada. Pero no sólo hubo perjuicios con la escalada de precios, hubo quita de algunos alivios, como la devolución del IVA en las compras, algo que en teoría caducó el 31 de diciembre pero que muchos que compraron después de Navidad, ya no la recibieron. A ese mismo sector de la población, además, lo notificaron con las escalas del monotributo, que se convirtió en un régimen absolutamente regresivo y que promete en poco tiempo más expulsar a miles de independientes, muchos profesionales y pequeños emprendedores, al régimen general: una sentencia de muerte porque deberán pagar IVA, Ganancias e Ingresos Brutos. ¿Por qué ocurre esto? Claramente no es porque los monotributistas se estén volviendo ricos, ni mucho menos. De hecho, seguramente la enorme mayoría perdió poder adquisitivo de forma significativa, pero la parcial actualización de las escalas los hace pagar cada vez más impuestos. Sería un aumento de tributos encubierto. No es algo nuevo, ya que los últimos gobiernos también lo hicieron, pero esta vez promete una velocidad inusitada.
Pero ayer el Presidente se mostró conforme con el dato inflacionario de diciembre: “Si es 30%, es un numerazo porque íbamos al 45%”, afirmó sin la más mínima posibilidad de que ese escenario teórico sea cotejable. Incluso pidió llevar “en andas a Caputo”. Son esas expresiones que lo ubican con un punto de contacto con la casta y su desapego y falta de empatía con la realidad y sus consecuencias. Algo no menor si se tiene en cuenta la relevancia que puede tener eso en el mediano plazo para sostener índices de apoyo.
Más allá de las discusiones teóricas, de las que participa también el propio Presidente, la fuerte devaluación de diciembre empujó el proceso inflacionario. No hay mucho que discutir en ese punto, y menos aún con la experiencia abundante en esa materia en la historia argentina, más lejana y más reciente.
Un mejor tipo de cambio es una buena noticia para muchos sectores, especialmente los exportadores. Por cada dólar reciben ahora más pesos. Hablar de exportadores en Argentina remite indefectiblemente al campo y la agroindustria, aunque claramente no son los únicos, pero sí los que más dólares generan (casi 7 de cada 10). En términos generales el agro recibió un empujón con el nuevo tipo de cambio oficial que el viernes cerró en $832. La gestión anterior había cerrado en $350. Especialmente lo que celebró el sector fue que se cerró abruptamente la brecha con el dólar libre o blue, que ronda los $1.025. La distancia previa entre ambas cotizaciones era un canto a la importación y una complicación para exportadores que pagaban insumos al blue y vendían a $350. Más allá de que como complemento se aumentaron las retenciones, el saldo para los grandes sectores exportadores fue muy positivo. De hecho, trigo y maíz tenían 12% de retenciones y un tipo de cambio efectivo de 576 pesos por la combinación del “dólar agro”; ahora aunque tienen 15% alcanza los 710 pesos. Los subproductos de la soja, con 31% de retenciones, tenían un tipo de cambio efectivo de $451 y ahora trepó a $559, aunque pagan 33%.
Pero hay dos sectores que el resto de las actividades miran de reojo. Incluso muchos fervientes defensores de Milei los criticaron por “aprovecharse del momento”. Se trata de las prepagas de salud y las petroleras, dos que pisaron el acelerador ni bien vieron el camino despejado para aprovechar la coyuntura favorable emergida de las políticas oficiales. Y hasta coincidieron en los abusivos niveles de incremento bajo el poncho de la libertad. Fue el economista Gustavo “Lacha” Lazzari, defensor del Gobierno, el que alertó sobre el comportamiento de estos sectores: “Amigo petrolero, prepago, privatizado, en 15 días no vas a arreglar el zafarrancho del kirchnerismo, campéon; dejá que se acomoden las pymes, los salarios”, les pidió.
Es decir, hay sectores del mileísmo que están alertando sobre la deriva de un rumbo que tiene un selecto grupo de ganadores y un amplio sector de esforzados perdedores. Es oportuna la advertencia, toda vez que la conducta de esos actores favorecidos muestran una limitación de ciertos esquemas de laboratorio cuando llegan al terreno, al confundir libertad con libertinaje.