El dato de la pobreza que difundió en las últimas horas el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) mostró de manera descarnada el acelerado deterioro social que viene sufriendo la Argentina y la confirmación de que lo peor aún no pasó. Lo admitió el propio presidente Javier Milei, cuando anticipó que marzo y abril presentan un panorama sombrío.
La UCA dio a conocer que el 57,4% de los argentinos es pobre cinco días después del encuentro entre el Papa Francisco y Milei en El Vaticano. Los curas están hoy en la primera trinchera de esa efervescente demanda social. Las parroquias tienen un aumento de visitas constante, y no necesariamente de fieles. Ese incremento quiere decir que hay personas que antes no iban, que no necesitaban asistencia. Son los nuevos pobres, que antes ocupaban algún lugar entre la clase media y la media baja.
El dato de la UCA reveló que entre diciembre y enero hubo un aumento de la pobreza de casi 8 puntos porcentuales. Un escándalo para un período tan breve de tiempo. ¿Qué pasó para que eso ocurriera?
Si, como dice el Gobierno, la inflación decae en los próximos meses, ¿en qué condición estará entonces la sociedad argentina?
Rápidamente el oficialismo aseguró que es la consecuencia de la herencia recibida del gobierno anterior; de la casta. Ninguna novedad para un gobierno que asumió hace 60 días y que comienza adjudicando todas las malas noticias a la pésima gestión anterior. Lo hicieron Mauricio Macri, Alberto Fernández y ahora Milei. Sin embargo ahí hay un dato preocupante: en la Argentina, las últimas gestiones dejaron al país peor de lo que lo encontraron. Medido en pobreza, PBI, tipo de cambio o inflación, por mencionar algunas variables relevantes. Datos.
Pero el meollo de toda la economía tiene que ver con su traducción en la calidad de vida de la gente. Ahí, el dato de la UCA fue un cimbronazo.
El economista liberal y menemista, Carlos Rodríguez, un hombre que entre el balotaje del 19 de noviembre y la asunción de Milei fue mencionado como posible funcionario en diferentes áreas económicas, junto a Roque Fernández, hizo una doble pregunta inquietante ayer en X sobre el salto de la pobreza: “¿Cómo hizo la Casta para tener 10 puntos de ‘pobreza reprimida’ durante 20 años? ¿Qué instrumentos usó para que esa ‘pobreza reprimida’ no se visualizara en las estadísticas?”. Y luego completó: “¿Como hizo la política económica de Milei para sacar a la luz esos 10 puntos de ‘pobreza reprimida’ en sólo dos meses de gobierno y llevarla al 57,4% de la población en enero 2024 según estimación de la UCA?”.
No esquiva su propia pregunta el economista y responde: “Yo creo que el aumento de la pobreza fue la enorme suba del precio del dólar, 118%, junto con represión salarial, jubilatoria y de importaciones. Eso produjo una gigantesca caída en ingresos reales, consumo y producción”, explicó.
Además agregó que eso junto la suba del impuesto País, mejoraron la recaudación no coparticipable de la Nación (retenciones e Impuesto País) y licuó sus gastos.
No es menor el haber alcanzado un equilibrio fiscal en enero. Es necesario destacarlo, especialmente luego del documento de la expresidenta Cristina Fernández en donde vuelve a relativizar el desequilibrio de las cuentas públicas y pone el foco en la deuda, otro problema evidente. “A diferencia de lo que se afirma habitualmente, en cuanto a que el principal problema de la economía argentina es el déficit fiscal y la principal causa de la inflación, la emisión monetaria necesaria para cubrirlo; nosotros sostenemos que la inflación en Argentina se dispara ante la escasez de dólares y que el endeudamiento compulsivo en dicha moneda no hace más que agravar dicha escasez al profundizar la ya conocida y estructural restricción externa de nuestra economía bi-monetaria”, escribió la exmandataria.
Lo primero a destacar en esta discusión sobre la cuadratura del círculo, ya resuelta en el mundo, pero con plena vigencia en Argentina, es que una cosa es tener déficit fiscal eventual y otra es tenerlo de manera crónica, como es el caso nacional. Aún así, la forma de cubrirlo también abre aguas: una cosa es tener acceso al crédito en el mundo y otra es sólo tener posibilidad de emisión. Argentina hace rato que está desconectada del mundo financiero y entonces no tiene más opciones que, con déficit, echarle nafta a la maquinita. La acumulación -o el exceso- de ese proceso es el que terminar provocando el descalabro mayúsculo.
Ahora bien, ¿los números promocionados por el Gobierno son sustentables? La fenomenal licuación de ingresos, especialmente de jubilaciones, ¿puede continuar?
A esta altura del año, en tiempos inflacionarios como los que vive el país desde hace 15 años, los viejos salarios del año anterior deben soportar precios nuevos. Pero esta vez es diferente, por la magnitud de esa brecha. Y aún el proceso de esmerilamiento de esos ingresos fijos tiene varios capítulos por delante: tarifas, uno de los centrales. Pero ya comienzan las clases, y allí se abre un nuevo abanico de gastos para los bolsillos extenuados de las familias.
Como siempre se recomienda en todo lo que tenga que ver con gestiones gubernamentales, es preferible prestarle más atención a los hechos que a los dichos. Por eso, más allá de la diatriba contra la casta y la vieja política que iba a ser la destinataria del ajuste simbolizado con la motosierra, a esta altura parece obvio que el costo tuvo otros destinatarios. El diputado libertario José Luis Espert admitió hace unos días que el 40% lo paga la casta y el 60% “los justos”, aportando una nueva categoría a las calificaciones con las que el Gobierno fue abriendo nuevas grietas sobre las preexistentes.
En algún punto, hay plena coincidencia entonces entre los liberales Rodríguez y Espert cuando admiten que finalmente el temerario ajuste impactó de lleno en la clase media, buena parte de la cual ya debe actualizar su condición al caer debajo de la línea de la pobreza en los últimos 60 días.