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Un acelerado deterioro social sin luz al final del túnel

Los sectores que se consideraban de clase media en la Argentina posiblemente hayan abandonado en buen número esa condición por la fuerte caída del poder de compra de sus ingresos. Un ajuste virulento del que están siendo protagonistas centrales

En medio del mar revuelto de opiniones y miradas sobre la realidad, es bueno hacer un alto y nutrirse de los datos para intentar una aproximación menos distorsionada de la realidad. Más aún en el vertiginoso descenso que buena parte de la sociedad viene experimentando en los últimos meses, con aceleración a partir de diciembre.

Allí comenzó un punto de quiebre a partir de la decisión de aplicar una muy fuerte devaluación que llevó el tipo de cambio oficial de 366 a 800 pesos y que se complementó con un esquema de liberación de precios y eliminación de limitaciones existentes en determinados rubros. La combinación dio como resultado un fogonazo inflacionario que sigue coqueteando con una hiperinflación y que, más allá del esfuerzo del oficialismo y sus aliados por mostrar resultados positivos, las consecuencias son desesperantes. Hay allí un inicio de divorcio entre lo que expresan los voceros del Gobierno, incluido el propio presidente Javier Milei, y lo que experimentan día a día los argentinos.

Los mismos productos esenciales de la canasta básica pasaron de $254 mil a $441 mil en 60 días. ¿Qué implica eso en niveles de pobreza?

Vale aclarar que, como en todo proceso de estas características, hay quienes sufren menos las consecuencias o bien terminan beneficiados, por ejemplo, por tener sus ingresos atados al dólar. Es decir, los sectores exportadores, ya sean de bienes o servicios, están en esa selecta lista. Pero no son los únicos. Aquella liberación abrupta de precios motivó que algunos otros se vieran también beneficiados con las nuevas reglas de juego. Las petroleras, por caso, vienen de aplicar sucesivos aumentos en los combustibles, que totalizan un 132% desde los primeros días de diciembre hasta el inicio de febrero. Apenas pasaron poco más de 50 días. Aprovechan, claro, una demanda bastante inelástica, que puede sufrir alguna pequeña merma, pero nunca significativa como ocurre en otros rubros, por ejemplo el de la carne, que siempre refleja un freno marcado tras las subas, aunque luego comienza a recuperar lentamente.

Las prepagas también aprovecharon “la volada” para incrementar fuertemente el valor de sus cuotas a los afiliados, muchos de los cuales ya comienzan a buscar alternativas. De hecho, una reciente encuesta mostró que 7 de cada 10 analiza qué hacer ante un costo que les es cada vez más difícil sostener. Allí hay una complicación extra porque no en todos los casos son aceptados en otras empresas u obras sociales, por lo cual pueden quedar cautivos de un precio exorbitante. Por encima de los 50 años, las posibilidades de lograr un pase exitoso es complejo.

Los casi 6 millones de afiliados a distintas empresas parecen ser un número que va a tener una fuerte reducción y que sería el objetivo final de las empresas: pocos y que paguen altas sumas de dinero por mes. En promedio, en lo que va de la gestión Milei aumentaron 75%, pero se estima que habrá otro 18% en marzo, por lo cual quedarán cerca de duplicar el monto de las cuotas en apenas 90 días.

En paralelo, la canasta de alimentos tuvo un incremento del 74% entre diciembre y enero en Córdoba, según el Centro de Almaceneros. Los mismos productos esenciales pasaron de $254 mil a $441 mil en 60 días. ¿Qué implica eso en niveles de pobreza? Vale recordar que las últimas cifras oficiales dieron un 40,1% de los argentinos bajo la pobreza y 5,6 de cada 10 niños en esa condición. Es el dato del primer semestre de 2023, una foto en sepia. ¿Cómo serán esas cifras hoy?

Mientras el discurso oficial insiste en la necesidad de “sincerar las variables” y acomodar los precios relativos, luego de intervenciones múltiples que distorsionaron la actividad económica, parece observarse un doble plano de realidad: la que describe esas necesidades desde elGobierno, que son claramente atendibles como objetivos, y la que deben transitar los argentinos. En ese punto es recordable la experiencia de la gestión de Mauricio Macri y su decisión de ajustar las tarifas de los servicios. Nadie, desde el punto de vista macroeconómico, cuestionaba la idea de reducir los subsidios y quitar los aportes del Estado en las facturas. Las diferencias siempre aparecen en el cómo. Se pueden cerrar los números del fisco sin importar lo que ocurra en el plano social. Esto parece ser, hasta aquí, la idea del gobierno de Milei. Lo plantea bajo el argumento bíblico del sacrificio que desembocará en la tierra prometida. ¿Pero hay alguna certeza de que todos podrán cruzar a la otra orilla? ¿O no importa cuántos lleguen, porque lo importante es que alguien llegue?

La oposición, en esto, no logra articular aún un discurso y más bien está enfocada en hacer equilibrio entre lo que expresaron las urnas el 19 de noviembre y la temperatura social actual. Se la vio en las sesiones en Diputados: se movió dentro de la lógica del discurso oficial.

¿Hay alguna certeza de que todos podrán cruzar a la otra orilla? ¿O no importa cuántos lleguen, porque lo importante es que alguien llegue?

En medio de esa veloz realidad, apareció en los últimos días el FMI con un pronóstico poco alentador para Argentina: otra vez será la excepción de la región con caída de PBI este año. Recién proyecta ese organismo internacional que podría haber rebote en 2025. De nuevo: ¿cuántos y cómo podrán estar en pie para entonces?

Por último, un aspecto no menor: el gobierno de Milei es hasta aquí el que vino a poner en equilibrio las cuentas fiscales, pero no contó cómo piensa devolver a la Argentina a su lugar “de potencia”. ¿Tiene posibilidad de éxito un plan fiscal sin un plan de crecimiento y desarrollo? ¿Quién del Gobierno está pensando en cómo producir más leche, carne, granos, tecnología, autos o maquinaria? Sin eso, la gestión Milei corre el riesgo de transitar un largo camino detrás de una zanahoria que nunca alcanzará.