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Vientre subrogado: una historia de amor, perseverancia y resiliencia

Dos mujeres, un fuerte vínculo de amistad y el deseo intenso de volver a ser mamá por parte de una de ellas, desataron un acto de empatía realmente admirable: la subrogación del útero para la gestación de la beba de su amiga. Olivia nació ayer en Río Cuarto

“Somos tres mujeres latiendo al mismo tiempo”. En el Día de la Mujer y en vísperas de la llegada de su segunda hija Olivia -que finalmente nació ayer-, Luciana Altobelo (42) nos recibe junto a su amiga Coti (36) para compartir con Salud & Ciencia una verdadera historia de amor, perseverancia y admirable resiliencia.

A ambas la moviliza contar el “lado A” de un nacimiento por vientre subrogado, que muchas veces se ve opacado por connotaciones negativas que trascienden a la opinión pública cargadas de prejuicios y especulaciones.

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La entrevista transcurre en un consultorio del centro médico Humane, que gentilmente puso a disposición el especialista en ginecología y obstetricia Diego Cagnolatti (M.N. 99081-M.P. 28693/2 – M.E. 13883), uno de los dos profesionales a cargo de los controles de embarazo, en función de que la gestante reside en la ciudad de Olavarría (Buenos Aires) donde cuenta con el seguimiento médico de su profesional de cabecera.

La historia de Luciana debería remontarse a los tiempos de su infancia, donde admite que soñaba con formar una gran familia cuando fuera adulta y tener muchos hijos. Y ese sueño fue compartido con “Jairo”, como lo llama a su esposo, quien tiene otros cuatro hermanos varones y que también anhelaba poder repetir esa experiencia, en este caso, con sus hijos. Pero en un proyecto de vida nadie tiene previsto toparse con grandes obstáculos: en un puñado de años, Luciana perdió tres embarazos en curso y con ello, aquella foto de la familia numerosa parecía desvanecerse.

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Resiliencia

Si hay algo que marca una diferencia en el género, es la capacidad que tiene la mujer de no bajar nunca los brazos. Y fue la fuerza del amor y ese intenso deseo de ser madre, la que la llevó a levantarse una y otra vez para seguir adelante en busca de ese sueño.

Por razones laborales Luciana debió mudarse de Río Cuarto a Río Gallegos, Santa Cruz, y fue en el nuevo lugar de trabajo que la mujer creó un vínculo de amistad que hoy acumula casi nueve años, sin pensar que podía llegar a marcar a fuego su vida en el futuro.

“Coti” es la otra gran protagonista de esta historia. No solo es la amiga que estuvo apuntalando a Luciana en cada uno de sus tropiezos y la ayudó a levantarse para seguir peleando por sus sueños, sino que fue quien tuvo el invalorable gesto de ofrecer su propio vientre para dar cobijo al embrión del matrimonio amigo.

Embed - Luciana Antobelo y Coti

“Empecé a los 32 años con tratamientos de fertilidad, pero siempre fallaban. Con Coti nos conocíamos mucho y no sé en dónde fue que lo leyó, pero me compartió una noticia que daba cuenta de dos amigas que habían subrogado un vientre entre sí, lo que quedó como anécdota en ese momento, porque yo estaba en el proceso de intentar buscar un embarazo en mi propio cuerpo”, sostuvo Luciana.

Y explicó: “Continué con los tratamientos, volvimos a Río Cuarto luego de algunos años y en el 2019 mi útero dijo: ‘basta’. Tuve una endometriosis severa y decidimos optar por la subrogación. En ese momento, la opción de Coti era muy reciente y ella tenía un hijo muy pequeño. Aparte, en la Argentina no había aún muchos casos, y existía -y aún existe- un vacío legal sobre la subrogación”.

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Intentos fallidos de adopción

La sugerencia de Coti en aquella noticia compartida no fue enviada de manera intempestiva, ni en un contexto de charla de amigas. Ella conocía en detalle el proceso que le tocaba atravesar a Luciana, no solo por la pérdida de embarazos sino también por intentos fallidos de adopción, donde la burocracia conspiraba fuertemente para impedir que un niño o niña pueda recibir el amor que merece en el seno de una familia.

“Tres veces inicié el trámite de adopción. Comenzamos en Río Gallegos, pero en el transcurso de las distintas instancias tuvimos que volver a radicarnos en Río Cuarto por cuestiones laborales y fue allí que todo volvió a foja cero. Es increíble, pero parece que para el Estado uno perdiera el deseo de formar una familia por cambiar de provincia”, ironizó Altobelo.

Y dijo: “Volvimos a empezar el trámite desde cero en Córdoba, lo que implicó viajes y gestiones que no demostraban evolución. Incluso nos decían que no era compatible hacer tratamientos de fertilidad y, a la vez, buscar una adopción. Y hasta nos terminaron diciendo que ‘juntáramos antigüedad’, lo que nos pareció demasiado”. Además, comentó que: “en una segunda oportunidad, cuando ya teníamos a nuestro primer hijo y volvimos a intentar adoptar, nos dijeron que como ahora teníamos un hijo, el potencial niño o niña a adoptar debía ser menor que nuestro primer hijo”.

Rumbo a Ucrania

En medio del desgaste que significaba cumplimentar toda la requisitoria y ante la dilación en el tiempo propiciada por la misma burocracia, fue que junto a su marido comenzaron a analizar la posibilidad de subrogar un vientre y vieron en Ucrania el país con mayor respaldo en cuanto a legislación y actualización científica.

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Entablaron los correspondientes vínculos con los centros de salud a cargo del procedimiento médico y volaron hacia ese destino para dejar el material genético en una primera instancia. “Viajamos en enero del 2020 a Ucrania, cuando ya empezaban a verse restricciones en los aeropuertos producto de la pandemia. Pese a todos los obstáculos que trajo el coronavirus, pudimos mantener contacto permanente con Inna, quien fue la mujer ucraniana que gestó a Salvador, y conocer también los resultados de los controles que periódicamente ella se realizaba. En ese contexto viajamos nuevamente a recibir a Salvador, nuestro primer hijo, a principios del 2021, a quien luego de un mes pudimos traer a la Argentina”, sintetiza Luciana. Y agrega: “En la actualidad, pese a la guerra, seguimos en contacto con Inna y su familia, porque consideramos que se convirtió en nuestro primer ángel”.

“¡Quiero una hermanita!”

Con Salvador, renació el espíritu de familia, un objetivo que nunca habían dejado de perseguir y por el cual lucharon tanto junto a su marido. Luciana cuenta que el bebé creció y siempre que preguntó, se le explicó en términos de niños cómo había sido su nacimiento.

En ese crecimiento también comenzó a hablar y a expresar sus deseos, hasta que justamente un anhelo puntual iba a revolucionar otra vez a la familia, a sus dos años de vida: “¡Quiero una hermanita!”.

“Él (Salvador) no pedía un hermano: quería una hermanita”, recuerda sonriente Luciana, mientras acaricia el vientre de su amiga donde terminaba de gestarse Olivia.

Y es en este pasaje de la historia en donde adquiere el rol protagónico su amiga Coti, o como pasó a denominarse luego: “mamá canguro”.

Es que en respuesta a cómo llegaría su hermanita al mundo, le explicaban a Salvador que su madre tenía la pancita enferma y que Coti era la mamá que prestaría su vientre para el crecimiento de su hermana hasta que naciera y volviera a su hogar.

Coti ya había sido mamá de Vicente 10 años antes, por lo que estaba en condiciones de llevar a cabo un embarazo normal. Luego de compartir y consensuar tal decisión en su propio seno familiar, su gran amiga comunicó la aceptación de prestar su vientre para gestar a un nuevo integrante de la familia de su amiga.

“Luciana era la primera mujer cercana que sentí que tenía un gran deseo de ser madre y no podía hacerlo. Compartí con ella todo su proceso de búsqueda previo y creo que la empatía con ese deseo fue que me llevó a proponerle gestar a su hija”, señaló Coti.

Y comentó: “En lo personal, yo ya tenía decidido no volver a tener más hijos e incluso ya analizaba métodos anticonceptivos en ese sentido. Por lo que tengo más que en claro que mi función es gestar a la hija de Luciana y entregársela para su crianza. Y para mí es un placer poder ayudar a mi amiga, sabiendo que no es mi hija, porque me transfirieron un embrión”.

Dos experiencias de subrogación, totalmente distintas

La confirmación de Coti -transmitida por un emotivo mensaje de WhatsApp en el que su hijo Vicente es el que comunica la decisión de una forma muy especial- llegó justo cuando ya había sido descartado de plano la posibilidad de volver a elegir a Ucrania como destino para una segunda subrogación, por el contexto de guerra que ya atravesaba el país.

Se cumplimentaron todos los trámites judiciales de rigor correspondientes hasta recibir la autorización de una jueza local, lo que sentó precedente para futuros casos de subrogación. Y a la vez, ambas iniciaron un proceso de acompañamiento psicológico para recibir la asistencia profesional adecuada durante el período de gestación.

Luciana puede amamantar a Olivia

En esta segunda oportunidad, Luciana inició un tratamiento médico por el cuál indujo a su propio cuerpo a la producción de leche materna y ya está en condiciones de amamantar a su hija desde el nacimiento.

“Es muy loco, porque soy una mujer que no gestó a su beba pero que voy a poder amamantar. Es un gran anhelo poder establecer esa conexión, más allá de lo alimenticio”, sostiene.

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Luciana cuenta también que, por sorpresa, de los 27 embriones que se lograron formar en dos instancias durante el proceso de fertilización in vitro, uno solo resultó apto para su gestación y, en lo que entiende fue obra de Dios, quiso que sea de género femenino. “Nos solucionó el problema de tener que elegir entre varios embriones”, señala sonriente.

Ambas ponen de manifiesto la importancia de haberse rodeado de profesionales que, más allá de su formación científica y médica, priorizaron en todo momento lo humano, algo que consideran clave al momento de conducir un procedimiento de este tipo y que se logren los resultados esperados.

En los últimos días, transitaron las tres juntas las últimas horas de gestación y esperaban ansiosas poder recibir en sus brazos a la pequeña beba que finalmente nació ayer y que antes de ver la luz ya tenía asignada a su “gran madrina de fierro”: “la tía Coti”.

“Olivia significa ‘la que trae la Paz’ y creo que es justamente lo que en todo esto representa”, finaliza Luciana.

Javier Borghi - suplemento Salud & Ciencia