Opinión | Alberto Fernández | Paso | Martín Guzmán

Contra la realidad y contra sí mismo

La inflación recalentada fue la peor noticia que la Nación podía recibir en campaña. La que pasó fue una semana de dos caras. Schiaretti aprovecha la ambilavencia y profundiza su estrategia

El tiempo avanza. Al gobierno de Alberto Fernández le queda ahora menos de un mes para intentar, si no la heroica y titánica tarea de revertir el resultado de las Paso en medio de la crisis actual, al menos el consuelo de un acercamiento. Sería distinto si del 14 de noviembre emergiera con aires de recuperación.

Sin embargo, parece condenado a lidiar con la realidad. Y con sí mismo.

Después de hilvanar una seguidilla de anuncios destinados a recomponer el poder adquisitivo de algunos de los sectores más castigados, el Gobierno se topó con la noticia que menos necesitaba en plena campaña: la inflación, que había mostrado una desaceleración lenta pero sostenida, se recalentó en septiembre y arrojó un preocupante 3,5 por ciento. En sólo 9 meses ya acumuló un 37 por ciento y superó el 52 por ciento en el último año.

La proyección del ministro Martín Guzmán, aquella del 29 por ciento, ya es apenas una anécdota.

Con el dato que conocía de antemano, el presidente Alberto Fernández desplazó a Paula Español, en absoluta orfandad de resultados, de la Secretaría de Comercio Interior y puso en su lugar a Roberto Feletti, que optó por no probar con nuevas medidas ni instrumentos sino darles mayor intensidad a los existentes.

Si la inflación viene empeñada en ubicarse en el 50 por ciento con controles de precios vigentes, ¿qué lógica lleva a pensar que la insistencia en el mismo camino podría llevar a índices más acotados? Los acuerdos de precios -aunque ahora se amaga con la vía de la imposición- han sido en la historia reciente del país una impostura: los empresarios simulan aceptarlos y respetarlos y el Gobierno simula que dan resultado. Mientras tanto, las góndolas siguen su propia dinámica.

Tal vez la dureza de Feletti obedezca más a una lógica de corto plazo, al imperativo electoral de tener domados los precios hasta el 14 de noviembre para atenuar al menos el malhumor que desata la intensificación de la pérdida de poder adquisitivo.

Mientras tanto, en Estados Unidos, Guzmán ensayó una estrategia a más largo plazo que contempla un acuerdo con el FMI y un esfuerzo discursivo por despejar ante los inversores las incertidumbres que siempre sobrevuelan la economía argentina.

En ese punto, quizá como consecuencia de la necesidad de desplegarse en varios frentes a la vez y de que tras la derrota en las Paso todavía no encuentra su propio perfil, el Gobierno cayó en una serie de dualidades que afectan su intento por recuperar un sentido de previsibilidad y coherencia. ¿Cuál es la línea de la gestión? ¿La que se reúne amistosamente con empresarios en la Casa Rosada o la que advierte con la ley de abastecimiento? ¿La que va a Nueva York, centro de poder mundial, a prometer racionalidad y a desplegar ante los representantes del poder financiero el discurso que quieren oír o la que augura inflexibilidad si los precios no se sosiegan?

En la misma semana, el Gobierno efectivizó, después de una demora de diez días, la apertura de las ventas de vacas a China, una medida para descomprimir la relación con el campo pero, a la vez, una decisión sobre el maíz, que las entidades agropecuarias interpretaron como un nuevo cepo, reavivó la tensión.

En Córdoba, esa ambivalencia de la Nación es funcional a la estrategia que está desplegando Juan Schiaretti. El gobernador aprovecha el enfrentamiento para posicionarse del lado del campo y para reafirmar su discurso opositor al Frente de Todos. En una visita que realizó el viernes a Villa Nueva señaló que el gobierno federal está castigando a Córdoba por ser una provincia productiva. Es una versión actualizada de aquel argumento que tanto transitó el peronismo provincial y que hablaba de discriminación política y económica.

Horas antes, Manuel Calvo, vicegobernador, había acusado al oficialismo nacional de carecer de un plan económico serio que aborde los problemas de fondo que aquejan a la economía argentina y la dinamitan cada día un poco más.

Hacemos por Córdoba continúa disputando así ese voto antikirchnerista que casi hegemoniza el territorio provincial y que obligatoriamente debe captar para tratar de alcanzar dos objetivos:mantener su tropa de diputados en el Congreso y, a la vez, evitar que sus opositores, encarnados en Luis Juez y Rodrigo de Loredo, monopolicen ese voto antikirchnerista que los cordobeses están encantados en ejercitar.

En la nueva campaña, hasta ahora la única fuerza que ha ensayado una estrategia de readaptación después del resultado del 12 de septiembre ha sido, precisamente, Hacemos por Córdoba. Dejó de anclarse sólo en un discurso por fuera de la grieta y resolvió ubicarse con decisión en la oposición al gobierno nacional y, a la vez, ajustó su estrategia territorial con su apelación para que los intendentes abandonen la pasividad y salgan con decisión, como si estuviera en juego su propio pellejo, a captar los votos que hacen falta para llegar al 30 por ciento.

Un comportamiento que no deja de ser llamativo en campaña es el del Frente de Todos. Esa fuerza, que apenas consiguió sobrepasar los 10 puntos en septiembre, casi ha desaparecido del escenario en Córdoba. Los candidatos parecen haber diseñado cada uno una estrategia propia y no alcanzan a ensayar un discurso uniforme que apunte a garantizarle al menos una banca. No es menor el riesgo que corre de quedarse sin nada.

Del otro lado, Juntos por el Cambio está subido a su ventaja y parece ir administrando lo que consiguió. Los candidatos se desprendieron del lastre que en los últimos años significaba esa interna que parecía eternamente irresuelta y que actuaba de factor funcional para el oficialismo provincial.

Del 12 de septiembre surgieron dos liderazgos indiscutidos dentro de Juntos por el Cambio pero no necesariamente serán indiscutidas las candidaturas del 2023. Mientras afuera se especula con que ya está definido que Juez buscará la gobernación y que De Loredo irá por la intendencia de Córdoba, adentro, cerca de los dos candidatos, aseguran que nada está definido y que cada espacio será ocupado por quien en ese momento se encuentre mejor.

Como siempre, el criterio suena razonable y claro. La confusión la aportan las interpretaciones. ¿Cómo se definirá quién está mejor? ¿Con qué instrumento? De esas preguntas suelen derivarse los desacuerdos. Cerca de los dos candidatos sostienen que aprendieron de lo que pasó y que si un valor están dispuestos a preservar es el de la unidad recién nacida.

Si así fuera, sería un escenario inédito en la historia reciente.