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"El consumo de sustancias tóxicas en alimentos hace que se expresen enfermedades que no deberíamos tener"

Lo dijo la doctora María Fernanda Peralta, pediatra especializada en patologías hereditarias. La profesional radicada en Suiza habló también sobre la pandemia y la importancia de la vacunación

La doctora María Fernanda Peralta (MP 38800/3), médica pediatra especialista en enfermedades hereditarias del metabolismo, aseguró a Puntal que la incorporación de sustancias tóxicas a través de los alimentos puede despertar enfermedades que, inicialmente, no se deberían padecer. Radicada en Suiza, la especialista cordobesa, quien durante algunos años trabajó en Río Cuarto, explicó la importancia de la alimentación y destacó el accionar de los médicos argentinos frente a la pandemia de coronavirus.

“Soy pediatra. Me recibí en la Universidad Nacional de Córdoba, hice la residencia y me fui a vivir a Francia, en 1998. Allí hice la especialidad en enfermedades hereditarias del metabolismo, que es una parte de la genética metabólica. Me ocupo de pacientes que tienen enfermedades de nacimiento que se expresan con síntomas en distintos órganos, como algo neurológico, hipoglucemia, problemas hepáticos y retrasos mentales, entre otros”, comentó Peralta.

-Últimamente se ven más casos de chiquitos que nacen con problemas y que necesitan tratamientos que, por lo general, son costosísimos, ¿es porque existen tratamientos que antes no había o porque hay más enfermedades nuevas?

-Suceden tres cosas. La primera es que, efectivamente, hay más alternativas de tratamientos por el avance de las investigaciones. Entonces, como son enfermedades genéticas, se tratan con terapias génicas, por lo que son tratamientos que modifican la genética a través de distintos elementos. La otra es que ahora se hacen diagnósticos más precisos. Por último, actualmente también hay más perturbadores genéticos en nuestra vida de todos los días. Sobre todo en el ambiente, con la utilización de tóxicos que perturban nuestra genética. Todos tenemos una genética predeterminada y, si incorporamos sustancias tóxicas, como ciertos fertilizantes en los cultivos, nuestra genética se modifica y hace que se expresen enfermedades que, teóricamente, no deberían haberse expresado. Esas tres cosas son las que hacen que se noten más las nuevas enfermedades.

-¿Se puede hacer algo para evitar esos problemas genéticos?

-Hoy, todos tenemos que hacer una campaña por una medicina más preventiva. La medicina más preventiva, la más vieja, es la alimentación. Comemos mal en todo el mundo. Tiene que ver con una cuestión económica y de producción. Es decir, en todas partes del mundo se ponen en marcha mecanismos para mejorar la producción que, a veces, son malos para el organismo. En Francia y en Suiza se le está dando mucha importancia a este tema, y creo que debería replicarse en todo el mundo. La calidad en la alimentación es una forma de prevenir. La herencia paterna y materna forma nuestro capital genético y eso no puede ser modificado. Lo que sí podemos cambiar es la expresión de algunos genes patológicos que se pueden expresar. Hoy, una de las fuentes más importantes de desencadenamiento de genes patológicos es la alimentación. La buena alimentación protege; la mala nos hace expresar patologías.

-Por otro lado, más allá de las enfermedades, hay medicamentos que son costosísimos, casi inaccesibles…

-Esto es así porque los laboratorios que hacen las investigaciones invierten muchísimo dinero y la salida de esos medicamentos es muy poca. En general, en países como Suiza, el Estado se hace cargo del costo.

-¿Cuánto tiempo hace que está radicada en Suiza?

-De 1998 a 2014 estuve en Francia, trabajando en un hospital pediátrico. Después, regresé a la Argentina y de 2015 a 2019 trabajé en el Hospital de Niños de Córdoba y en la Clínica Regional del Sud, por lo que tengo los mejores recuerdos de la ciudad y de la gente de Río Cuarto. Fue una experiencia laboral muy linda, en la que pude ayudar a mucha gente, que es lo que más me interesa. En 2019 fui a un congreso a Brasil y allí me invitaron para trabajar en Suiza, a la ciudad de Lausana. Allí hay un centro universitario muy grande y me desempeño en el servicio de pediatría, en el sector de enfermedades hereditarias del metabolismo. Somos únicamente dos médicas las que estamos trabajando allí y cubrimos un tercio de Suiza.

-Ha raíz de su experiencia internacional, ¿cómo evalúa al sistema sanitario y a los médicos de la Argentina?

-Todos los profesionales argentinos que he visto llegar a Francia o a Suiza tienen un nivel excelente. En Argentina, la formación en las universidades y en las residencias es muy buena. Lo que se obtiene en el exterior son los medios para desarrollar avances. A pesar de las dificultades de la Argentina, me quedo con la formación de mi país.

Hoy, todos tenemos que hacer una campaña por una medicina más preventiva. La medicina más preventiva, la más vieja, es la alimentación. Comemos mal en todo el mundo. Tiene que ver con una cuestión económica y de producción. Es decir, en todas partes del mundo se ponen en marcha mecanismos para mejorar la producción que, a veces, son malos para el organismo Hoy, todos tenemos que hacer una campaña por una medicina más preventiva. La medicina más preventiva, la más vieja, es la alimentación. Comemos mal en todo el mundo. Tiene que ver con una cuestión económica y de producción. Es decir, en todas partes del mundo se ponen en marcha mecanismos para mejorar la producción que, a veces, son malos para el organismo

-¿Qué opinión tiene frente a lo que está sucediendo con la pandemia y las dificultades que está viviendo Europa?

-Lo más impactante de la pandemia fue tomar contacto con mis compañeros de Francia, quienes tuvieron que elegir qué paciente dejaban morir en la terapia intensiva porque no había respiradores para todos. También es real que tuvieron que optar por la gente más joven para mandarles una ambulancia en el momento más crítico. Por eso, a pesar de sus fragilidades, Argentina supo capitalizar lo que pasó en Europa y, a partir de sus decisiones, no tuvo que elegir por un paciente u otro. Como médicos, no nos formamos para salvar a una persona o a otra, y eso es lo que se hizo en algunos países de Europa, lo cual es traumatizante. En Suiza, la situación fue diferente. Suiza es un país privilegiado, con unos 8 millones de habitantes y muchos recursos. Allí se cerraron las fronteras y se pudo organizar mejor. Si bien no hubo que elegir entre un paciente u otro, sí hubo desbordes. De hecho, nuestro servicio de pediatría cerró y los médicos y enfermeras pasamos a trabajar con adultos. Otro dato es que faltaron insumos. No había barbijos, por ejemplo. Asimismo, en Argentina se aplicaron tratamientos más eficaces que se pusieron rápidamente a disposición de los pacientes. Por eso, evidentemente, los médicos argentinos están bien preparados y se organizaron mejor que en Europa con los pocos medios que tenían.

-¿El problema de Europa pasa por la baja adhesión a la vacuna?

-El problema de Europa es que la gente se ha relajado mucho y hay un gran porcentaje de habitantes que está en contra de las vacunas. En Suiza, por ejemplo, hay cantones (provincias) que tienen una tasa de vacunación del 86%, pero también hay otros en los que la cobertura llega a apenas el 35%. Eso es muy poco. Mientras la población no alcance un buen porcentaje de vacunación, el virus seguirá circulando. Suiza es un país que tiene millones de vacunas a disposición, pero la gente no las usa.

-Si la gente sigue sin vacunarse, la luz al final del túnel se aleja cada vez más…

-Es más difícil. La vacuna erradica la patología. Cuando uno tiene la vacuna está salvado, pero la gente tiene que ponérsela. Los niños tienen todas las vacunas. En cambio, el adulto, si tiene la posibilidad de decidir, a veces decide mal y no se las pone, como sucede con la vacuna contra el coronavirus. Si todo el mundo se vacuna, el virus se termina. Hoy tenemos dos problemas. Por un lado, los países de bajos recursos que recién ahora están accediendo a las vacunas y, por el otro, los países ricos, como Suiza, en los que la gente no se quiere vacunar. He tenido la oportunidad de hablar con los ciudadanos de allá y cuando les he preguntado los motivos por los que no se quieren vacunar, te dicen cualquier cosa, sin ningún argumento científico.

-Por estos días se va a dar inicio al autotesteo en la Argentina. Es una tema que ha generado cierta polémica, ¿usted ha traído algunos?

-Sí, traje para mi familia y envié algunos a la dirección de la Clínica del Sud. En Suiza, el Estado dio 5 test por personas durante dos meses para que la gente se testee antes de ir a una reunión familiar o social, con el objetivo de evitar los contagios. La idea es que se usen responsablemente para que el resultado sea verídico. Después, empezó a comercializarse en las farmacias. Allá tienen un costo accesible, pero no todos los usan. Son muy fáciles de utilizar, ya que la técnica es muy sencilla. Es fundamental que la gente sea responsable. Me parece bien que Argentina los empiece a utilizar, siempre y cuando haya responsabilidad.

-¿Piensa volver a trabajar a la Argentina?

-Amo Córdoba. Cada vez que vengo no tengo ganas de volverme. Siento que todavía puedo hacer mucho. Para mí, lo económico es relativo. Lo más importante es hacer lo que me gusta y ayudar al otro.