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Benvenuti, en exclusivo: a 50 años del histórico combate con Monzón en Roma

El reconocido púgil italiano dialogó con Puntal y contó detalles de una jornada inolvidable para el boxeo argentino. El próximo 7 de noviembre se cumplirá medio siglo del mítico combate en el Palacio de los Deportes

Según Ernesto Cherquis Bialo, uno de los periodistas más conocedores del boxeo argentino y quien ha estado como testigo en las noches más inolvidables de nuestro deporte, Carlos Monzón fue un paradigma de época.

Usted ya conoce la historia, con ese humildísimo nacimiento, donde doña Amalia lo tuvo en un piso de tierra en San Javier, ciudad costera santafesina, hasta llegar a lo más alto en lo deportivo, ser parte del exclusivo “jet set” de la época y terminar sus días como lo hizo. Por haber asesinado a Alicia Muñiz en uno de los casos más emblemáticos de la historia judicial argentina, en tiempos en los que de femicidio no se hablaba. Eso usted ya lo conoce y el propósito aquí es otro.

Nino Benvenuti fue un fenómeno, un tipo de época para los italianos. Polifacético, no sólo como deportista, sino también daría la impresión de ser un embajador, un diplomático, y algo de eso tiene su vida.

Desde su Trieste natal en tiempos de la Segunda Guerra Mundial hasta su presente a los 82 años. Desde el ring hasta la Madre Teresa de Calcuta, pasando por el cine y películas filmadas.

Para su biógrafa, el secreto está en ser sólo Nino y da la impresión de que es así.

Benvenuti dialogó con nosotros y así se refiere a esa lluviosa noche de noviembre de 1970 en Roma.

-¿Cómo recuerda el 50° aniversario del primer encuentro con Carlos Monzón?

- Carlitos fue, con mucho, el boxeador más fuerte que he conocido. Fui derrotado por él, como nunca me pasó en mi carrera. Fue un gran campeón.

-¿Cree que usted era el favorito hace cincuenta años en el Palacio de los Deportes de Roma?

-Absolutamente no. Nunca lo he pensado ni he buscado nunca una coartada para mi derrota, por lo tanto, para su victoria. Era el mejor y merecía ganar. Punto.

- ¿Se imaginaba en ese momento que Carlos tendría luego 14 defensas consecutivas del título?

-No importa lo que sepa antes de encontrarse con un oponente en el ring. No sería suficiente predecir movimientos o golpes.

-¿Qué cree que hizo a Carlos tan popular en Europa?

-No tengo idea. Probablemente, además de ser famoso por sus conocidos en el “jet set”, también por vencer a Nino Benvenutti (sonríe).

-Ayudó mucho a Monzón y a Emile Griffith luego de que ambos se retiraron y tuvieron diferentes problemas, ¿qué significó tener esos gestos con exoponentes?

-Fueron dos relaciones muy diferentes; aunque digo que me mantuve en excelentes términos con todos mis antiguos oponentes: tenía respeto por el hombre de Monzón, más allá del oponente que me derrotó. Por eso fui a verlo a la cárcel. Pero no puedo decir que nació una amistad profunda. Con Emile, en cambio, nació una relación verdaderamente fraternal, que fue mucho más allá de nuestras luchas.

-En 1960 se convirtió en campeón olímpico. ¿Fue Roma 60 su despegue como deportista?

-Sin duda. Los campeones del mundo se convierten en excampeones, tarde o temprano. En cambio uno es campeón olímpico para siempre.

-¿Cómo recuerda la pelea con Griffith en el 67, elegido como el mejor combate de ese año?

-Subirse al ring en el Madison Square Garden de Nueva York significó cruzar el umbral del templo mundial del boxeo. Una emoción inolvidable. Una aventura nunca antes intentada por un compatriota. Y el recuerdo de esa noche memorable (en la que Italia se subió al ring conmigo) se celebró en un evento igualmente memorable en el CONI, bajo el patrocinio de la Embajada de Estados Unidos, en abril de 2017, organizado por Anita Madaluni (mi asistente durante años y biógrafa). Pero vencer al campeón mundial estadounidense fue también el preludio de una amistad fraterna con Emilio (así es como Nino siempre ha llamado Griffith), que duró hasta su muerte.

-Su historia escapa a la de los boxeadores convencionales con, por lo general, un final muy trágico. ¿Por qué, en su opinión?

-Quizás porque el boxeo, en mi vida, nunca ha sido una venganza, sino única y exclusivamente una gran pasión, heredada de mi padre, Fernando. Un talento precoz, eso sí, pero apoyado en mucha disciplina, compromiso y respeto.

-Nació casi al mismo tiempo que estalló la Segunda Guerra Mundial, ¿cómo fue su infancia en Trieste?

-De ese período recuerdo sobre todo el éxodo de la isla de Istria, mi tierra. Fue horrible. Nos salvamos mudándonos a Trieste, donde mi padre tenía un negocio de pescadería. Pero lo perdimos todo: casa, tierra, viñedos. Y sí, nos salvamos, fue un verdadero milagro.

-Tuvo una experiencia muy espiritual en la India junto con la Madre Teresa de Calcuta. ¿Cómo fue todo ello?

-Ya era bien conocido, lleno de recompensas. Sin embargo, me estaba perdiendo algo. Pensé que tenía mucha suerte y decidí devolverle a la vida todo lo que me había dado. Entonces decidí ponerme a disposición, como ser humano, en un lugar de sufrimiento, que dejó una huella profunda en mí. Fue una de las experiencias más importantes de mi vida.

-¿Cómo fue su experiencia en el cine? ¿Cuál fue su mejor película?

-Ciertamente no podemos hablar de una mejor película porque nunca he sido actor, ni por un momento. Pero disfruté, en un par de películas occidentales de Duccio Tessari, junto con Giuliano Gemma, que era como un hermano para mí.

-El público italiano es muy apasionado, al igual que el argentino. ¿Qué recuerdo tiene de este último?

-Hinchas muy calientes, el argentino, así como su gente. Si todavía me quieren, quizás sea porque siempre me he portado bien (risas). Durante mi compromiso con un joven diplomático también tuve un breve puesto en su gobierno. Y recientemente fui galardonado con el premio "Cultura Italia-Argentina" del embajador Tomás Ferrari.

-¿Cuál es el legado que dejó en el mundo del boxeo? (esta pregunta la contesta la asistente de Nino, Anita Madaluni, porque a él mismo no le gusta darse aires).

-Nino se escapa del clásico prototipo de boxeador, como dijiste en una pregunta anterior, y ello por infinidad de razones, entre las que destacan su humildad y su disponibilidad. Pero, también, su cultura familiar, su educación, sus intereses. Nino ha sido bombero, actor, escritor, periodista de radio y televisión durante más de 40 años (más tiempo periodista que boxeador), embajador de Buena Voluntad de la FAO, Premio Brera, Premio Guirlande d'Honneur. Y es el único boxeador italiano (pero quizás entre los pocos del mundo) que está incluido en todo el Salón de la Fama existente y entre los nombres más prestigiosos destacan campeones mundiales como La Motta, Graziano, Ali, Hagler. En resumen: Nino es, como diríamos hoy, transversal, completo, un artista polifacético. Y con una personalidad carismática. No es casualidad que la Federación Italiana de Boxeo lo haya nombrado recientemente embajador del boxeo de Italia en el mundo. El secreto de Nino, probablemente, es... ser sólo Nino.