El presidente de AcSoja, Luis Zubizarreta, no dudó en afirmar que la situación de la industria de la oleaginosa en la Argentina, la más potente y la que más dólares genera al país, “está atravesando las 7 plagas de Egipto”.
Lejos de los tiempos florecientes de la cadena, “en los últimos años y por distintos motivos hemos padecido una reducción de producción en un mundo que demanda cada vez más que la Argentina produzca más soja. Y en general fue el resultado de un daño autoinfligido, políticas propias del país que han generado desincentivo a producir”, explicó Zubizarreta en una charla organizada por la cadena.
Pero luego se enfocó en el plano internacional: “A eso le sumamos algunos riesgos que vienen de afuera. Recuerdo pocas veces que pasara algo así. Tenemos restricciones arancelarias como el caso de China, que no nos importa productos industriales sino materia prima, o las restricciones a los biocombustibles en Europa o Estados Unidos, pero en general los problemas son más internos que externos”, aseguró.
Luego el directivo repasó estadísticas y allí mostró un crecimiento de las exportaciones brasileñas de granos y sus cadenas desde 1970 a 2020, que fue de 70 veces mientras en Argentina, de apenas 6 veces. En el caso de la carne -agregó- Argentina apenas creció y Brasil multiplicó por 60 veces. En términos productivos de soja, el sector pasó de 60 millones de toneladas hace unos 10 años a 46 millones ahora.
Por eso, Gustavo Idígoras, titular de la poderosa Cámara Aceitera de la República Argentina (Ciara) y del Centro Exportador de Cereales (CEC), recordó que “la cadena de valor de la soja argentina ha sido líder internacional, no sólo por su nivel de producción sino por la adopción de tecnología. Argentina fue uno de los primeros países del mundo en adoptar la biotecnología allá por la década del ‘90.A partir de ese momento los productores desarrollaron un sistema de conservación de suelos y de rotación de cultivos con la siembra directa que lo difundieron y lo masificaron. Y ese desarrollo tecnológico los transformó en productores de vanguardia. A eso se sumó un proceso de desregulación económica que permitió el desarrollo de los puertos y lo que permitió que hoy tengamos más de 15 mil millones de dólares de inversión en terminales portuarias e industria de la molienda en un cluster agroindustrial exportador que en términos de concentración es el más grande del mundo”.
Idígoras remarcó que todo el desarrollo realizado en Argentina permitió que la producción de granos en general pasara de unas 20 millones de toneladas a 120 o 130 millones, y a diversificar de 10 mercados a 127 mercados en todo el mundo. El sojero está en 78 mercados de exportación si se suman los de harina, aceite y biodiésel.
“Todo ese desarrollo generó una gran cadena de valor muy competitiva. Argentina era vista como un país que podía competir palmo a palmo con Estados Unidos y Brasil. Pero hace 10 años el país decidió congelarse, estancarse, no crecer más en producción de soja, en procesamiento de soja y no aumentar su capacidad exportadora. Hoy nuestro país debería estar produciendo no menos de 70 millones de toneladas de poroto de soja y teniendo una capacidad de molienda, ya instalada, cercana a los 67 millones, lo que haría duplicar nuestra exportación de harina, aceite y subproductos. Sin embargo, hace 10 años que producimos lo mismo y en algunos años como este, menos”, destacó.
El presidente de Ciara-CEC remarcó que “mientras tanto el resto del mundo siguió creciendo. Brasil creció 72%, pero si lo vemos en total alcanza el 97%. Estados Unidos, que es un país con industria tecnológica creciente y todo, sin embargo creció más de 38% su producción”.
En molienda, “estos países también crecieron, hasta 33% en su capacidad. Argentina, cero. Argentina decidió no competir y el mundo no se queda quieto, más allá de lo que haga Argentina”, dijo Idígoras.
En ese sentido, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires tomó la línea de crecimiento normal de soja en Argentina y a esta altura debería estar produciendo esas 70 millones de toneladas que señaló Idígoras. Y calculó el costo de no haber crecido a ese ritmo, cuánto implicó en divisas. En 10 años se perdió en el complejo sojero por no crecer, unos US$ 43.500 millones, cifra similar a la deuda con el FMI. “Argentina sacrificó una deuda externa por no permitir el crecimiento de un sector. Mientras, los otros dos países sí lo hicieron. Hoy estamos ante un escenario muy complicado y de hecho esta campaña es negativa, con muy baja producción; una capacidad ociosa en la industria creciente y por lo tanto aparecemos muy condicionados a futuro”, apuntó Idígoras.
Y remató: “Tenemos muchas situaciones por resolver. Por un lado una oferta tecnológica en biotecnología y edición génica que está paralizada. Hay empresas que se fueron de Argentina y están introduciendo tecnología en Paraguay, Brasil y Uruguay porque no están dadas las condiciones de base en materia de reconocimiento de las tecnologías. Y en segundo lugar, una altísima carga tributaria. El complejo sojero es el sector de la economía argentina con mayor carga tributaria”.