La convocatoria de este 50° aniversario de la Convención Ramsar, que en 1971 estableció el 2 de febrero como Día Mundial de los Humedales, es un llamado a la reflexión sobre la crisis del agua que sufrimos y la necesidad urgente de conservar los humedales.
Se considera humedal a todo lugar en el cual agua y tierra se encuentran: ríos, lagos, bañados, turberas, marismas, intermareales costeros. Son ecosistemas reconocidos por su riqueza, que proveen recursos para actividades productivas y turísticas, son mitigadores de los efectos del cambio climático y minimizan incendios, inundaciones y sequías. Pero, sobre todo, son la fuente de agua dulce para consumo.
Con el 90 por ciento de los humedales del mundo destruidos, la falta de agua dulce ya no es un problema ambiental lejano, sino una realidad del presente. Y las consecuencias en la biodiversidad y en la humanidad son desgarradoras.
Quiero abordar este problema desde mi sensibilidad como naturalista y observadora de aves. Parte de mi trabajo es atender las amenazas a las aves migratorias, que en su mayoría dependen de distintos tipos de humedales a lo largo de sus ciclos de vida.
La migración de las aves es uno de los procesos más inspiradores de la naturaleza, pues desarrollaron una serie de adaptaciones complejas para volar miles de kilómetros como respuesta a los cambios drásticos que sufren sus lugares de origen con el correr de las estaciones. Por dar un ejemplo, los falaropos, aves migratorias emparentadas con los chorlos, crían a sus pichones en verano en las praderas húmedas de Canadá, donde abundan los recursos. Antes de que comience el otoño en el hemisferio norte y ese paisaje se vuelva un desierto helado, los falaropos vuelan hasta los humedales argentinos. En nuestras lagunas procuran alimentarse, mantenerse en grupos y reponer energías hasta enfrentar el viaje de regreso.
Migrar. Llegar. ¿A dónde van a llegar las aves migratorias si destruimos los humedales? Como observadora, las aves me manifiestan procesos que atraviesan los paisajes que recorro: me ayudan a comprender el mundo. Me indican si florecieron las cañas en la selva misionera, si un bañado tiene más o menos agua bajo la vegetación, si se está secando una laguna pampeana en el horizonte. Señalan recursos, amenazas, cambios en el ambiente. Y la señal es mucho más potente cuando las aves ya no están donde solía verlas.
Me preocupa habitar un mundo cada vez menos diverso y hermoso debido a la pérdida de especies y ecosistemas enteros. Es por esto que trabajo en conservación. Sin embargo, hoy me hago una pregunta aún más apremiante: ¿a dónde vamos a migrar nosotros/as cuando los cambios ambientales, provocados por una historia marcada por la explotación, el extractivismo, la desigualdad social, étnica y de género destruyan algo tan indispensable para la vida como son los humedales?
En la actualidad atravesamos incendios y sequías sin precedentes en nuestro país debido al uso no regulado de los humedales. Por lo tanto, frenar su degradación es un desafío urgente ya no sólo por la pérdida de la biodiversidad, sino por nuestra supervivencia.
En este día, reclamamos una Ley de Humedales con los presupuestos mínimos para la conservación, restauración y uso sostenible de los humedales y de los servicios ecosistémicos que éstos brindan a la sociedad. En este día, volvemos a decir, ¡Ley de Humedales Ya!