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Cómo acabar de una vez por todas con las malditas campañas de vacunación

Después de la irrupción de la semana pasada en el debate público de los Médicos por la Verdad y su valiente denuncia de que la supuesta pandemia es en realidad una conspiración de Bill Gates, George Soros y otros dueños del planeta en busca de la dominación mundial (y si preguntás para qué querrían buscar adueñarse del mundo los que ya lo tienen en sus garras es que no entendés nada acerca de cómo funcionan las cabezas de los conspiradores y de los poco privilegiados que se dan cuenta de lo que pasa), no podemos sino celebrar la noticia de que ese modo espabilado de ver las cosas también está presente en el sistema educativo. O estaba, porque a la valiente profesora de Ética Ciudadana de Santa Cruz que tuvimos el gusto de conocer a través de sus lúcidas exposiciones sobre el tema la han privado de seguir educando a sus alumnos, pero al costo del efecto multiplicador en la propagación de su mensaje. Ya no son apenas un puñado de adolescentes patagónicos sino todos los argentinos los que nos enteramos de la verdad:todo es culpa del Nuevo Orden Mundial en el que además de los mencionados Gates y Soros están los Obama, los Clinton, las dictaduras rusa y china y por supuesto el papa Francisco, que buscan eliminar a la población de más edad a través de un virus que “no existe” (porque eliminarla a través de un virus que existe sería poco retorcido, suponemos). Así que bueno, dejemos de lado las mentiras de los gobiernos, de los medios y del 99 por ciento de los médicos y los científicos que forman parte de la conspiración u operan como idiotas útiles e informémonos con los que saben.

Y la que sabe es Rosa Emperatriz Razuri, la docente en cuestión, a quien hemos conocido mientras en el libre ejercicio de su derecho a opinar libremente trataba de ignorantes e irresponsables a los padres de sus alumnos porque no opinaban como ella. Desde entonces la hemos visto aguantar a pie firme las invectivas de quienes cuestionaban su autoridad para abordar el tema. Infundios. Si una abogada se anima a enseñar ética, ¿por qué no se le va a animar a la ciencia? En todo caso, ella misma se encargó de dejar en claro cuáles son las fuentes de sabiduría en que se inspira:

1) El hermano de Rosa Emperatriz, que es “médico científico” (sic).- Ah, bueno, si el doctor Razuri lo dice... Alcanza con investigarle el currículum. Resulta que el tipo es cardiólogo, lo que, por supuesto, lo convierte en una autoridad en infectología comparable a la del oftalmólogo que dirige a los “Medicos por la Verdad”; aunque, que sepamos, todavía no ha sido injustamente acusado de haber improvisado un stent con una pajita de gaseosa como el otro fue injustamente acusado de truchar una operación de glaucoma. En cualquier caso, son gente que, como la doctora Razuri, no está contaminada por el prejuicio de un infectólogo que, precisamente por serlo, ve virus por todas partes. En cambio, el bando de los esclarecidos de las teorías alternativas sabe alternativamente que el virus “no existe”, que “siempre existió” y que “fue creado en un laboratorio”. Todo lo cual aparte de resolver el enigma metafísico planteado por Shakespeare en “Hamlet”, ya que el virus podría ser y no ser al mismo tiempo, está debidamente probado con evidencia irrefutable y al alcance de la comprensión de cualquiera que no se deje colonizar la mente por el plan de dominación mundial. No obstante, para que no la acusen de nepotismo, Rosa Emperatriz también se referencia en médicos científicos que no forman parte de su familia.

2) El doctor César Milstein.- Y no vas a andar dudando de la palabra de un Premio Nobel. Cuando un periodista intentó apretarla preguntándole cuándo Milstein había negado la existencia del virus y la eficacia de la vacuna, Rosa le dijo que lo había hecho “el año pasado”, poniendo al descubierto la ignorancia y la desinformación del interrogador, que no tenía noticias ni de esa declaración de Milstein ni de ninguna otra realizada después del 24 de marzo de 2002, fecha en que murió. En rigor, no nos debería extrañar que los adeptos a las teorías conspirativas obtengan los datos en los que basan sus afirmaciones de personas que llevan varios años enterradas, cuya seriedad es congruente con la de todas sus fuentes conocidas. A ver qué dicen ahora los conjurados para instalar la mentira del coronavirus, a ver cómo se las arreglan para seguir negando la verdad, cuando el propio César Milstein ha regresado de la muerte para comunicársela a Rosa Emperatriz. Quien cuando le recordaron que su interlocutor no estaba entre nosotros prefirió preservar sus contactos con el más allá de la persecución del Nuevo Orden Mundial y dijo que en realidad la falsedad del virus y de las vacunas no la había comunicado Milstein en persona sino a traves de su discípulo, el doctor Alfredo Miroli.

3) El doctor Alfredo Miroli.- La aparición entre los que no se dejan engañar de nuestro entrañable cruzado de la exitosa lucha contra la droga de los años 90, cuyos extraordinarios resultados han alumbrado este país libre de sustancias tóxicas adictivas en el que vivimos hoy, nos ha provocado una gran alegría. De hecho, la última noticia que teníamos del otrora mediático colaborador de Carlos Saúl es de cuando se fue a colocar la vacuna a principios de año, oportunidad en que se mostró agradecido y feliz en su convencimiento de que la lucha contra la pandemia estaba encaminada gracias a la campaña de inmunización. Ahora sabemos que en realidad estaba engañando a los inmunizadores, seguramente como parte de una audaz conspiración de los antivacunas para contrarrestar con sus mismas armas la conspiración de los provacunas. La idea sería disimular que se está a favor del veneno, al costo del sacrificio de inyectárselo, para ganarse la confianza del enemigo, y luego proponerle incorporar a la campaña de vacunación a Fleco y Male, aquellos populares dibujitos que treinta años atrás aconsejaban a los adolescentes decirle no a la droga. Con que logren que les den la mitad de la bolilla que les dieron entonces, nos aseguramos salvar a millones de ciudadanos de la inoculación de los chips con que pretenden sojuzgar nuestra voluntad.

De todas formas, como para confirmar el carácter planetario de la conspiración que pretende destruir al mundo o conquistar al mundo o algo, con un virus que no existe o existió siempre o existió siempre pero desde ayer nomás, abordemos las vicisitudes de otro desmitificador, nuestro amigo Jair Bolsonaro. El creador del novedoso concepto científico de gripezinha está siendo cascoteado por los que interpretan los 470 mil muertos de su país como una prueba de que hay una pandemia y lo quieren llevar a juicio por su patriótico intento de demorar todo lo posible el ingreso del diabólico veneno de Pfizer, iniciativa en la que están empeñados sobre todo los legisladores del Partido de los Trabajadores. A ver si entendemos:¿la gente del partido de Lula cuestiona al negacionista Bolsonaro por lo mismo que la gente de Macri cuestiona a Alberto y Cristina? ¿La multinacional farmacéutica que quiere ponernos de rodillas contrata visitadores médicos también en el campo progresista? ¿Son acaso las víctimas y los victimarios del lawfare intercambiables? Más enigmas metafísicos de los que las teorías conspirativas proveen en abundancia, menos mal que en el mundo todavía hay fanáticos de la verdad como Rosa Emperatriz que no se dejan intimidar por la tiranía de la información comprobable y el sentido común.