Es ‘Inteligencia Artificial’, la película de Steven Spielberg que lleva a cuestas una de las historias más curiosas del mundo del cine. Escrita por Stanley Kubrick y filmada por Spielberg, es la conclusión de un largo recorrido incómodo por temas duros de sobrellevar, donde por ejemplo el escritor que se obsesionó con su versión de la ciencia ficción durante años sin llegar a la propuesta que deseaba. Spielberg lidió entonces con el peso de una narración dolorosa y con la responsabilidad de una misión compleja.

La paradoja en Inteligencia Artificial es una: David es un robot que en apariencia tiene sentimientos reales. Pero, por supuesto, no se trata de otra cosa que un software de programación que le permite crear una versión de la realidad. De hecho, no es en absoluto casual que el slogan de la película en cines fuera corto y triste: “Su amor es real. Pero él no lo es”.

La película fue un experimento arriesgado, pero también una mirada sobre el miedo al futuro, la tecnología y sus riesgos. Era ciencia ficción en estado puro con una considerable batería de efectos especiales, pero también un drama a toda regla.

La película avanza entre los aspectos de lo humano, muestra la crueldad de un mundo en que la Inteligencia artificial es una premisa incompleta. El pequeño David, un robot que puede en teoría amar, es la respuesta al duelo y al luto de una pérdida infantil, el niño llega a un hogar afectado por una tragedia.

Comenzó a escribirse en los 90’ pero se frustró, el argumento fue reescrito unas seis veces. Kubrick tenía la intención de crear un robot real que interactuara con los actores para que tuviesen una incomodidad real alrededor del personaje. Al final, fue Spielberg quien le convenció de usar efectos especiales.

En conclusión, ambos directores crearon un híbrido curioso que abrió las puertas a un nuevo tipo de experimentación sobre la ciencia ficción. Uno que todavía tiene peso e importancia en la forma de mirar al género.