Javier Milei encaró la elección de la Ciudad de Buenos Aires con esa concepción, con la idea de que su proyecto de poder no podía ser completo mientras hubiera en el mismo espectro ideológico otro actor que le disputara al menos una porción del liderazgo. El Pro y Mauricio Macri, después de gobernar el país, habían ido retrocediendo hasta quedar atrincherados en su última frontera de poder: ese enclave al que debieron volver para tratar de conservar su territorio originario pero que terminaron perdiendo humillantemente. Quedaron terceros, lejos del vocero Manuel Adorni y del peronismo no peronista de Leandro Santoro; Horacio Rodríguez Larreta, solo como un paria, enarbolando sus argumentos olfativos, sacó más de la mitad de los votos que obtuvo el antes todopoderoso Pro.
Milei ya pasó a la etapa siguiente, a la madre de las batallas: provincia de Buenos Aires. Ahí hay otro bastión final: el de Cristina y el de Axel Kicillof, ese gobernador que es una de las tenues esperanzas de lo que fue el kirchnerismo para disputar el poder. Peleados entre ellos, como no podía ser de otra manera, caóticos, así defienden lo que les queda.
Cuando pasó la resaca de la victoria, La Libertad Avanza se enfocó en darle forma a una alianza con Macri, con lo que queda de él, en la provincia electoralmente más gravitante del país. Ciudad de Buenos Aires sirvió para eso: para definir quiénes establecen las reglas del juego y quiénes deben acompañar. El oficialismo no parece pretender arrasar al Pro sino absorberlo, digerirlo, subordinarlo. Lo dijo Adorni el domingo: el actor principal se llama La Libertad Avanza; el resto se debe sumar.
Ahí hay un criterio. Es fundamental porque constituye el núcleo del proyecto de poder libertario: después de derrotar a Macri, el Presidente va por el otro gran protagonista de la política argentina de los últimos 20 años. Si le gana a Cristina o a lo que representa, el escenario no-mileista será tierra arrasada.
Pero no es una guía de actuación exclusiva para Buenos Aires. La Libertad Avanza se siente ahora con la fortaleza de reclamar la preeminencia en el resto de los distritos. Por ejemplo, en Córdoba.
Rodrigo De Loredo no debe haber festejado el triunfo de Adorni. Ni su discurso. El diputado radical ansiaba la hipótesis de un Milei que no saliera fortalecido sino que se viera obligado a cerrar alianzas con otros partidos y a ceder algunos de los puestos más apetecibles de las listas a sus socios. De Loredo quería -y quiere, por supuesto- el número 1.
Esa alternativa, que ya no parecía muy viable, después del domingo quedó casi en el terreno de la fantasía. Si llega a un acuerdo y si es candidato, De Loredo debería conformarse, de piso, con el 3. Por las dudas, el cordobés ya declaró que no está dispuesto a abandonar su partido y a sumarse a La Libertad Avanza por más tentadora que pueda sonar una candidatura.
Cerca del radical señalan que no hay puertas cerradas, que la negociación de fondo todavía no comenzó y no descartan que se llegue a un entendimiento. Principalmente porque consideran que Milei no dispone en Córdoba de ningún candidato taquillero que tenga el peso propio de De Loredo. El tiempo lo dirá. Al diputado lo condicionan dos frentes simultáneos:uno externo, otro interno.
El externo es, por supuesto, La Libertad Avanza. El interno son las rebeliones que han ido apareciéndole en el camino. Hay un sector, que visibilizan RamónMestre y Dante Rossi entre otros, que promete una ruptura si hay un pacto con Milei. A la vez empiezan a manifestarse otros bolsones de descontento:el radicalismo de Río Cuarto, al menos el que tiene la representación institucional, emitió un comunicado tajante:con La Libertad Avanza, a ningún lado. En ese sector aseguran que hay otros distritos que están preparando pronunciamientos similares.
Sin embargo, a esos dirigentes que rescatan los valores radicales y piden volver a las fuentes también los persigue una pregunta:¿están dispuesto a afrontar el riesgo de un desastre electoral histórico? Ciudad de Buenos Aires puede ser un espejo:allí, Evolución, que era el radicalismo en alianza con partidos ínfimos, cosechó el 2,31% de los votos. Les ganó por un pelo al morenista Alejandro Kim y al bufonesco RicardoCaruso Lombardi. En el fondo de la tabla.
“A muchos radicales el resultado de Buenos Aires les causó desesperación. Ahora están apurados por acordar con La Libertad Avanza”, relató un dirigente capitalino.
En la vereda de enfrente, el peronismo cordobés contempla con expectativa el hervidero radical. Y, si puede, lo fogonea. Si la UCR se quiebra y un sector va con una lista propia, se dispersa aún más el voto.
El cordobesismo generó en la semana un episodio que tuvo repercusión. Por un lado, sus dirigentes más notorios salieron a cuestionar al gobierno de Milei por confirmar que en julio volverán a aumentar las retenciones a la soja y al maíz;pero, simultáneamente, tres diputados que responden a Martín Llaryora y a Juan Schiaretti no bajaron para dar quórum en la sesión en que se definía una recomposición para los jubilados. Carlos Gutiérrez, Ignacio García Aresca y Alejandra Torres indicaron que no iban a convalidar que se usara el tema previsional para el juego político mezquino.
En realidad, el cordobesismo ejecuta un doble juego:se diferencia en algunos temas con un ojo puesto en las elecciones y acuerda en otros con el segundo ojo puesto en la gestión. El peronismo cordobés recibió el pedido expreso del oficialismo de no dar quórum en un contexto en el que se acordó un desembolso de $ 5.000 millones por mes para la Caja de Jubilaciones y se negocia el caudal de fondos que vendrá hacia adelante.
Esa es la dinámica que ha seguido el cordobesismo y que, según señalan, se mantendrá. “Nosotros no somos mileístas. Ni vamos a serlo nunca. Pero no podemos obviar que tenemos una responsabilidad de gobierno y que, en ese marco, debemos resguardarla”, deslizan.
En paralelo, en el oficialismo provincial también se va configurando el escenario para las elecciones. Una cuestión clave es si Schiaretti será o no candidato en octubre. Las encuestas pronostican que el exgobernador es el único en condiciones de disputarle de igual a igual a La Libertad Avanza. Puede perder, pero al menos equilibra las chances.
Schiaretti cree que este año será central para la configuración de 2027. Y su aspiración es que la fuerza política que armó en 2023 y que consiguió el 7 por ciento de los votos en la primera vuelta pueda consolidarse. La pretensión de máxima es que totalice el 15 por ciento de los votos a nivel nacional. El proyecto contempla sumar gobernadores como el santafesino Maximiliano Pullaro o el entrerriano Rogelio Frigerio y a algunos “derrotados” como Horacio Rodríguez Larreta o Facundo Manes.
¿Es posible que esa fuerza consiga esa meta que se fijó si el exgobernador no es candidato en Córdoba? Esa es la pregunta principal. En el schiarettismo reconocen que será considerablemente más complejo alcanzar ese umbral si “el Gringo” no da la pelea en su propio territorio. Por eso, hoy es más probable que hace una semana que sea candidato a diputado. Cree que, incluso en el peor escenario, si pierde contra Milei en Córdoba -porque el cordobesismo cree que en definitiva la pelea será con el Presidente- no será por mucho y quedará como uno de los dirigentes posicionados para disputar el poder dentro de dos años.
En esa lógica de pensamiento, el schiarettismo concluye que si el kirchnerismo cae en la última reserva de poder que le queda, los antagonistas de Milei en 2027 no saldrán de ese espacio sino de un tercero, distinto, que combine elementos peronistas y poderes provinciales con un abanico de dirigentes que lo ubiquen como una opción moderada, después de que se hayan explorado los extremos.