Su peor momento fue cuando creyó encontrar una ventana a nivel nacional y comenzó a ser uno de los voceros de la resistencia a Milei. Los libertarios, que de operaciones saben, lo pegaron al kirchnerismo. Y tuvieron cierto éxito. Ahora, en el oficialismo provincial consideran que ese sesgo, uno de los más peligrosos y nocivos para un electorado como el cordobés, está erradicado. “Hoy nadie puede acusarnos de ser afines a los kirchneristas. Está claro que no tenemos nada que ver con ellos, pero también que defendemos una concepción diferente a la de Milei”, señaló un dirigente del PJ provincial.
Llaryora, al igual que el Presidente, acaba de cumplir un año en el poder. Cerca del gobernador admiten que el salto de la Municipalidad de Córdoba a la Provincia les costó. El famoso período de adaptación. Por si fuera poco, se dio en un contexto no precisamente calmo:el huracán Javo desató picos de inflación, cortó las transferencias a las provincias, frenó las obras públicas y eliminó los subsidios, por ejemplo, al transporte del interior. A Llaryora lo agarró tratando de acomodarse.
Hoy, 12 meses después, en el Panal destacan el resultado de la gestión, pero, sobre todo, resaltan que Llaryora consiguió construir un estilo de liderazgo y una identidad de gobierno. “No es algo fácil después de 24 años en los que se alternaron De la Sota y Schiaretti”, señalaron en el oficialismo.
El llaryorismo bajó al mínimo indispensable el nivel de confrontación directa con Milei -sólo cuando se recortó la cobertura del Pami hubo una crítica frontal- mientras su acción de gobierno, esa identidad que logró edificar en un año, se configuró sobre dos elementos:por un lado, reafirmó los pilares que caracterizaron al peronismo cordobés durante un cuarto de siglo y, a la vez, ejerció la diferenciación, sin sobreactuación, con lo que representa Milei en algunos aspectos clave:en la concepción del Estado y en el rol que debe desplegar en la sociedad y en la economía, en la continuidad de la obra pública y de los subsidios, y en el discurso sobre el impulso a la producción y la industria.
Llaryora intenta presentarse como un gobernante que no es ajeno al núcleo del esquema económico mileísta -superávit fiscal, principalmente- ni al clima de época, pero que deja de lado la prédica antiestatal del libertario. Para Milei, el Estado debería desaparecer;Llaryora busca contrarrestar esa idea. Y trata de hacerlo refutando uno de los apotegmas principales del credo mileísta:el que dice que el Estado es intrínsecamente ineficiente, derrochador y deficitario. “Todo lo que hicimos este año: 800 millones de dólares en obra pública, 12 sedes de la Universidad Provincial, una inversión histórica en equipamiento en seguridad, lo logramos con superávit fiscal”, dicen en el Panal.
El mileísmo le niega ese activo. Gabriel Bornoroni, jefe de bloque de La Libertad Avanza en Diputados y delegado del Presidente en la provincia, dice que el superávit de Llaryora es irreal porque se sostiene sobre endeudamiento y no sobre un manejo sano de las cuentas. El oficialismo nacional está obligado a sostener esa postura porque, de lo contrario, casi todo su andamiaje conceptual tambalea:si el Estado no es pura negatividad, la manía por destruirlo encuentra bases menos sólidas.
Pero, al final, ¿Córdoba tiene o no superávit?Más allá de los números oficiales, un informe de la consultora especializada 1816 señala que en el primer semestre hubo un superávit de 576.670 millones de pesos. En ese punto, Llaryora se distancia política y conceptualmente del kirchnerismo y sigue la línea libertaria. Y a sus votantes les dice:puedo repetir lo bueno de Milei sin abrazarme a lo malo.
Hay una característica interesante en el año político que pasó en Córdoba. En la elección a gobernador, Llaryora se impuso por sólo 3,33 puntos a Luis Juez. Y los análisis políticos por esos días remarcaban que el escenario había cambiado para el oficialismo y para el flamante gobernador:no sólo había ganado por escaso margen, sino que llegaba con una Legislatura en minoría y unTribunal de Cuentas en manos de la oposición. Un panorama complejo; una debilidad de origen.
Sin embargo, Llaryora pudo sortear aquella situación inicial. Y lo hizo escatimándole entidad al escenario político provincial. El gobernador, por un lado, se enfocó en tratar de que su gobierno soportara el sofocón inicial del ajuste y, después, mostrara iniciativa. Su espejo, su referencia, siempre fue la política nacional:Llaryora definió su estilo a partir de lo que lo acerca o lo aleja a Milei.
Así, no sólo conformó la personalidad de su primer año de gobierno, sino que, además, evitó entrar en la confrontación del pago chico. Del laberinto se sale por arriba, decía Marechal. Llaryora no se enfrascó en peleas ni con Juez ni con Rodrigo De Loredo, sino que se mostró como un jugador con vuelo nacional, que no habla de un modelo de provincia, sino de país.
Puede parecer curioso, pero la política cordobesa, siempre tan autorreferencial y orgullosa de sí misma, ha elegido como ámbito de construcción principalmente Buenos Aires. Llaryora porque tiene a Milei como figura referencial;Juez y De Loredo porque desde allí han conseguido una visibilidad que pueden aprovechar en Córdoba.
En este año, el senador y el diputado han contribuido a que Llaryora haya conseguido afianzarse en el poder. Primero, porque el vértigo de la política nacional los absorbió;pero, principalmente, porque con 3 años de antelación comenzaron a exponer los dos sus intenciones de competir por la gobernación. Y no lo están haciendo precisamente en términos armoniosos.
Uno de los puntos débiles del esquema de poder original de Llaryora era su volumen legislativo. Tiene 33 bancas sobre 70. Nunca en su cuarto de siglo el peronismo había gobernado en minoría. Sin embargo, no perdió ninguna votación importante. En gran medida porque fue capaz de identificar las grietas de la oposición y aprovecharlas. El último ejemplo fue el presupuesto 2025, que se trató el jueves. El oficialismo consiguió 58 votos a favor sobre un total de 70. El juecismo terminó rechazando el proyecto y cuestionando en su discurso a sus socios electorales:los radicales. Para elFrente Cívico, ese presupuesto significaba extenderle un cheque en blanco a Llaryora; a sus aliados electorales no les pareció que era para tanto.
Es verdad que después la UCR votó en contra en el tratamiento en particular de artículos centrales, pero es casi un detalle:al oficialismo le sirvió para ostentar una amplia mayoría y para exponer la división de una oposición que parece capaz de cohabitar por el corto período que dura una campaña, pero que no tiene afinidad para la convivencia de largo plazo.
El 2025 es el año destinado a la aceleración para 2027. En las últimas horas, tanto Juez comoDe Loredo enviaron mensajes a su tropa para que se aliste:el radical reunió a 200 dirigentes radicales en su casa y les dijo:“Quedan 1.000 días para derrotar al peronismo”.
Juez, por su parte, convocó a sus militantes porque inaugurará mañana la sede partidaria, que funciona en la que era su casa particular y desde donde dice que lanzará un nuevo intento para llegar a la gobernación.
Entre los radicales suenan algunos reproches:recuerdan que Juez juró el año pasado que si no ganaba, clausuraba su sueño y le cedía el lugar a otro. Sin embargo, ese tipo de promesas, y más aún si se trata del senador, suelen esfumarse rápidamente.
De Loredo parece tenerlo claro. El diputado les dijo a los intendentes y legisladores que lo acompañaron en el cierre del año que, de cara a 2027, deben sostener como sea la sociedad con el juecismo porque, de lo contrario, estará garantizada la derrota. Y, además, les remarcó que si bien esta vez la fórmula debería estar encabezada por el radicalismo, no será un proceso natural ni espontáneo, sino que tendrán que ganarse la candidatura en la cancha.