Hubo un paréntesis durante la gestión de Macri y, ayer, en la apertura de la edición 90 de la muestra volvió a exteriorizarse un cambio de tono, acorde al momento del país, al clima imperante.
La Rural es una instancia en la que el campo se expresa no sólo como fuerza productiva sino como actor político. Cada una de las gestiones que están en marcha tuvieron ayer su primera vez en la muestra riocuartense:es la primera vez que se hace con Javier Milei como presidente, con Martín Llaryora como gobernador y con Guillermo de Rivas como intendente. Tal vez el tiempo que se le da a cada nuevo gobernante haya influido en el tono de los discursos, en la decisión de no generar rispideces.
Sin embargo, hubo definiciones de fondo con respecto al gobierno nacional:una predisposición al apoyo no sólo porque las entidades plantearon que coinciden con el modelo y el discurso de Milei sino porque, además, lo consideran como una barrera para exorcizar una posible vuelta del kirchnerismo. “Tenemos perspectivas esperanzadoras por las políticas del gobierno nacional. Valoramos las medidas que se han tomado hasta el momento y las expresiones del Presidente.Sabemos que el campo fue el soporte de una economía que, lamentablemente, privilegiaba los negociados de los amigos y castigaba al interior productivo”, dijo Carlos Castagnani, titular de CRA, quien aclaró que la entidad no se privará de hacerle reclamos a Milei si alguna vez cree que son necesarios.
La postura del campo implica un elemento nuevo para el gobierno de Hacemos por Córdoba, que durante sus 25 años en el poder encontró en los productores a un aliado casi permanente. Ese actor económico y político hoy aparece más predispuesto a sostener discursiva e ideológicamente el esquema Milei que la histórica postura del oficialismo provincial.
Los dirigentes ruralistas ponderaron el rumbo nacional y le hicieron un guiño al provincial por el extenso trabajo en conjunto. Sin embargo, en términos de perspectiva electoral el discurso pareció encolumnarse más decididamente detrás del universo mileísta.
Por ejemplo, no hubo ningún reproche de los representantes de las entidades a una característica del gobierno nacional que el peronismo cordobés cuestiona cada vez con mayor insistencia:la falta de un componente productivo dentro del esquema económico de Milei y la predominancia casi absoluta de una visión centrada en lo financiero. Tanto Sergio Busso, ministro de Bioagroindustria, como el diputado Carlos Gutiérrez elogiaron ayer la búsqueda del superávit fiscal pero a la vez criticaron, como hace constantemente Llaryora, la inexistencia de medidas que apunten a revitalizar la producción y la industria.
Ahí parece existir un reclamo que cae en el vacío: el gobierno nacional y el propio Presidente han expresado en incontables ocasiones que no creen en un Estado que conduzca la economía sino, por el contrario, en uno que se retire lo más posible. Que cierre sus números, que aplaque la inflación, que genere estabilidad y, sobre esa base, cada sector debe salir a competir y a generar su propio crecimiento.
El campo no expresó ninguna diferenciación ante esa concepción que implica la retracción del Estado. La última expresión del modelo Milei salió de boca del propio Presidente ante los industriales:“Vinimos a achicar el Estado para agrandarles el bolsillo a ustedes”. Esa frase podría aplicarse a cada sector económico.
Castagnani dejó caer una definición que parece contraponerse a ese imaginario mileísta:“Los productores requieren políticas de apoyo productivo, reducción de la carga impositiva, inversión en infraestructura, conectividad, seguridad”. Para la Casa Rosada, ni las políticas de apoyo ni la inversión en infraestructura -el desregulador Federico Sturzenegger viene de ratificar que se terminó la era de la obra pública- aparecen en el menú de opciones.
Es decir, del campo surgen algunas posturas que parecen tener puntos en común con el discurso del gobierno cordobés pero que no se expresan como una diferenciación con el gobierno nacional. Existe ahí una identificación con el rumbo de Milei aunque, curiosamente, implique la posibilidad de desatender algunos planteos centrales del sector productivo. Será un desafío para Llaryora y el peronismo cordobés tratar de instalar una cuña y recuperar al menos en el mediano plazo al agro como un aliado político-electoral. El discurso del gobernador suena más afín al campo pero el campo parece preferir al menos por ahora la prédica del libertario.
Hay un hecho que desde el punto de vista político fue llamativo en el inicio del relacionamiento entre el gobierno provincial y el campo, al menos del sur:que el oficialismo haya elegido como interlocutora a la vicegobernadora Myriam Prunotto, que pronunció un discurso casi insustancial, sin definiciones de fondo, deshilachado, ante una tribuna que siempre ha sido estratégicamente relevante para el esquema de poder cordobesista.
En los discursos, sólo en un tramo pareció introducirse un principio de incertidumbre ante el rumbo que ha tomado el país, atravesado principalmente por la política del ajuste y la aguda recesión. Heraldo Moyetta, presidente de la Sociedad Rural de Río Cuarto, deslizó:“Pensando hacia adelante, no es tiempo de demagogia ni de falsas alternativas. Los argentinos estamos demostrando que somos capaces del sacrificio, pero también es importante y urgente que quienes ocupan lugares de decisión o bancas legislativas nos den certezas de que el tránsito vale la pena”. Dispuestos al sacrificio, pero inseguros de que valga la pena, de que haya en algún momento una correspondencia entre el precio que se está pagando y el resultado que se obtenga al final.
El margen de maniobra es estrecho, dijo el propio Moyetta. Tal vez no haya demasiado permiso para el error en una sociedad que tiene el 55% de pobres y que sólo viene hilvanando frustraciones.