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Justo a tiempo para Llamosas

La presión del comercio crecía día a día; la apertura desde mañana descomprime el malestar. El alcance político de la cuarentena en la ciudad y los riesgos para el intendente.

Entre el malestar y el hartazgo, la cuarentena rígida ya empezaba a volverse insostenible. Había gente rompiendo de hecho el aislamiento y comercios que abrían igual a pesar de que no estaban entre los exceptuados. Se había llegado al límite de lo soportable, desde el punto de vista social, psicológico y, por supuesto, económico.

Como han opinado en los últimos días varios infectólogos y epidemiólogos, tal vez haya que acostumbrarse a una dinámica de períodos rigurosos combinados con otros de mayor permisividad. La aparición de uno u otro dependerá, por supuesto, de la coyuntura sanitaria, de la cantidad de infectados y muertos que el coronavirus vaya provocando en cada una de las regiones del país.

En Argentina, la definición de cada etapa está determinada por un criterio predominante, que desciende desde el gobierno nacional y atraviesa todas las gestiones, más allá de la identificaciones políticas: el cuidado de la salud, de los ciudadanos, como máximo bien de resguardo. Ese convencimiento transversal se contradice con otras maneras de encarar la pandemia en el mundo y que anteponen la necesidad de atemperar las consecuencias económicas a los esfuerzos de contención del virus.

El país, aunque haya presiones de grupos económicos o movidas en las redes para intentar erosionar la imagen pública del gobierno nacional, ha elegido un camino. Y lo sostiene.

Aunque la posibilidad de ese sostenimiento no es eterna. Por eso, a excepción de Ciudad de Buenos Aires y de provincia de Buenos Aires, ahora se ha avanzado en un relajamiento de las restricciones, sostenido por el achatamiento de la curva que se ha visualizado fundamentalmente en el interior.

En Río Cuarto, la nueva etapa pareció llegar justo cuando los límites estaban por sobrepasarse. El contagio que sufrieron dos enfermeras que atendieron a pacientes con Covid-19 provocó que la ciudad ingresara en la “zona roja”, de transmisión por conglomerado, y se retrasara así la apertura de un rubro que es decisivo para su vida económica: el comercio.

“Necesitamos que abran los negocios. No se aguanta más”, decía a principios de semana un funcionario llamosista.

El gobierno municipal había contenido a los representantes formales de los distintos sectores a fuerza de reuniones y definiciones de protocolos que comenzarían a utilizarse una vez que el COE diera el okey para ir retomando actividades. Pero la aparición de los autoconvocados, un término que no genera precisamente buenos recuerdos entre la dirigencia riocuartense, rompió esa lógica.

La decisión de la Provincia de permitir la vuelta de la obra privada y de algunas profesiones exacerbó el malhumor que había entre ese grupo de comerciantes que nació y fue tomando determinaciones por fuera, por ejemplo, del Cecis. Tanto que para el jueves al mediodía estaba previsto un cacerolazo frente al Palacio Municipal, que fue desactivado por la gestión de dos secretarios del gabinete, que argumentaron que se frustrarían las conversaciones con el COE si se producía una marcha callejera que contrariara todas las disposiciones de prevención.

Pero la manifestación había quedado pendiente para mañana lunes. Desde el Palacio Municipal comenzaron a hacer circular la versión de que la movida de los autoconvocados venía siendo, en realidad, fogoneada políticamente. Hicieron foco en la figura de Franco Spinella, vocero público del grupo y candidato a concejal en la lista de Eduardo Scoppa.

De todas maneras, la situación del comercio encarnaba para la Municipalidad la corporización de un riesgo: el de no ser capaz de refrenar durante más tiempo la bronca y la desesperación por no poder abrir y, por lo tanto, por no tener ingresos.

La decisión del COE, que en la tarde del viernes comunicó que las ciudades de más de 50 mil habitantes puedan volver a la actividad desde mañana aunque con restricciones, fue providencial.

Llamosas, como ocurre con todos los gobernantes, estaba sometido a una fuerte presión. Con un elemento adicional y no menor: el intendente tiene todavía por delante el trance de pelear por su reelección. Cada malestar, cada reproche, cada manifestación de bronca acumulada puede tener consecuencias en términos políticos. Llamosas, como antídoto, intenta toda vez que puede dar señales de acompañamiento a la sociedad: definió, por ejemplo, que el Concejo sesione hoy domingo y vote, sin dilaciones, los protocolos de funcionamiento del comercio.

La situación actual en la ciudad provoca dos fenómenos: por un lado, sobreexpone al gobierno, que debe atender la demanda social, económica y sanitaria con herramientas menguadas si se las compara con otros estamentos del Estado. Pero, a la vez, y este es un aspecto que puede ser positivo para Llamosas, ha invisibilizado a la oposición. El principal contendiente de Llamosas, Gabriel Abrile, lleva 50 días en las sombras, sin poder instalar un eje ni un punto de vista disonante. Algunos de sus candidatos suelen lanzar alguna chicana de bajo vuelo en la redes o un meme en los grupos de WhatsApp pero, como se sabe, el efecto electoral de esas picardías suele ser nulo.

La posibilidad para Abrile puede encontrarse en que Llamosas cometa un error grosero en el manejo de la pandemia. Pero, aun así, faltaría un movimiento adicional y no precisamente sencillo: que esa equivocación empuje a una franja considerable de votantes a mirar primero al candidato de Cambiemos y a concluir después que es la mejor opción.

Llamosas sabe que tiene un peligro pendiendo sobre él permanentemente. Por eso, en un mensaje que emitió el fin de semana por las redes, remarcó que la gente debe seguir protegiéndose, que no es momento de relajamiento en los cuidados personales, y que ahora la principal responsabilidad para contener el virus pasa por las conductas individuales.

El equilibrio que requiere el intendente es delicado e inestable. Necesita que vuelvan a funcionar el comercio y la economía pero, a la vez, que la situación sanitaria siga bajo control y no se desmadre porque si algo puede atentar contra sus chances de reelección es una curva de contagios elevada y el miedo y la incertidumbre que inevitablemente desataría.

Para reducir esos riesgos, el gobierno ha lanzado un operativo de vigilancia de los accesos que apunta a evitar que el virus, que no circula puertas adentro, llegue desde alguna zona donde sí existe transmisión comunitaria.

La vuelta del comercio y de un número significativo de actividades no implicará sólo un alivio para los particulares sino también para el sector público. Con una recaudación al 50%, la capacidad de atender todos los frentes abiertos se va haciendo más estrecha con el paso de los días.

Porque, además, la alternativa de una asistencia provincial también se acota. El gobierno de Schiaretti acaba de admitir hace días que sufre problemas de liquidez y lanzó un programa de refinanciación de su deuda porque hoy, a esta altura, ya sabe que el año próximo no podrá afrontar los vencimientos en dólares.

Las previsiones permiten suponer que tanto la crisis sanitaria como la económica tienen todavía un largo desarrollo por delante.