Milei representa una novedad en la política argentina. En muchos aspectos. Uno es, obviamente, su calidad de outsider. Pero otro es que lidera un gobierno que parece incapaz de comulgar con el otro,que prescinde de interpretar la realidad en sentido humano. No lo hace y tampoco intenta disimularlo. “No tomamos decisiones en base a sensibilidades que nos quieren imponer”, dijo un funcionario nacional, citado por la Agencia Noticias Argentinas, con respecto al índice de pobreza.
Esa característica es un hecho político. La insensibilidad ante los jubilados, ante las universidades, ante la suba de la pobreza tratan de transmitir la idea de un gobierno convencido de un rumbo del que no está dispuesto a apartarse por nada del mundo.No deja de ser riesgosa como estrategia y como experimento cuando del otro lado se acumulan desastres, ya sean ambientales o sociales.
En Córdoba fue llamativa la actitud de Milei no sólo porque eligió el insólito camino político de convertir un acto positivo (la llegada de un presidente) en uno inusualmente negativo sino porque además lo hizo en una provincia en la que obtuvo el 75% de los votos.
Más allá de la visita y la actitud presidencial, los incendios se transformaron en un acontecimiento político en la provincia. El menos sutil fue Rodrigo De Loredo, que se paseó por todos los canales de Buenos Aires cuestionando al gobernador Martín Llaryora por su manejo de la crisis causada por los incendios. Al radical le contestó el oficialismo y, como siempre, ingresaron en una pelea discursiva que no fue ni conducente ni interesante de ver.
Pero hubo otros capítulos que tuvieron una menor carga de obviedad. Llaryora se mostró cercano a Milei durante las horas del sobrevuelo -y hasta incurrió en la poco feliz idea de regalarle un poncho como si hubiera venido a una fiesta regional y no a un incendio- pero después usó la visita para que operara como contraste. No hubo ningún comentario oficial a la performance de Milei, ni al papelón en que incurrió el Presidente al retuitear una noticia falsa que señalaba a La Cámpora como causante de los incendios en Córdoba. Pero Llaryora se mostró como la contracara del libertario. Anunció un fondo por 15.600 millones de pesos para remediar los efectos de la catástrofe y difundió fotos en las que se lo vio saludando y abrazando a los bomberos.
Llaryora ya no critica a Milei ni lo enfrenta -a pesar de su caída en las encuestas sigue teniendo altos índices de imagen positiva en Córdoba- pero sí apela a la elipsis y la gestualidad para diferenciarse. Con la mirada puesta en el 2025, el gobernador apuesta a seducir a un elector que coincide con algunas ideas de Milei -la disciplina fiscal sobre todo- pero que no termina de digerir su estilo, su violencia o su concepto -que está llevando a la práctica- de que el Estado debe retirarse y tender a la desaparición.
Otro cordobés que tuvo protagonismo fue el senador Luis Juez, que se pasó 9 meses ronroneando pero que la semana pasada se despachó con un vehemente y crítico discurso porque La Libertad Avanza se negó a votar en la Cámara Alta la declaración de emergencia para Córdoba. El líder del Frente Cívico eligió una estrategia opuesta a la de su ¿ex? socio De Loredo: dijo que aunque es su adversario, Llaryora necesita ayuda y que la Nación debe dársela.
Al senador parece no haberlo contrariado sólo la indiferencia del oficialismo ante su proyecto sino, además, que desde el corazón del poder anunciaron por esas horas que el nuevo interbloque Provincias Unidas que nuclea a cuatro bancadas que estaban separadas será afín a La Libertad Avanza. Dentro de ese armado está Alejandra Vigo, senadora por Córdoba. Si bien la esposa de JuanSchiaretti aseguró que no será ni oficialista ni opositora, en el PJprovincial aseguran que su posicionamiento será más amigable que crítico con la Casa Rosada.
El interbloque alumbró en un momento clave: dentro de poco tiempo empezará a debatirse el Presupuesto y cada voto será central. A Juez no le hace gracia que haya un diálogo más fluido entre el oficialismo nacional y el PJ provincial porque podría implicar concesiones para Llaryora -obras o fondos- que el senador preferiría que no existieran en favor de su rival.
El gobernador, en ese sentido, sigue con su juego de doble sentido: apuesta a encarnar un modelo distinto al de Milei, más productivo y dinamizador, pero a la vez negocia en el Congreso para tratar de conseguir que Milei suelte la mano. No espera demasiado -la Casa Rosada no cumplió con casi nada de lo que prometió- pero lo sigue intentando.
La segunda tragedia de la semana, que habilita la metáfora rápida de equipararla con un incendio, fue el índice de pobreza que dio a conocer el Indec. En los primeros seis meses de Milei, la medición saltó 11,2 puntos y alcanzó el 52,9 por ciento, el nivel más alto de los últimos 20 años. Hay 25 millones de argentinos que son pobres. Pero además, lo que es más dramático, 8,5 millones de personas están en la indigencia:es decir, no tienen ni para comer.
El dato generó una discusión y una imagen. Por un lado, por supuesto, oficialismo y oposición polemizaron sobre las causas:unos culparon a los 20 años de kirchnerismo por el desastre social;otros al ajuste impiadoso del libertario. En realidad, los dos tienen algo de razón: porque el anterior gobierno no sólo dejó una situación económica y social desastrosa sino que además generó las condiciones para que Milei ganara las elecciones y aplicara un ajuste profundísimo. Una calamidad encima de la otra.
Una imagen que quedó asociada en el imaginario al 52,9% de pobreza fue la de Milei, que lejos de compungirse por ese dato, prefirió ejercitar su faceta frívola, como una versión tardía de su ídolo Menem, y se asomó al balcón de la Casa Rosada junto a la inefable Susana Giménez, que justo estaba ahí para perpetrar una de sus sesudas entrevistas.
Hubo algunos datos que dejó el Indec que marcan el cambio en la configuración no sólo del país sino de algunos distritos en particular. Entre ellos, Río Cuarto. La ciudad, productivamente rica, registró un meteórico ascenso de 17 puntos en la pobreza y alcanzó el 54,3 por ciento. Estuvo cerca de ubicarse en el poco edificante top ten de ciudades con más cantidad de pobres.
¿Qué habría pasado si los gobiernos que están por debajo del nacional hubieran ejecutado durante este 2024 el mismo modelo que Milei?¿Cuál sería el panorama si a la desaparición de la Nación se hubiera sumado además una actitud similar de la Provincia y el Municipio? Esas dos instancias que conforman la presencia estatal están manteniendo la contención ante la defección de la Casa Rosada.
Llaryora viene diciendo que seguirá con la obra pública y con los programas sociales. En el mismo sentido habló GuillermoDe Rivas, el intendente que asumió hace tres meses y que tiene que gestionar una ciudad cuya estructura social mutó dramáticamente.
“El intendente viene insistiendo en que va a ser una gestión centrada en lo humano precisamente por eso: porque hay que atender esta situación. No vamos a dejar de subsidiar el transporte, ni de financiar los programas sociales, ni de hacer obra pública. No es fácil en este contexto económico pero es una decisión de gobierno”, indicaron en el Palacio de Mójica.
A la vez que se enfoca en lo social, De Rivas también se comprometió a generar una ciudad más segura y ordenada.
El límite, como siempre y más que nada en medio de una recesión, puede ser presupuestario. La presencia del Estado requiere acciones y cada acción equivale a un gasto. Por ejemplo, el sistema de guardia local insume 400 millones de pesos mensuales.
A nivel local también comenzará en algunas semanas la discusión por el Presupuesto. Y una manera de financiar los servicios y las obras pasará por subir algunos impuestos que, según el gobierno, quedaron muy atrasados. Será un desafío político y discursivo fundamentar la necesidad de más aumentos ante una sociedad que da indicios de estar exhausta.