Todo comenzó con un estallido que no debía ocurrir.
Providencia es uno de esos barrios con identidad marcada, sobre la Costanera Norte, cerca de la Isla de los Patos y atravesado por puentes como el Avellaneda y el Santa Fe. Pequeño, próximo al centro de la ciudad, con calles angostas y viviendas bajas que conviven con edificios más recientes, combina generaciones que llevan décadas viviendo allí con inquilinos jóvenes atraídos por la cercanía al casco céntrico. Comercios tradicionales, talleres, mueblerías, bares y casas antiguas le dan forma a una vida barrial intensa, atravesada por la circulación permanente y la cercanía del río Suquía.
Minutos después de las 00 de este 25 de diciembre de 2025, un artefacto de pirotecnia fue arrojado desde la vía pública. Las cámaras de seguridad de una vivienda registraron el momento exacto: se observa cómo el proyectil encendido ingresa al patio de una casa y explota justo en medio de donde se encontraban varios niños jugando.
La detonación es seca y repentina. En las imágenes se ve a los chicos dispersarse de inmediato y a dos nenas quedar directamente afectadas por la explosión.
Las lesiones fueron quemaduras en las piernas, de carácter superficial, pero suficientes para encender el miedo y la desesperación en una noche que debía ser de cuidado y celebración.
El espíritu navideño se rompió en ese instante. En lugar de calma, hubo enojo. En lugar de contención, reacción. Los padres de las niñas salieron a la calle para identificar al responsable del lanzamiento.
Las cámaras de seguridad también registraron la escalada del conflicto en la vía pública. En una de las grabaciones, tomada desde un domicilio de la cuadra y orientada hacia la vereda, se observa a una mujer increpar a un hombre señalado como quien habría arrojado la pirotecnia. La discusión es tensa, la mujer le lanza manotazos y el hombre responde con violencia.
En la secuencia se distingue al responsable, un hombre corpulento, involucrado en el forcejeo. Casi de inmediato, otro hombre sale desde el domicilio e intenta interceder, pero lejos de frenar la situación, el conflicto se amplía. Segundos después, la discusión deriva en golpes de puño entre varios adultos, en plena calle.
A ese registro se suma un video filmado con un teléfono celular, en el que se escuchan claramente los gritos de los protagonistas y de otros vecinos que observan la escena. Las voces no llaman a la calma ni intentan detener la pelea: por el contrario, se oyen arengas y expresiones que alimentan la gresca, sin que nadie logre poner un freno efectivo a la violencia.
Adultos enfrentados en una madrugada navideña, mientras los chicos, los mismos que minutos antes jugaban en el patio, quedan como espectadores involuntarios de una pelea que se desarrolla ante sus ojos.
La imprudencia no fue solo el uso de pirotecnia. También lo fue la incapacidad de frenar la escalada del conflicto, de bajar el tono, de priorizar a las niñas heridas por sobre el impulso de confrontar.
Tras el llamado de alerta, efectivos de la Policía de Córdoba arribaron al lugar junto con un servicio de emergencias médicas.
El personal sanitario asistió a las dos niñas y constató que presentaban quemaduras superficiales en ambas piernas. Al no tratarse de lesiones de gravedad, se resolvió que no era necesario su traslado a un centro hospitalario.
El hombre señalado como autor del lanzamiento del artefacto también fue asistido por los médicos. Presentaba escoriaciones en las piernas producto de la pelea, lesiones que tampoco requirieron traslado.
El parte policial dejó constancia de la riña entre los padres de las menores y el vecino involucrado, cerrando un episodio tan evitable como doloroso.
La Navidad suele exhibir lo mejor de los vínculos, pero también puede dejar al descubierto sus fisuras. No hubo heridos graves y eso es un alivio. Pero las imágenes registradas por las cámaras de seguridad muestran una seguidilla de malas decisiones: el uso de pirotecnia, prohibido en la ciudad; padres dominados por la bronca que salen a la calle a “ajusticiar” o vengar el daño sufrido por sus hijas; y vecinos incapaces de poner un freno a una gresca tan evitable como absurda. En Providencia, esa Navidad no estalló sólo por la pirotecnia. Estalló, también, por lo que se rompió entre quienes comparten la misma cuadra.