Organismos nacionales como la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), Aluba (Asociación de Lucha contra la Bulimia y Anorexia) y entidades privadas han desarrollado relevamientos sobre el impacto de la pandemia en los trastornos alimentarios.

Se trata de resultados poco esperanzadores pues reflejan el incremento de personas que padecen trastornos de conductas alimentarias (TCA) en Argentina.

“El aumento de peso es lo más frecuente por el sedentarismo, la angustia y el miedo que despiertan un instinto atávico de supervivencia aumentando las ingestas como respuesta”, indica la directora de Aluba, Mabel Bello.

“En el campo de las patologías alimentarias hubo un 38% de reactivaciones sintomáticas aun en pacientes próximos a recibir el alta en la primera fase de la cuarentena, lo que nos llevó a retornar a la atención presencial, donde rápidamente se revirtieron los cuadros de recaída”, dijo.

La pandemia alteró la conducta de la población en general, en todo el mundo. En Aluba, durante la primera fase de la cuarentena, en el campo de las patologías de la conducta alimentaria, hubo casi un 40% de reactivaciones sintomáticas incluso en pacientes próximos al alta, por lo que hubo que volver a la atención presencial (con protocolos estrictos y distancia social adecuada) para revertir los cuadros de recaída.

El miedo al contagio, el encierro de la cuarentena, la interrupción de rutinas saludables como trabajar, reunirse con amigos, hacer deportes, tener pasatiempos, sumados a una amenaza totalmente nueva y a la convivencia familiar prolongada produjeron cambios negativos en todo el planeta.

Respecto de la conducta alimentaria, puntualizó que el aumento de peso es frecuente y se vincula con el sedentarismo, la angustia y el miedo, que despiertan un instinto atávico de supervivencia, por lo que se incrementan las ingestas de comida.

Especialmente en los más jóvenes aunque también en los adultos, se desencadenan trastornos como falta de atención, irritabilidad, miedo a salir de casa, modificación en el hábito alimentario, aumento en la ingesta de alcohol y otras sustancias estimulantes, ansiedad, depresión y problemas de sueño debido al estrés prolongado.