El juicio al traumatólogo Marcelo Macarrón quedará libre de relaciones extramatrimoniales.
En la causa en la que se investigan las “desavenencias” de pareja y la puja por los bienes maritales, extrañamente no serán citados como testigos ni el único amante comprobado de la víctima, Guillermo Albarracín, ni tampoco la examante del viudo, Alicia Cid.
Así quedó confirmado en la mañana del miércoles cuando se leyó el certificado del médico de Cid, el psiquiatra Jorge Rocha, que en su informe del 21 de junio insistió en que la paciente no está en condiciones de viajar a Río Cuarto para declarar.
Más allá de lo que diga su médico de cabecera, Cid debía presentarse en Córdoba para que una junta forense determinara su estado de salud. Pero no lo hizo y, cuando la Justicia fue a buscarla a su domicilio en Salsipuedes -tres meses y medio después de iniciado el juicio-, no la encontraron.
“No fue habida”, dice el impersonal informe policial.
Lo más curioso vino después, cuando el fiscal de Cámara Julio Rivero encendió la luz roja de su micrófono y pidió la palabra.
Tras explicar que, ante un informe médico que advierte la chance de que recrudezcan las crisis de pánico de Cid, sería una irresponsabilidad de su parte pedir que la traigan con la fuerza pública, Rivero pidió al tribunal que NO se incluya por lectura lo que la testigo declaró el 29 de abril de 2019 frente al fiscal Luis Pizarro, cuando la causa estaba bajo secreto de sumario.
Tal fue el impacto de la frase que los periodistas se preguntaban entre ellos si el fiscal había cometido un furcio o efectivamente prescindía de uno de los testimonios basales de la actual acusación contra Marcelo Macarrón.
El argumento que esgrimió Rivero fue que la declaración en la que Cid admite abiertamente la relación íntima que mantenía desde hacía años con Macarrón y confiesa el terror a sufrir lo mismo que Nora había sido tomada sin la presencia del abogado defensor.
Una de las explicaciones que se oyeron al salir de la sala es que la ausencia del defensor (Brito, en este caso) tornaría inválido el testimonio de Cid y, si lo sumaban a la causa, podría ser un factor de nulidad del juicio.
Meckler, un caso testigo
Sin embargo, en la misma Cámara Primera del Crimen hay un antecedente, el del juicio por el crimen de la policía Olga Meckler, que demuestra la validez de un testimonio tomado bajo secreto de sumario.
En aquel juicio que este periodista cubrió en su totalidad, el defensor de Gustavo Baranosky, Enrique Zabala, pidió la nulidad del testimonio que el fiscal de instrucción Walter Guzmán le había tomado a la mujer en la clínica, mientras se encontraba agonizante. Pero no logró su cometido.
Cuando se hizo el juicio, Meckler ya había fallecido y su declaración fue incorporada por lectura en el proceso.
Zabala llevó su queja al Tribunal Superior con el argumento de que como defensor no había podido controlar el testimonio de Meckler. Pero el máximo tribunal de la provincia confirmó que la prueba era válida.
Lo que Meckler le contó a Guzmán en su lecho de muerte resultó determinante para que su compañero en la fuerza fuera condenado en septiembre de 2014 a 27 años de cárcel por haberle disparado a traición.
Con “v” de vacaciones
En la edición del martes, Puntal reveló que la intención del tribunal era llevar los alegatos y el veredicto al filo de la feria judicial.
Y así lo confirmó ayer la Cámara a cargo de los jueces Vaudagna, García y Echenique Esteve, que fijó un cuarto intermedio hasta el martes 5 de julio. En la última semana laboral se producirán los alegatos y, si el tiempo lo permite, le pedirán a Marcelo Macarrón que pronuncie sus últimas palabras, antes de que los jueces técnicos y los jurados populares deliberen el veredicto.
Eso en la hipótesis de que el fiscal de Cámara sostenga la acusación contra el viudo.
De lo contrario, si Rivero se inclina por la absolución, el alegato de Brito será una anécdota y el papel de los jurados, irrelevante.
Alejandro Fara. Especial para Puntal